– ¡Ya me tienes harto!- vociferó Federico. – ¿Porque no te vuelves a la casa de tu mamá de una vez por todas y me dejas vivir tranquilo? – agregó gritando furioso.
– ¡Te encantaría eso!- contesto Claudia aún con más ira- ¡Que te deje para que te cogas cualquier putita que se te atraviesa! ¿No es así?¿ Eso quieres? Impotente de mierda. No podes conmigo te vas a coger otra.
– No querida- dijo arrogante – no es que no pueda, es que vos no me la paras. Podes ser muy linda, pero así de rompe pelotas, se la dormís a cualquiera. Por eso me apuro tu mamá.- agregó irónicamente – Ni tu mamá, que te trajo al mundo te soporta, sos insoportable, inbancable, una mujer inútil. Fracasas en ser una simple ama de casa – Claudia comenzó a flaquear, su llanto se aproximaba y Federico lo notó – Me das asco. No servís ni para coger, por eso no te la pongo.
En ese instante un linfoma en la glándula pituitaria Federico comenzó a inflamarse, trayéndole otro potente dolor de cabeza. La vista se le nubló y el dolor se intensificó debido a la pelea. Un ojo se le cerró, entonces Federico bramó con más ira.
– ¿Que te pasa? ¿Vas a llorar? – le causó gracia a pesar que la cabeza le dolía y su dolor aumentaba con cada latido del corazón- ¡Oooohhh mira la nena fuerte! – dijo burlándose – vos si no fuera por mí no serías nada, solo una puta más del montón. Con tres o cuatro niños como tus amigas.
– ¡¡¡Basta!!! – gritó Claudia.
– ¿Que te pasa? No me digas que la verdad te duele. Te desafío, déjame. Y vas a ver como todo lo que decís es mentira ¿Pensas que te engaño, con lo loca y celosa que sos? Quédate tranquila porque no lo hago. Pero oportunidades me han sobrado. A veces me pregunto cómo ¿Porque te hice caso? Sos un prototipo de mujer, te falta mucho.
Claudia no lo soporto más, soltó un llanto, seguido de un mar de lágrimas. Federico vio esto, y le dio gracia. El dolor de cabeza cedió un poco y se dio cuenta que el llanto de Claudia lo relajaba.
– Otra vez llorando – le dijo tomándole los hombros como si fuera abrazarla. Claudia pensó, al fin se terminó la pelea, sin embargo se equivocó – ¿Pensas que te voy a abrazar como siempre y se terminó? – soltó una carcajada que le martillo en la frente. Pero no le importó, estaba ganando la discusión y aprovecharía cada deliciosa lágrima de su pareja.
– Anda a llorarle a tu mama- y la empujó con mucha fuerza, Claudia trastabilló, se golpeó con la mesa que estaba en su espalda y cayó al suelo. Su llanto se intensificó no tanto por el golpe físico, sino por el emocional que le hizo doler lo mas recóndito de su alma. Ella se quedó en el suelo llorando como una niña que le roban un juguete.
– Me voy a bañar. Yo a diferencia tuya trabajo – y se marchó victorioso y sin sentir nada de culpa.
Federico entró al baño y sintió que la cabeza le iba a explotar. Le dolía el simple hecho de tener los ojos abiertos y la mancha negra en su ojo izquierdo se hizo muy grande. Casi cubría todo su campo visual ,el tumor estaba destruyendo su cerebro.
Pensó en ducharse con agua helada, eso siempre lo calmaba y luego tomaría un analgésico. Se sentó en el inodoro y escuchó como un latido en su mente lo alteraba más. Sacó su celular, revisó sus redes sociales. Apenas podía ver lo que estaba en la pantalla de su móvil. De repente, le dio mucho sueño. Quiso resistirse, pero ni se enteró que estaba a punto de dormirse. Y eso sucedió, se durmió en la taza del inodoro. Solo dos minutos después se despertó asustado. La cabeza ya no le dolía, estaba completamente aliviado.
Se reincorporó y se duchó. Se puso los pantalones y notó un silencio sepulcral, por su mente pasó la tranquilidad del cementerio. Federico, antes de trabajar como electricista en una fábrica, trabajó haciendo el mantenimiento en un cementerio, la paz del lugar le encantaba. Pero el lugar a veces le resultaba macabro, sin embargo le gustaba, era un buen trabajo. No recordaba porque abandonó el trabajo de un día para el otro.
Llamó a su esposa – ¡Claudia! – no hubo respuesta – Claudia ¡Claudia! – “quizás está vez fui muy lejos” pensó. Iba a salir para disculparse pero al abrir la puerta el panorama de su vida cambió.
La casa de Federico era una humilde morada en todo sentido. Una casa pequeña de dos habitaciones, cocina, comedor, que él mismo construyó. Conocía muy bien su casa, hasta en el más mínimo sonido que podía llegar a despertarlo a las tres de la mañana.
Al abrir la puerta de su baño se encontró con una paradoja. No estaba en su casa. Abrió y cerró la puerta impulsivamente, una y otra vez, con el mismo resultado. El baño de alguna manera era el suyo, el que el construyó, pero la casa no lo era.
Un olor a putrefacción salía del inodoro, similar al que sale de una tumba abierta. Federico se descompuso, creyó estar en un sueño. Abrió la puerta otra vez, se impactó al ver que el escenario era el mismo y no se encontraba en su casa.
Escuchó un latido, parecía que la casa tenía vida propia. Se espantó por unos segundos, pero el sonido desapareció. “¿Que mierda esta pasando?, sea lo que sea tendré que averiguarlo”.
Salió y perdió la poca seguridad que le daba el baño. Estaba en el pasillo de una casa enorme con piso de parque. Sintió la suciedad en la planta de su pie, le produjo un poco de asco, parecía que hacía años que nadie limpiaba el lugar.
Un pasillo enorme se extendía con muchísimas puertas en los costados, aparentemente de habitaciones. Contó las puertas y eran 7. La octava era la de su baño, trazó un pequeño mapa en su cabeza memorizando donde estaba. El dolor volvió, solo que tenuemente, sintió un pinchazo en su brazo derecho, como si le hubieran clavado una aguja o una inyección. Pero lo ignoró al ver que al final del angosto pasillo una escalera ascendida casi treinta peldaños. “¿Cómo pueden construir una escalera tan alta?” pensó. Al final vio como se dividía en dos pasillos más, uno a cada lado.
Volvió al baño, se sentó en el inodoro y un olor a alcohol hizo que se despabilará. Eso intensificó su tenue dolor a uno insoportable, sintió que se deshidrataba. Abrió la canilla del lava manos y no salió nada. Decidió quedarse ahí, de a ratos abría la puerta y veía lo mismo que ya no estaba en su casa y se mentía a si mismo diciendo que era pesadilla. Pero luego de 20 horas adentro del baño pensó “no es una pesadilla esto es real”.
Escuchó un ruido que lo sobresaltó, una camilla aparentemente se abría paso por el pasillo. Federico abrió la puerta y corroboró que no había nadie, estaba solo, o eso creía.
Volvió a sentarse en el inodoro, “no me queda otra opción, voy a tener que salir y revisar. Por alguna razón estoy aquí”. Aprovechó que el dolor de cabeza había disminuido y se aventuró al exterior. Al salir golpeó la pared del final del pasillo. Y se encontró con que era sólida, pero una solidez perfecta. Parecía que estaba en un sótano, el golpe sonó como si estuviese bajo tierra. Siguió caminando y notó que una luz blanca, parecida a la de los quirófanos, se encendía en el lugar, está lo cegó por unos segundos. Luego sintió una somnolencia que lo hizo perder el equilibrio y se desvaneció.
Se despertó luego de mucho tiempo, se dio cuenta porque el piso de parque estaba marcado en su cuerpo formando llagas por la presión, además su cuerpo estaba adormecido. Se preguntó cuantas horas estuvo en ese estado. Su boca estaba muy seca, casi deshidratada. Caminó hasta la puerta número uno, la golpeó un par de veces pero nadie respondió, al abrirla vio que adentro solo había un escritorio con dos sillas, a diferencia del resto de la casa ese lugar estaba pulcro y bien decorado. El único detalle que lo asustó un poco fue la oscuridad del lado del escritorio, similar a la persona que va a atender la consulta, y lo más extraño era una luz blanca similar a la que vio más temprano, alumbraba potentemente el espacio que correspondía al paciente. Divisó un poco mejor en la obscuridad forzando la vista, lo que le causó una jaqueca peor que las anteriores, y alcanzó a notar una camilla contra la pared. Parecía un consultorio médico.
Al acercarse una voz en el escritorio le dijo – Hace mucho que te estoy esperando. – era tan grave y profunda que estremeció a Federico.
Continuará…
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