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Princesa terrorista

Hay momentos en la vida en los que la razón y el corazón entran en una guerra tan poderosa que marca para siempre el destino de nuestras vidas. Podemos hablar de amores si quieren, pero básicamente todas las decisiones que tomamos en la vida tienen una previa discusión de estos dos gladiadores que pelean para ver cuál es predominante.

A algunos pueden creer que por los signos del zodíaco es que actuamos de maneras más o menos impulsivas, yo creo que son la razón y el corazón los que mandan, los comandantes de las emociones, las lágrimas y hasta de las desilusiones. Saben guiar una sensación, saben pelearse por un sentimiento para lograr la decisión.

En mi caso, después de muchos golpes al corazón, de esos que duelen y no se olvidan, la razón trata a veces de tomar postura ante las situaciones pero no es muy habilidosa o será que mi corazón es tan fuerte que paradójicamente no para de triunfar aún sabiendo que al final de la calle lo esperan unos malotes para cagarlo bien a palos. Esta vez la historia es diferente, esta vez la historia trae consigo una enorme cantidad de mini historias metidas en el medio que se vieron a veces saboteadas por la impulsividad de decir lo que pienso olvidándome que a veces hay que especular en las reacciones o las consecuencias de mis palabras en el/la otro/a. Desde que soy chica me dijeron que es uno de mis peores defectos, pero también creo que ese defecto es lo que hoy me hace ser tan extrema en todo lo que pienso. Algunos se cansan, otros se rinden, otros se cagan de risa pero es lindo ser extremo, sentir la vida en la piel, mirar a los ojos e interpretar, estar en silencio sin poder parar de pensar.

La razón y el corazón no pueden congeniar, no hay poema que los haga enamorarse porque son sus puntos de vista son tan opuestos como un cuadro de Botero con uno de Lori Earely, no tienen principio ni punto de partida para comparar. Ella, la razón, es más perseverante, entiende y respeta los tiempos…Él, el corazón, es el ahora, el blanco o el negro y es tirarse con ojos cerrados sin saber que hay detrás. Soy muy fanática del corazón y de todo aquello que lo representa: entre infinidades que nos rodean puedo nombrar a Thom Yorke con sus ojitos y sus bailes es puro corazón, el fanático en la cancha es puro corazón, los besos de las madres, el texto de un escritor, el llanto del desamor y la desolación. Por momentos creo que no es fanatismo sino esa necesidad de no querer ver el mensaje que tiene la razón para mí.

Conocí el término “princesa terrorista” en un documental de los tantísimos que vi, trataba la historia real de una pendeja inglesa de 7 años que jamás en su vida había tragado comida o líquido. En sus primeras semanas de vida la intervinieron, después de comprobar que no le haría daño, con un botón gástrico y así vivió hasta los 7 años que pudieron diagnosticar que no tenía problemas físicos que le impidieran comer o beber, simplemente era un tema psicológico y la llevaron a un internado de tres semanas en los que la técnica era hacerla pasar hambre, quitarle el botón y que su instinto de supervivencia le pidiera por favor alimentación y líquido. No solo el término que utilizaron los doctores de “princesa terrorista” me pareció dignísimo de análisis sino que a lo largo de los días la niñita no comía, solamente tragaba agua y terminó el tratamiento con un gran avance que era chupar la comida…

Hagamos una mínima relación sobre esta guerra tremenda entre el corazón y la razón que tomaron el cuerpo de esta niña como campo de batalla. Cuando hablamos de la actuación del corazón, me parece necesario aclarar que una de las etapas del tratamiento consistía en un reiki sobre su panza, momento en el cual la niña empieza a llorar de una manera que da escalofríos y la médica explica que es el reflejo de muchas sensaciones escondidas y reprimidas (no nos olvidemos que tiene 7 años), bravísimo. Descubren también, una especie de relación con la madre medio rara, como que la madre sin querer opacó la capacidad de accionar de su propia hija, incluso de vestirse o de ir al baño por el solo hecho de querer protegerla, aparece acá prendido fuego el corazón de la madre dejando totalmente nula la razón, al menos por 7 años hasta que decide tomar riendas de la situación y ordenar la vida y el futuro de su hija.

A pesar de que la técnica era hacerla sentir hambre para que su instinto pidiera comida, ella no quería comer y no se quejaba del hambre, simplemente se aislaba con la mirada, se quedaba en silencio. No estamos hablando de una adolescente con problemas alimenticios, hablamos de una nena de 7 años que no tiene casi recuerdos de su vida por lo corta que ha sido. Y ahí se me confunde, porque ella, al ser tan chiquita quizás fue ajena a decidir o a pensar, las cosas le pasaron simplemente por una batalla entre los dos protagonistas de esta historia (Razón en la esquina izquierda y corazón en la derecha.. o al revés) que pudo trascender el amor, pudo trascender el bienestar de una hija, no quiero decir con esto que la madre era una desquiciada porque soy de las que creen que las mujeres al ser madres entran en un mundo emocional tan poderoso como la vía láctea donde justamente pierden la razón entregando por amor todo el corazón.

Un enrollo, un quilombo. Hoy definitivamente gana mi corazón.

Fin.

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