/Una posible séptima puerta al infierno

Una posible séptima puerta al infierno

Después de casi dos años dedicándome a escribir relatos de ficción, trato de callar la fantasía con un buen tinte de realidad, para un escritor dos años son escasos meses… pero para mí todo lo que logre en este corto tiempo no tiene comparación. Como aficionada a la escritura, también me encanta leer, todo lo que se me cruza ante los ojos, nunca sabes donde podes encontrar tu nueva historia… Cuando de pronto leo la nota de mi querido amigo Bomur en internet, nunca dejo de leer ninguna, río a carcajadas, me informo, pero esta vez lo que nos contaba hacia que se me crispe la piel, que mi taza de café se enfríe mientras pensaba, ¿cómo puede ser esto verdad?, y si realmente lo era, ¿qué tan cerca estábamos de descubrirlo?

La verdad que pasaron dos eternas noches sin dormir, donde le di vueltas al asunto, y ¡tome la decisión!, recorrer el centro, sacarme las dudas y en último lugar llamar a Bomur para que en cuerpo presente me cuente que fue exactamente lo que paso y como, leerlo a través de una computadora no me era suficiente…

Mitad incrédula y otro cincuenta por ciento segura de lo que hacía, me levante esa mañana con muchas energías y salí con mi termo de café caliente, mi cuaderno y mis dos lapiceras al centro… algo iba a encontrar.

Y la verdad que no encontré nada… nada más allá de lo que el Doctor ya nos había contado en su crónica de las “siete puertas del infierno”. Las vi, y hasta me acerque a ellas, algunas más accesibles que otras, la sensación era la misma que Bomur describía, pero tal vez eso me sucedía porque leí tantas veces esa maldita nota que sabía de memoria cada palabra, cada sensación; así que abandonando un poco esta idea decidí volver a casa, me di cuenta que todo lo que me sucedió simplemente se fue en susceptibilidades. Pero mientras esperaba el micro y repasaba esa famosa crónica semanal del Mendo mentalmente… me di cuenta que sentí algo, que en el casi mencionado guión no sucedía… Cuando me acerque a cada una de las seis puertas, casi a medio metro de ellas, sentí un calor irrefrenable y un hedor imposible de describir que jamás había olfateado en mi vida; entonces ahí me di cuenta que esto no era un chiste y que Bomur no nos estaba contando un relato de ficción, si no que acá había algo más, había “gato encerrado”… o más bien diablo encerrado.

Gracias a la educación que recibí, y el entorno en el cual me crié soy muy creyente, así que invocando la protección de Dios ante esta sensación extraña, tome mi teléfono celular y desde la mismísima plaza independencia lo llamé. Él, ya bastante relajado, atendió el teléfono; le dije que quería hablar con el urgente si nos podíamos juntar lo antes posible… a medio día Bomur y yo estábamos sentados en la peatonal pidiendo una pizza para degustar mientras charlábamos de nuestro tema.

– ¿Cómo se te ocurre venir a ver las puertas sola?, vos estás loca después de lo que yo conté, ¿no te da miedo?, mira si te pasa algo. – Me contó que su suerte por esos días no andaba muy bien que le robaron cuatro veces en una semana en distintos lugares, que perdió dos celulares, y que en su casa le dejaron de funcionar así de un día para otro las dos computadoras, la Tablet, el celular de su esposa, el teléfono fijo y hasta el baby call de su hija… ninguno de estos tiene arreglo, pero él prefiere creer que es solo coincidencia o mala racha.

Cuando le comente la rara sensación de calor que tuve al acercarme a cada una de las puertas se quedó sin apetito y sin habla…

Al reaccionar me pregunta, – ¿las tocaste? – con los ojos saltones y tratando de tomar un sorbo de gaseosa.

Le dije que iba a ir al Parque General San Martín, y aprovecharía mi tarde buscando la séptima puerta, lo invité… pero rechazo mi invitación de lleno. Me dio algunos consejos y lugares donde él creía que estaba, pero me recomendó quedarme en casa y no seguir con esto, tal vez la séptima puerta era secreta o algo así. Su intento fallido por persuadirme duró unos veinte minutos.

– Llámame a la noche, negra, de verdad me dejas preocupado, no quiero que por mi nota y por este mito, o realidad salga alguien perjudicado. – Sin más, me tome el trole y partí para el parque.

Hice el ejercicio de todo el año en un día, camine y camine, vi lugares bastantes raros, con energías densas, pero con ninguna puerta; hasta que ¡se me prendió la lamparita!, el Club Regatas… era tan simple y fácil. Ahí tenía que ir a buscar… mientras me apresuraba hacia allá me acordaba de todas las historias que me han contado, del subsuelo, los vestidores… No había duda allí estaría la séptima puerta.

Esto de no ser socia me jugo un poco en contra para poder entrar, pero fingiendo buscar información sobre el club para hacer una reseña histórica, logre colarme entre la gente y entré.

Si bien estaba segura que la puerta estaría en el subsuelo decidí empezar desde el piso de arriba y mirar cada rincón, como si fuera una ladrona escondiéndome entre la gente, la pileta alrededores… hasta llegar a los vestidores del subsuelo… recorrí minuciosamente el lugar, me temblaban las manos… pero no, no encontré nada, absolutamente nada… excepto un anciano que se encontraba limpiando y me saco a la calle.

Nuevamente fuera del Club y sin ningún dato, me estaba dando por vencida, cuando me di cuenta que ese anciano tenía muchos más años que yo, más experiencia, y más historias. Con el cuento de la reseña histórica baje nuevamente a los vestidores y mientras le hacía algunas preguntas inventadas, y fingía tomar nota, le pregunte a don Horacio (así se llamaba) si sabía de alguna historia o mito en el parque, o en el club… claramente no fue buena idea, estuve más de dos horas escuchando historias que en este momento no me interesaban.

Me despedí cordialmente y le agradecí su información para la inexistente reseña, y cuando me estaba yendo dijo…

– Nena… hay una historia que no te conté, en realidad muy bien no la sé, y para hablar por hablar mejor no digo nada. Una sobre algo de unas puertas que dicen están distribuidas por todo Mendoza y que acá en el parque hay una….

Mi cara fue muy obvia… – a ver, cuénteme un poco más – le dije.

– Cuando era chico, mi abuela para que durmiera me contaba siempre esa historia y me decía que me iba a dejar abandonado en la puerta del Parque donde a las tres de la mañana se liberan los demonios, se llevan a los niños inocentes y toman almas buenas para alimentarse de ellas – comentó mientras el recuerdo lo lastimaba.

En ese momento lo único que escuchaba era la voz de este anciano y mi corazón latir como si fuera a explotar.

– ¿Usted sabe cuál es la puerta?, ¿era verdad todo eso? – dije casi apresurada sorbe sus palabras.

– Y… mira, a medida que fui creciendo mi abuela ya no solo me contaba la historia, si no que yo preguntaba, y lo único que me acuerdo patente, es que me decía: “La gran puerta más de una vez la cruzaras, pero solo el día que todas estén abiertas tu alma tomara” – como para calmarme. – Desde su inicio la puerta viene manchada con tragedia, muerte y dolor, cada una de ellas tiene su propia triste y sangrante historia.

– ¿Cómo “sangrante historia”?, ¡no entiendo abuelo! – dije desconcertada… el corazón me latía a mil.

– Ella decía que esta gran puerta fue el portal que se llevó almas trabajadoras y abrió la maldición allá por 1916. Eso es todo lo que se; anda yendo nena se te hizo de noche, no puedo habalr más – Y así me aleje del club, con más dudas que certezas.

Camine por las palmeras, llegue a la fuente y me senté en un banco frente a ella… a pensar que hacía con esto, saque mi cuaderno y con la poca luz que había anote los datos esenciales de la charla con Don Horacio.

Seguí mi camino con sus palabras resonando en mi cabeza, cuando llegue a los portones, y ahí me quede parada… atónita, casi sin pensar mucho, ahí estaba… esa era “La gran puerta”… La séptima puerta sin objetivo alguno… la que más de una vez cruzaras, pero solo el día que todas estén abiertas tu alma tomará…

Escrito por Sabrina Mejiba para la sección

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