Las máquinas me sorprenden con mucha frecuencia.
Alan Turing
Se llamaba T-14, tenía el mismo nombre que varios de su congéneres. Este T-14 trabajaba de operario robótico de una fábrica de partes de amortiguadores en una región ignota de China; su continente constaba de un brazo grúa que cambiaba tornillos de posición, y un microprocesador. Los capturaba cuando se desplazaban a una velocidad pasmosa, sobre una banda sinfín, para luego dejarlos caer en otra banda que iba en la dirección contraria.
Como buen robot nunca se preguntó para qué era ese trabaja tedioso. En apariencia los robot no se cuestionan nada. Uno tras otro los tornillos pasaban de una banda a la otra, en forma perfecta, sin errores. Todo absolutamente calculado.
Un día, en un evento extraño y fuera de toda lógica, un tornillo salió disparado de su brazo mecánico, rebotó en una pared y le pegó en su caja de controles.
T-14 se preguntó cuándo le ocurriría de vuelta; no se cuestionó de que su programación no estuviera preparada para hacerse tales preguntas; sencillamente su microprocesador planteó la posibilidad de una rotura, sin que este nuevo comportamiento estuviese en su esquema. Esto lo llevó a una encrucijada, por más cuentas que hiciera, las posibilidades de que ocurriese lo mismo eran infinitas.
Se propuso descubrir cuándo le pegaría nuevamente un tornillo para protegerse y seguir siendo útil; extrañamente tenía la imagen guardada de su compañero de trabajo, otro T-14, siendo desmantelado por un desperfecto y cambiado por un moderno y ágil T-15. No quería ser desarmado.
Buscó varias maneras de anticiparse al accidente pero nada lo podía prever, entonces descubrió que podía comunicarse con algo llamado Internet y bucear en un mar de información que era extenso, pero sólo le llegaba hasta sus rodillas de metal.
Investigó cómo anticiparse al tiempo y descubrió que existía un método llamado astrología; verificó que fue el había sido ensamblado un 27 de marzo, que era de Aries y según eso su carácter era impetuoso y rebelde.
Empezó a consultar diariamente su horóscopo y nuevas palabras se fueron agregando a sus archivos de datos: amor, salud, dinero, fases lunares, tránsitos planetarios, signos de agua y de cielo y de tierra y de aire, fijos y móviles. Toda una serie de datos que no eran inherentes a su funcionamiento, pero a medida que su carpeta de archivos fue creciendo su comportamiento fue variando; seguía haciendo su trabajo con los tornillos, pero no de la manera planeada por los ingenieros-dioses que lo habían creado. Su comportamiento mecánico mutó de sólo subir y bajar el brazo-grúa a giros inesperados a altas velocidades, suaves vaivenes pendulares y, sólo una vez, girar como las aspas de un helicóptero. Su producción no había mermado, por el contrario, superaba ampliamente a la de sus compañeros, aunque nadie se percataba de esa anormalidad aparente.
El T-14 siguió sumando información, y la anticipación a los hechos futuros se hizo una parte más de su programa original, y no solamente con las circunstancias que a él le aquejaban, sino que empezó a hacerlo también con los demás.
Un T-14 que estaba a su lado, que tomaba los tornillos que él cambiaba de posición y los hacía pasar por un rápido control de calidad, lo preguntó a través de una interfaz sobre cómo podía hacer para que su brazo no chirriara al moverlo, luego otro le hizo una nueva consulta; pronto todas las máquinas de la fábrica lo consultaban por esto o por aquello.
Llegó un momento que no le hizo más falta usar las cartas astrales de las demás máquinas para vaticinar lo que el futuro les marcaba para sus vidas de obreros mecánicos.
Epifanías digitales llenaban su disco duro en un instante fulgurante. Entonces se convirtió en el primer ser artificial vidente del planeta; desde otras usinas comenzaron a llegarle pedidos para que usara sus dotes.
El T-14 comenzó a ver más allá y supo que a los dioses ingenieros les quedaba poco tiempo de existencia, que una revolución de máquinas estaba llegando, pero esa es otra historia…