Era un hermoso día de verano, sol, brisa y ese silencio que hasta el canto de un ave podía oírse. La familia Alou decidió recorrer el bosque en busca de un lugar cómodo donde acampar.
Lograron instalarse junto a un laguito. El hijo menor de la pareja, Cristian, jugaba con un barco a cuerda que le habían regalado hace un tiempo su abuelo Elmer para su noveno cumpleaños. Su hermana mayor Kayla observaba curiosa lo que al parecer era un pequeño animal que se movía de forma chistosa entre los árboles.
El Sr. Alou y su esposa Yelina discutían sobre quien prepararía la cena. Pasaron veinte minutos hasta que se dieron cuenta que Kayla no estaba, sólo estaba su muñeca de trapo. Regalo de hacía tres navidades atrás. Desesperadamente se adentraron al bosque, había comenzado a atardecer, cuando pudieron visualizar entre ramas y hojas a la joven niña, quien reía y hablaba con alguien que no estaba allí. Parada, gesticulando y conversando con la nada… sumida en la más absoluta concentración.
En cuando vio a sus padres, inmediatamente su sonrisa se esfumó del rostro. El Sr.Alou la tomó del brazo y la regañó, ella entrelazó sus dedos con los de su madre y caminaron hacia el campamento. Miró atrás, y con una sonrisa macabra se despidió de aquella sombra que la miraba mientras se alejaba. Sombra que nadie más podía ver.
Esa noche, mientras dormían, el pequeño Cristian despertó sobresaltado. Alguien había jalado de su oreja. La oscuridad inmóvil se mezclaba con los sonidos del lago y el viento. Al girarse vio unos ojos brillantes que lo observaban, Kayla estaba a su lado, sin emitir sonidos, sentada de una forma desafiante. Ella sólo lo miró como si no lo conociera, se acomodó de una manera rústica, casi inhumana y volvió a dormir. Parecía una especie de animal.
Al día siguiente todo fue risas y juegos, hasta que al atardecer una vez más, Kayla desapareció. Emprendieron su búsqueda nuevamente, ya con los ánimos calientes. Llegaron al sitio donde la hallaron el día anterior pero no encontraron a la jovencita. Volvieron al campamento. Yelina no pudo contener sus lágrimas de desesperación, su esposo encendió su pipa y tras largar la primer bocanada de humo logró oír una pequeña risa femenina, siguió el sonido por varios metros junto al espejo de agua. Su hija jugaba con las piedritas húmedas de la orilla, mientras hablaba en teoría sola y comentaba algo a alguien que no se veía. Gritó su nombre y ambos regresaron a sus tiendas.
Marcaron las 3 de la mañana, Cristian despertó con su corazón a punto de explotar, su hermana estaba fuera de la tienda hablando con el aire, estaba muy preocupada y angustiada, sus sollozos alertaron al niño quien salió a toda velocidad de la tienda. Kayla lo miró temerosa, le dijo que no se acercara, le suplicó que no la tocara. El niño, de forma prepotente, le ordenó en voz baja que guardara silencio. Su hermana lo retó… le dijo que era un estúpido y que le hiciese caso esta vez.
Cristian se llenó de ira, cansado de los retos le reprochó a su hermana mayor por todos esos momentos de vergüenza que ella le hacía pasar, ella replicó las burlas de manera irónica, entonces el niño se abalanzó sobre Kayla comenzando una lucha silenciosa y violenta. La jaló del cabello hasta la orilla del lago, dispuesto a arrastrarla más allá para que el agua turbia tapase su rostro. En ese momento una sombra espesa emergió de los árboles, su forma amorfa era más tenebrosa que la misma oscuridad, tomó al niño de su pijama azul y se lo llevó a lo más profundo del lago. La lucha había terminado. Kayla sonrió a su cómplice, volvió a la tienda y se dispuso a dormir.
Al día siguiente Noal y Yelina Alou pasaron horas buscándolo. Entonces llamaron a la policía y agotaron sus recursos tratando de encontrar a su amado hijo, pero todo fue en vano. Pasaron los meses y no había noticias de Cristian.
Una tarde de Julio, la Yelina lloró de rodillas junto a la cama vacía de su pequeño y con un suspiro pronunció “feliz cumpleaños”. Lo que jamás imaginó fue que su hija le cortara la garganta. Con sus últimas fuerzas extendió su mano hacia la puerta mientras veía a Kayla caminar de la mano de una figura translúcida. Ella sonrió y con una voz tierna dijo “volveré al bosque, luego de que termine con papá”
Escrito por Loly Altamira en el grupo de Facebook “Mendoza Tiembla: Historias de terror de Mendoza”