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Un millón de personas diferentes

Sí, me contradigo ¿y qué?. Yo soy inmenso y contengo multitudes.
Walt Whitman.

Un millón de personas diferentes hay en nuestros bolsillos, bajo nuestros hocicos.

A veces, cuando camino, veo a la gente y sé a ciencia cierta que todos tenemos la sangre roja y los 206 huesos de nuestro cuerpo blancos.

Un millón de caras diferentes, todas lo son en este planeta indolente y hermoso, cada una de ellas acarrea una historia. Un acervo acerbo de neuronas solitarias y células desquiciadas entre la muchedumbre. Rostros serenos, onanistas, belicosos, en blanco y negro, en estado de nirvana, asoleados, insolados, deformes, simétricos, asesinos, ebrios, inflamables, incendiarios e incendiados, ajenos, conocidos, carnívoros, fabuladores, sicópatas, falsificadores, pixelados, purulentos y, por último, sagrados.

Un millón de personas diferentes por cuadra recorrida. Hay cientos de miles de cuadras con su millón de personas diferentes caminando como zombies tras los celulares, tras el amor, la libertad, la comprensión; sueñan con acercarse a Plutón para tener una mejor vista del Universo, pero sólo tienen fuerza para dar dos trancos cortos y pararse a ver una vidriera.

Corrientes de energía sin control, fantasmas sin pasado pero con historia. Un millón de personas diferentes, cada una con su hogar, sus problemas, sus fobias, sus miedos, sus éxitos, sus erecciones , sus orgasmos, sus sueños, sus pesadillas, su bruxismo, su sonrisa, sus caras bajo la lluvia, sus sucubus, sus naufragios, sus inmersiones abisales, sus horas frente al televisor.

Un millón de personas diferentes murmurando en mis oídos lo que hacen otro millón de personas.

A veces cuando camino veo a la gente, transitando sobre sus pies, almacenados en colectivos, volando sin alas, buceando sin agua, quemándose sin fuego. Intento verles los ojos, presentir su mirada detrás de sus lentes de soldador.

Un millón de personaspájaros diferentes. Un millón de personaspeces diferentes. Un millón de personaslagarto diferentes.

Me siento en el cordón de la vereda tembloroso y cansado por tanta humanidad, por tanto mar de manos, por tanta sangre pura, espesa y verde corriendo bajo mis pies.

Un millón de personas diferentes y yo soy uno de ellos.

Me siento bien siendo un átomo de multitud.

Siempre viene bien esconderse para poder respirar y poder pretender que soy normal.

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