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Reflexiones de fin de año (Parte I)

La indiferencia mata

Los moretones en el cuerpo estaban reflejando la ruptura de mis vasos sanguíneos.

La hinchazón de la muela está reflejando que muchas cosas literalmente me hincharon las tetas y no soporto más.

La delgadez significa la necesidad extrema que tengo de no cargar con más pesos.

Así es como fui descubriendo éstos síntomas que por momentos me asustaron, el médico y su cara de pánico me hizo flashear púrpura, mononucleosis y hepatitis. Imaginen que semana del reverendo ojete que tuve.

Una extensa charla del martes a la noche con un delicioso vino en el medio, me hizo meditar sobre algunas reacciones innatas que tenemos los seres humanos. Por momentos sentía tristeza pero después entendí que existen tantos panoramas a las versiones de la vida como canciones en el mundo. Que raro, Patricia hablando de sentimientos, música y reflexiones.

Lo principal de la charla partió en comprender si en algún punto los humanos nos terminamos creyendo lo que somos realmente por lo que somos o por lo que nos dicen que somos. Tenemos los típicos casos de los machitos giles que creen que son copados por levantarse a pendejas 10 años menores y yo pienso si el pibe cuando se hace la paja o cuando se va a dormir piensa en esa pendeja que los amigos le fogonearon o piensa en su verdadero amor. Se me ocurre el caso de las ex parejas que cuando son pareja te viven diciendo que “no vas a poder vivir sin mí”… y cuando son ex parejas a veces creemos realmente que sin el otro no podemos.

Como consecuencia de ese pensamiento, decantamos en preguntarnos hasta qué punto somos auténticos con nosotros mismos, incluso en la intimidad. Es decir, cuando nos convencemos de lo que somos… ¿somos lo que somos?

Y como si fuera una escalera de preguntas filosóficas que solo hacen bien al alma, siguen surgiendo planteos en los que por momentos concordábamos o por otros no. Por ejemplo, la importancia de sentirse realizado en la vida de uno mismo y los parámetros que miden esa realización en cada vida. Yo considero (como ya les he escrito previamente) que mi logro en la vida ha sido hasta ahora poder hacer siempre lo que he sentido, incluso sin pensar en las consecuencias. Sí, hay veces que alguien puede salir lastimado, pero al fin y al cabo creo que cuando las cosas se hacen desde las entrañas y el corazón, el enojo y los rencores quedan invisibles. Hay personas que sin un título creen que su vida es una mierda y así millones de versiones, todas respetadas, de lo que es el verdadero triunfo personal.

Me gustaría muchas veces poder hacer ver a los demás un poco con mis ojos y viceversa porque siento que estoy perdiendo muchas formas hermosas de ver la vida y las flores. Hoy, cuando fui a la psicóloga entendí que hablando se cura el cuerpo, que hablando se me fue deshinchando la boca, que los moretones fueron desapareciendo y que hay cosas que no me gustan y no me van a gustar por más que quiera que me gusten. Me aburre la histeria, me cansa y me enoja la indiferencia. (Tiro palito por las dudas, escribir es un arma de seducción).

Todavía no entiendo bien cómo, pero se está terminando el año y yo lo único que puedo pensar es cuánto he crecido en estos últimos meses. Como puedo ver la vida desde otro punto de vista, como se diferenciar cuando alguien quiere una cosa y rechaza la otra.

Como para cerrar otra de mis notas enredadas, solo quiero decir que no caigamos en el manotazo de Bonadío, por no decir de ahogado. No tapemos la realidad con gilada. No riamos si queremos llorar. No mintamos si no tenemos qué decir, solamente porque el cuerpo y el cerebro están muy enamorados y cuando no dejamos que se amen, se manifiestan y créanme que lo van a notar.

Todos los silencios se expresan en nudos en la espalda, granos en la frente, nódulos en la tiroides. Todas las preocupaciones se quieren hacer ver en las pesadillas, en la caída del pelo, en los calambres.

El cuerpo tiene una voz y un instrumento que es él mismo. Si no sacamos de adentro todo lo que nos da vuelta las lágrimas no alcanzan y nos deja en evidencia por haberlos ignorado.

Como dice la frase, la indiferencia mata. No nos matemos a nosotros mismos, no nos seamos indiferentes.

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