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El otoño había llegado, y se notaba, Fátima estaba desconsolada luego de la amarga despedida con Fernando, no quería comer ni salir, solo estudiaba y leía para intentar ocupar su cabeza en otra cosa que no fuese la tristeza, sus amigas le insistían con que se la veía deteriorada y sus padres le decían que estaba muy flaca, estaba muerta en vida.
Ella caminaba todos los días por las calles del centro y se acordaba de él, de cada momento, de cada beso, en su mente sonaba la Suite Nº1 in G major de Johann Sebastian Bach, pisaba las hojas secas y cada una representaba su corazón, pensaba en cómo se encontraba él en Malvinas, lleno de dolor, de violencia y de desesperación por volver a casa, encontrarse con un lugar cómodo dónde dormir, estar con su familia y con ella.
Cuando llegó a la noche decidió escribirle una carta, la cual llegó unos días después.
***
En Malvinas hacía frío, mucho, Fernando esperaba que le dieran la poca ración de comida que llegaba desde Argentina, sentía que se congelaba y sus ganas de irse a casa eran infinitas, de repente llegó el soldado Tolosa del correo, hizo unas entregas a los soldados, hasta que se acercó a él y le dijo:
– Soldado, acá tiene una carta, parece ser de una piba. – Dijo, mientras se reía.
– A ver Tolosa, dame esa carta, dejá de reírte, ella es lo que hace que siga con vida. – Respondió tajantemente.
Fernando abrió el sobre con ansias, el sobre era blanco, pero se había ensuciado, la carta estaba intacta y de adentro salió un aroma, el perfume de Fátima inundó ese lugar lleno de olor a pólvora y a tierra mojada.
La carta decía lo siguiente:
Mendoza, 10 de mayo de 1982.
Mi querido Fer:
Te escribo estas líneas para que sepas que tu ausencia me daña el alma, nos tocaron tiempos revueltos donde la violencia y la desidia se han apropiado de nuestro país, y es muy difícil estar acá sin vos, sin tus palabras alentadoras y sin tus cálidos abrazos.
Hace más de un mes que no estás y tu ausencia se nota, te cuento que me ha ido muy bien en la facultad y que estoy siguiendo tu consejo, estudiar pese a todo… Es lo que me hace bien, lo que me distrae. Te necesito mucho, estoy muy triste y lo único que hago es pensar en vos.
Esta situación me está matando, quiero saber de vos, quiero saber cuándo venís para volver a besarme y para que seamos felices para siempre, como me lo prometiste… Desde que te fuiste, todas las noches me acuesto pensando en vos, en si vas a volver, o si voy a tener que ir para allá para morirme a tu lado si es necesario.
Prometo hablar con papá para que haga algo y así lograr que vuelvas lo más rápido posible para reencontrarte con tu familia, seguir con tus proyectos y que podamos estar juntos definitivamente, sin que nadie nos interrumpa, ya no aguanto más, quiero volver a ver tu sonrisa y que me digas que todo va a estar bien.
Te amo, siempre.
Tu Fati.
Cuando leyó las palabras de Fati, sintió la necesidad imperiosa de contestarle, pero no había lápiz, ni papel, ni siquiera un carbón para poder responder, lo único que salían de sus ojos eran lágrimas, y ganas de abrazarla hasta que se acabara todo.
De repente se sintió un estruendo, Fer dobló la carta y la guardó en uno de sus bolsillos, se sentían los gritos diciendo que había que esconderse en las trincheras porque los ingleses atacaban, cargó su FAL y empezó a disparar, hasta que recibió un balazo en una zona delicada.
***
Esa noche llovía torrencialmente, Fátima dormía y se despertó con un fuerte dolor en el pecho, fue hasta la cocina, pálida y su mamá le dijo:
– Mi amor, ¿Estás bien? Te veo muy pálida hija.
– Si mamá, estoy bien, solo fue una pesadilla. – Sostuvo débilmente.
– Fati, se que duele la situación, pero deberías empezar a comer más, lo único que hacés es estudiar y llorar. – Dijo, preocupada.
– Má, estoy… – La voz de Fátima se apagó al tiempo que su madre llamaba a gritos al padre.
Los padres de Fátima sacaron el auto a toda velocidad y se dirigieron al hospital para que la vieran los médicos urgentemente, estaba desvanecida, pálida, sus pequeñas manos estaban débiles. Los profesionales la examinaron minuciosamente hasta que salieron de la habitación:
– Está estable, tiene un pico de estrés y por supuesto su alimentación no es la adecuada, ¿Ha tenido algún suceso que la llevo a esto? –Preguntó el Dr.
– Su novio está en Malvinas, está muy apenada, no quiere saber nada con nadie, lo único que hace es estudiar y come muy poco. – Aclaró su padre.
– Entiendo… La vamos a tener en observación unos días hasta que podamos regularizar su situación, vamos a hacer algo para que coma y se reponga. – Respondió el médico.
Esa noche fue larga, había un silencio muy preponderante y solo se escuchaba la lluvia caer sobre el tejado del hospital.
***
– Soldado caído, soldado caído. – Se escuchaba en la penumbra.
Fernando estaba tirado, mientras venían a rescatarlo se le nublaba la vista, se sentía mareado, luego llego una camilla y lo trasladaron a una carpita de primeros auxilios.
– Fer, loco, no te vayas, aguanta que te vamos a ayudar. – Decía el soldado Díaz.
– A este pibe no lo podemos dejar acá, tiene que volver a Argentina cuanto antes, si no se nos muere. – Sostuvo el médico.
– Bueno, traigan el helicóptero y que lo lleven urgente a Buenos Aires. Manden un telegrama a la familia comentándoles lo sucedido. – Acotó el Suboficial.
– Si señor. –Respondió uno de los soldados.
A Fernando lo mantuvieron estable hasta que llegó el helicóptero, luego lo trasladaron a Buenos Aires para hacerle la operación correspondiente.
***
Unos días después la familia de Fernando recibió el telegrama, estaban todos acelerados, las comunicaciones no eran lo mejor en ese momento y sus padres se encargaron de ir a Buenos Aires para estar al lado del muchacho.
Por otra parte, Belén iba a visitar a Fati todo el tiempo, su amiga sabía lo que había sucedido, pero los padres de ella no querían que se enterara para que no afecte más su salud ni su estado de ánimo, entonces decidieron hacer silencio y evitar que se hablara de Fernando.
– Estoy mal amiga, no puedo dejar de pensar en él, no me ha respondido la carta que le envié. – Sollozaba Fátima.
– Fati, quizás no te la respondió porque no tiene tiempo, pero el debe pensar siempre en vos, te lo aseguro. – Intentaba consolarla Belén.
– No Belu, algo malo ha pasado, la noche que me pasó esto, fue por un presentimiento, estoy segura. – Respondió.
Así eran las conversaciones todo el tiempo en el hospital… A Fátima no la dejaban salir hasta que probara bocado y se le fuera el estrés que tenía encima, no podían dejarla a la deriva y que volviera a sufrir. Sus padres rogaban que Fernando se recuperara rápido para que las cosas volvieran a ser como antes.
***
En Buenos Aires, Fernando se recuperaba lentamente, pero no le iban a dar el alta por miedo a infecciones, él quería volver rápido a Mendoza, pensaba en la carta que nunca le respondió a Fátima y en lo mucho que la extrañaba.
A su vez, los padres de él sabían lo ocurrido con Fátima y decidieron contárselo a Fer:
– Hijo, tu novia está internada. – Dijo su papá.
– ¿Cómo? ¿Qué pasó? – Respondió exaltado.
– Nada mi corazón, sufrió un ataque de estrés, pero está bien, ella te extraña mucho. – Acotó su mamá.
– Yo también la extraño. La necesito. Me quiero casar con ella, es la mujer que amo. – Sostuvo.
– Bueno hijito, mejorate y cuando llegues la vas a ver. – Decía dulcemente su mamá.
***
Unas semanas más tarde, ya se había recuperado Fernando y ya había arreglado su vuelta a Mendoza, estaba emocionado y con ganas de ver a sus amigos, pero especialmente, a ella… Había quedado medio mal por su experiencia en la guerra, pero sabía que todo iba a mejorar cuando volviera a ser la persona de antes.
En su casa, Fátima estaba mejor pero seguía pensando en él, en su salud y en todo lo ocurrido. Sus padres y sus amigas le prepararon una sorpresa muy grande con la cual se iba a poner muy contenta.
Un miércoles de junio, ya terminada la guerra, las amigas de Fátima en complicidad con los padres, la agarraron, le vendaron los ojos y la llevaron al aeropuerto, ella no entendía nada, no sabía dónde estaba ni a qué iba. Cuando llegaron, la sentaron en uno de los banquitos y de repente se abrió una puertita de la cual salió Fernando con sus padres.
– ¿Me extrañaste? – Escuchó Fátima suavemente mientras le quitaba la venda de los ojos.
Ella no podía creer lo que veía, lo veía a él, en carne y hueso, vivo, medio lastimado, pero vivo al fin.
– Por Dios, sos vos Fernando, por favor decime que es un sueño. – Dijo mientras se largaba a llorar.
– Soy yo Fati, no llores, te prometí que iba a volver y acá estoy… No estoy al 100%, pero se hizo lo que se pudo. – Respondió sonriendo.
– Pensé que te había perdido, te extrañé tanto, te pensé tanto.
– Vení, dame un beso, ya pasó todo, estoy acá y ya no va a haber nada que te separe de mi. – Dijo mientras le secaba las lágrimas.
Ese aeropuerto había sido testigo de una despedida amarga, pero también de una bienvenida apasionada y tan cálida que se derritió el frío de aquel invierno del año 82. Y atrás sonaba un tango de Gardel.
“Los aeropuertos han visto mas besos sinceros que las bodas y los muros de hospitales han escuchado mas plegarias reales que las Iglesias.”
FIN