/Poseído

Poseído

Les voy a contar mi historia con la única condición que cambien los nombres reales. Marcos, un ex en cuestión, sigue viviendo en Mendoza y suelo cruzármelo en algún lugar esporádicamente, por lo que no quiero tener problemas de ningún tipo. Si pueden respetar esto yo les cuento todo…

Yo era pendeja, tenía unos 19 años, y me había enamorado perdidamente de Marcos. Él era un pibe lindo, alto, buenmozo, simpático, con mirada profunda y ojos pensativos. Salimos un tiempo y nos pusimos de novios formalmente. Todo iba bien, era cariñoso y atento conmigo, hasta que un día algo empezó a cambiar.

Fui hasta su casa, habíamos quedado en salir, toqué la puerta y me quedé esperando en el hall, nadie salió. Probé con el timbre y nada. Entonces, parada y quiera, en el medio del silencio de la siesta, pude escuchar unos gritos dentro. Estaba discutiendo con la madre. Lentamente salí del hall y decidí irme, cuando de pronto salió de su casa dando un portazo. Entonces pude ver su cara, completamente desfigurada del enojo, era otro hombre. Estaba furioso, tardó unos segundos en darse cuenta que yo estaba ahí y cuando se me arrimó su cuerpo no podía contener la ira. Me tomó fuerte del brazo y me dijo “¿vos que haces acá?”. Yo me asusté, jamás me había tratado mal… empecé a temblar y con miedo le dije que habíamos quedado en juntarnos tipo 3 de la tarde. Entonces se tomó la cabeza, suspiró profundo y se calmó, “perdón… discutí con mi vieja”, me dijo, “vamos a caminar”. Al tiempo se me pasó el susto, pero esa imagen y esa actitud no me la pude olvidar jamás. A partir de ahí comencé a padecer sucesos muy extraños, muy fuertes.

La primera vez que realmente supe que algo oscuro pasaba fue una noche que llegamos a su casa a cenar. Llovía a cántaros y la madre nos esperaba para comer. Entramos a su casa y yo me quedé en la cocina, “mi vieja está arriba, esperame” me dijo y subió. Las escaleras eran de madera, por lo que se sentía cómo peldaño a peldaño iba ascendiendo. Sentí que subió y comencé a senir cómo la escalera seguía sonando, como si más gente subiese detrás de él, uno, dos, tres… muchos. Yo me quedé paralizada. Teóricamente estaba él, su mamá arriba y yo. Luego de un rato bajó su mamá, vestida con un camisón blanco y largo… tenía forma espectral… “Fernanda ¿que estas haciendo acá?” me dijo, como un sonámbulo. Le comenté que estaba esperando a Marcos porque habíamos quedado en cenar acá. “¿Dónde está Marcos?” me preguntó. Le dije que estaba arriba. “No, Marcos no está arriba” me contestó con una especie de oscuridad en la mirada. “Acaba de subir” le dije. “No, querida, Marcos no está arriba… no está en la casa, Marcos está abajo” me contesto sin quebrar esa mirada espantosa. “¿Cómo que no está, si me trajo él?” le dije al tiempo que se empezaron a escuchar unas voces arriba… “¿vió que está arriba?” afirmé. “Yo no escucho nada” me dijo la mujer “subí a ver si lo encontrás” comentó en forma de acertijo. Yo no iba a subir ni loca, estaba helada, “mejor lo espero acá” le dije. “Entonces lo vas a esperar toda la noche porque no está en casa”, sentenció.

De pronto escuché una especie de aullido arriba, como de un perro… “¿ustedes tienen perro?” le pregunté a la madre de Marcos, “no, ¿por?” me dijo… “¿y esos ruidos?” le pregunté… “yo no escucho nada” me dijo y siguió haciendo sus cosas mientras los gritos aumentaban… “andá a fijate” volvió a decirme. Al cabo de unos minutos volvió hacia mí y me dijo “Fernanda yo me voy a dormir, si queres acostate porque Marcos no está” y se fue. Yo me quedé sola en la cocina. Al cabo de varios minutos sentí el ruido de alguien abriendo el portón y un auto entrando… el mismo auto que una hora atrás me había traído. Venía manejando Marcos. Apenas lo vi entré en pánico… “¿de donde venís?” le pregunté… “de arriba” me contestó. Yo no entendía nada… “¿como bajaste?”, “¿cuándo?”, “¿por donde?” fueron mis preguntas que cada vez se hicieron más insistentes, hasta que él me cortó en seco: “después te explico, vamos te llevo a tu casa…” con una mirada aterradora que me incapacitó a seguir preguntando.

Hubieron varios episodios menos traumáticos para mí, como cuando predecía cosas que iban a pasar en el futuro. Recuerdo una vez que hizo algo tremendo: Esteban era un amigo que teníamos común, el cuál murió en un accidente. Al cabo de un tiempo me encuentro con la hermana de Esteban, muy deprimida y me dijo que la madre estaba muy triste. Días después me veo con Marcos, él me dijo que estaba incómodo y se sentía mal, luego de preguntarle varias veces que le pasaba me lo contó… “Anoche estuve con Esteban”. Yo le pregunté “¿cómo? ¡si esta muerto!”. Ahí me explicó que el entraba en una especie de “estado paranormal” que podía conectarse con ciertas personas y que ahí Esteban le había dicho que “lo que estaba buscando su mamá estaba en una caja de zapatillas en la despensa”. A los dos días me volví a encontrar por casualidad con la hermana de Esteban y luego de explicarle brevemente la situación sin dar más detalles fui al grano y le pregunté si estaban buscando algo, ahí ella se sobresaltó y me dijo “¡Si Fer! ¿viste que te comenté que mi mamá estaba re triste? Bueno es porque no se acuerda dónde está una medalla de Esteban”. Entonces le conté lo que había “soñado” Marcos. Esa tarde llamaron a mi casa… era la mamá de Esteban, llorando y agradeciéndome porque había encontrado en la despensa la caja con la medalla…

Pero lo peor llegó. Una madrugada volvíamos de una fiesta, yo vivía en Rodeo de la Cruz, estábamos a la altura del Beltrán, charlando de cualquier cosa. De pronto Marcos empezó a toser y a hacer ruidos con la garganta. Entonces todo se puso negro, se apagaron las luces del auto, tanto del tablero como del frente y se detuvo el motor. A los pocos metros nos paramos al costado de la calle. Yo lo miré y le pregunté que pasaba, si se había roto el auto, él no me contestaba, luego de dos o tres veces comencé a gritarle “¡Marcos que pasa!”. Él agarró el volante con ambas manos y el auto empezó a temblar, luego empezó a moverse, estando parado, con todas las luces apagadas y el motor completamente detenido. Yo me desespere, y le grité “¿que esta pasando Marcos tengo miedo?”. Y ahí comenzó el terror… Marcos comenzó despacio a decirme “nada, nada, nadaaaa”, mientras su voz se iba haciendo más gruesa, lenta, gutural… “naaadaaaa, noooodoooo, noooooooodoooo” y su cara de iba convirtiendo en aquel semblante espantoso que vi al salir de su casa esa siesta.

Intenté bajarme del miedo pero las puertas estaban trabadas y el auto iba en marcha zamarreándose de un lado a otro. Marcos empezó a gritar que rezara, “Reza Fernanda, ¡reza!” me ordenaba, mezclando su voz con aquella abominación sonora. Yo de la desesperación no pude hacer más que cerrar los ojos para no mirar más esa cara contraída por el espanto, taparme los oídos para no escuchar, mirar hacia abajo y gritar “Dios te salve María, Dios te salve María, Dios te salve…” era lo único que podía hacer. El auto vibraba, y se movía en todas direcciones, Marcos se agarraba la cara y decía palabras en otros idiomas al tiempo que gritaba con su voz “saliiiiii, saliiiiiii, hijo de puta andate, abandoname hijo de puta saliiiiii” y se retorcía en el asiento, levantándose varios centímetros.

De pronto se escuchó un rugido y todo se detuvo, el auto se paró y el silencio dejó únicamente escuchar mis rezos entre cortados. Levanté la cabeza y miré a mi alrededor… estábamos a media cuadra de mi casa… en Rodeo de la Cruz a dos kilómetros de Beltrán. Lo miré, estaba empapado, completamente mojado, intentó acercar su mano a mi rostro… “no me toques” le dije. Tenía terror. Él estaba exhausto, me decía “no doy más… no doy más”. Yo me quería bajar e irme caminando hasta mi casa. Me pidió que me calmara… entonces le dije que si no me explicaba que pasaba me iba sola y no nos veíamos nunca más.

Ahí Marcos me contó… me dijo que él era chico, que tenía alrededor de doce años cuando estaba jugando en el fondo de su casa y vio entre unos arbustos una sombra oscura, como un animal, entonces se arrimó para ver que había y sintió que algo se le metió adentro, desde ahí comenzó a tener una capacidad mental excepcional, lo cuál era demostrado por sus calificaciones en la universidad, pero de vez en cuando padecía estos trastornos y no sabía cómo manejarlos. También me dijo “vos no te hagas problema, nunca te va a pasar nada”. Pero yo estaba aterrada y lo único que le contesté fue “llevame a mi casa”.

Al llegar me dijo “nunca le cuentes nada a nadie porque la gente no lo va a entender”. Cuando entré mi cara era de pánico total, mis viejos me preguntaban que había pasado y yo no podía hablar, incluso mi mamá me preguntó si me había violado, motivo por el cuál tuve que contarles el nefasto episodio. Aquella noche, con casi 20 años terminé durmiendo el la pieza de mis viejos.

Siempre he estado muy conectada a la iglesia, por lo que al levantarme no dude en ir a hablar con el Padre Salvini, sacerdote de la iglesia Sagrado Corazón. Cuando terminé mi relato con todos los detalles el padre me dijo “yo a él lo he ido a exorcizar… tres veces. Pero no puedo porque se pone extremadamente violento y ha querido matarme. Me ha querido ahorcar y siempre ha entrado la madre para salvar la situación…. pero me es imposible. Te pido por favor que lo dejes, peleate cuanto antes”. Yo, enamorada, le respondí que no, que lo iba a salvar, que lo iba a ayudar y que lo quería recuperar. Él me dijo “Fernanda vos sos una mujer sana…. él no. Toda la vida va a depender de vos… peleate”. Cuando salí de la iglesia me fui a mi casa y ahí estaba Marcos esperándome en la puerta… “¿de donde venís?” me dijo, “de la casa de las chicas” le contesté. Entonces se puso violento y me dijo “mentira… fuiste al padre” le dije que no, discutimos un rato y decidió ir a la iglesia a hablar con el padre, yo estaba desesperada. Lo acompañe porque no sabía que podía hacer, aunque ya no estaba en este estado demoníaco. Luego de discutir, el sacerdote le recomendó ir a un retiro espiritual, consejo que el aceptó.

El retiro era en pareja, de novios… Marcos se tuvo que ir porque durante la consagración, cuando el padre entraba con la cruz, el sufría un shock y se daba un golpe como si lo levantasen de los pies hacia atrás. La primera vez todos creíamos que se había caído, pero cuando por tercera vez saltó de la silla y se dio contra la pared, hubo que parar la ceremonia por el bien de Marcos. Nunca más volvió ni a un retiro ni a la iglesia.

Entre tantos sucesos, el miedo a que se violentara conmigo y las insistencias del padre Salvini me llevaron a pelearme con él… pero aún hoy, cuando todo esta en silencio puedo escuchar aquellas voces espantosas y sentir que algo oscuro me persigue.

ETIQUETAS: