Lo que comenzó como un sueño aislado parece que no quiere dejarme en paz:
Primer sueño – Jueves: La dirección equivocada
Segundo sueño – Domingo: Un atajo
El trabajo hace pasar los días rápido, casi vertiginosos, y por suerte me había olvidado de los sueños. El cuerpo cansado y la cabeza saturada de compromisos nos dejan demasiado los pies en la tierra.
Me tiré en el sillón con la inocente intención de leer y tomar un té, una determinada a desconectarme con la cotidianeidad. Absolutamente infructuosa porque, supongo que me debo haber dormida, a la tercer cabeceada.
Sentí un codazo, me desperté y trate de acomodarme en la ¿silla?, ¿qué hacía en una silla? Estaba realmente confundida, y caí en cuanta que era un sueño. A veces la mente nos da el regalo de saber que estamos soñando y permitirnos cierto nivel de conciencia, bueno este fue el caso.
Noté que estaba vestida de modo gracioso, un tanto anticuado, con unos zapatos de punta cuadrada pero dentro de todo elegante. Lo mejor de todo es cuándo noté que estaba en un teatro, considerablemente grande, inclusive tenía pequeños balcones, y estaba intimidantemente lleno de gente.
Caí en cuenta que si bien estaba lleno estaban todos en silencio, y rápidamente entendí la razón, estaba sonando un piano. Melancólico y romántico llenaba el aire, entre los espacios de luz tenue que quedaban, porque nunca supe en que momento todo se oscureció.
Me acomodé para disfrutar y sonriendo me dije, este es mi tipo de sueño. Mentiría si dijera que soy una gran conocedora de la música clásica, pero me gusta reconocerme como una aficionada. Luego de una interpretación de unos cuantos minutos que no pude reconocer, hubo una ovación y como corresponde…aplaudí.
Suave comenzó una nueva interpretación, a esta si la conocía, sentía como me recorría la piel, se me erizaban los brazos, oprimía el pecho y casi se me salían lágrimas, pero las contuve, hasta en un sueño me pareció ridículo llorar por eso.
Nunca había escuchado el solo para piano de Debussy con tanta intensidad, disfrute cada nota. Tanto que sin pensar, al tocar la última nota, me levanté a aplaudir…sola. No tuve tiempo de sentir vergüenza, porque al estar de pie sin ningún obstáculo pude ver a la pianista, era Lucía.
Pero no tarde en darme cuenta que no era la única aplaudiendo, al lado mío otra vez estaba él.
Créanlo o no, este fue mi sueño del viernes a la noche.
Siguiente sueño: Martes: Sin aire
Yo he soñado leyendo.
Gracias
Que placer leer con esa música. Gracias Pau.