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Única

“La risa, junto a las manos y los pies, son los rasgos más reveladores de una persona.”
El Adolescente, de Fiódor Dostoievski.

Hay rasgos y gestos que, entre otras cosas, no valoramos o apreciamos por la cotidianeidad de la rutina, como la sonrisa. Pequeño gesto universal que todos hacemos y entregamos. Gracias a la vorágine de la rutina en la que solemos vivir, no le prestamos la suficiente atención e importancia, y se convierte en asunto baladí para nosotros. Así como en su momento les conté la importancia y el significado de las miradas, hoy les contaré sobre una sonrisa primorosa dueña de una belleza cautivadora. Trataré de describirla tal cual la veo yo.

Los rasgos inequívocos de esa hermosa figura la hacen única. Es, a mi forma de ver, muy espontánea, porque de la nada aparece y te agolpa los sentidos que, muy confiados o descuidados, como suelen serlo, andaban con la guardia baja. Y uno cae vencido ante ella. Es libre, porque no depende de alguien para asomarse ni presentarse. Es desvergonzada, porque no tiene miedo de que la vean tal cual es, con sus virtudes y defectos. Y lo que más me gusta es que cuando la veo me despierta una energía, me genera algo adentro, algo un poco misterioso quizá, pero me hace sentir una calidez y una paz interna como quien observa el crepitar de la leña en el fuego de una fogata. Tal vez me genera eso porque, como la fogata, ambas arden con una intensidad propia, única. Además, es de esas en la que uno piensa todo el día, como las estrofas de una canción pegadiza de la radio, como un spoiler precoz en Facebook, como el primer amor, así, después de verla, se hace un recuerdo inmarcesible.

Podría ahondar en una exhaustiva búsqueda por intentar encontrar una sonrisa que de vueltas en mi cabeza como la de ella, pero no se encuentra en cualquier lado. Esas aparecen (y doy gracias que haya aparecido) para maravillarnos, para contemplarlas mientras nos inunda la vista con su encanto. Los sentidos se hacen cómplices de su sonrisa a nuestras espaldas, y los subleva, primero la vista, los ojos traidores y cobardes se rindieron en el primer cruce ante tal majestuosidad. Debe haber un vasto mundo de sonrisas, pero  todas son facsímiles de ella.

Sus labios carnosos, a veces de rojo pasión y lujuria, otras de violeta destellante y sensual, me fascinan y me ponen a fantasear, su textura, su calor, su lisura, su exquisitez. Verlos arquearse me genera una estrambótica sensación orquestada, donde su curva meliflua deja entrever e incita a pasmarse con la blanca albura de sus dientes, a modo de luz de luna, y de a poco me va quemando con el ardor de su brillo, y me agolpa los sentidos inundándolos con su encanto inconmensurable. Además me despierta una vibración interna donde mis ojos perciben una danza, y me hace sentir una sonoridad de otro nivel. Esa sonrisa es luz de héspero brillando con fulgor, es un paisaje donde no hay lugar para la desdicha ni la amargura. Me hace tan bien como el primer mate de la mañana. Debo admitir, sin ningún atisbo de sonrojo, haber pasado noches insomnes de letras liosas y  aventuradas, buscando encontrar los versos que describan esa sonrisa con una impronta digna de una nota.

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