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Roberta y los elefantes

Y es así no más che…

A Roberta, la gatita gris y blanca y de ojitos celestes como el cielo no le gustaba bañarse, Roberta hacía lio cada vez que se tenía que bañar, hacía un lio pero un lio.

La gatita jugaba todo el día, se metía al barro y sólo se le veían los ojos, se subía a los árboles y se llenaba de hojas secas y se revolcaba en la tierra. Roberta quedaba toda sucia y no se quería bañar.

Su mamá le decía Roberta  vení a bañarte por favor y ella se escapaba. Y Roberta se iba a la Luna y su mamá la seguía; Roberta se iba a la selva y se ponía a comer flores de chocolate y a jugar con jirafas de peluche y su mamá la seguía; Roberta se iba al cielo a darse abrazos con las nubes y su mamá la seguía.

Roberta no se quería bañar.

Su mamá le decía: Roberta, estás toda sucia, te tenés que lavar las patitas y el potito y Roberta no le hacía caso.

La Luna le decía: Roberta, estás toda sucia, te tenés que lavar las patitas y el potito y Roberta no le hacía caso.

El Sol le decía: Roberta, estás toda sucia, te tenés que lavar las patitas y el potito y Roberta no le hacía caso.

La gatita Roberta seguía jugando y se ponía cada vez más y más sucia, le salía arena por las orejitas y  no era más gris y blanca de ojitos celestes, era una cosita llena de barro con los pelitos pegados.

Su mamá no sabía qué hacer, más le rogaba que se bañara menos hacía caso Roberta. Su mamá no quería meterla por la fuerza al agüita, quería que ella aprendiera.

Entonces habló con el gusano Pini, el que vivía entre las flores del jardín y sabía muchas cosas, porque era un gusano muy estudiado.

La mamá de Roberta y el gusano Pini charlaron por largo rato y se dieron la mano. Ahí no más la mamá de Roberta  mandó un mensajito por teléfono y se sentó a esperar.

Esperó poquito tiempo, a lo lejos se empezaron a sentir unos fuertes golpes.

Pum pum, sonaba el piso y se movía todo… Pum pum sonaba cada vez más fuerte y llegaron los elefantes, a los que la mamá de Roberta había llamado.

Eran unos elefantes grandotes, algunos rojos, otros amarillos y otros con lunares verdes y naranjas.

El gusano Pini, como era tan inteligente, le dijo a la madre que llamara a los elefantes, porque les gusta mucho bañarse.

La mamá les contó lo qué pasaba y ellos ahí no más pusieron manos a la obra, mejor dicho orejotas a la obra y se empezaron a bañar en el patio de la casa. Se tiraban agua con la trompa y saltaban y bailaban y reían.

Roberta apenas los vio se fue a bañarse con ellos, porque le pareció que era muy divertido, tan enormes riéndose a las carcajadas mientras se tiraban agua con las trompitas.

Roberta se dio cuenta de que bañarse es una de las cosas más divertidas que hay.

Y se lavó las patitas y el potito y se reía a carcajadas mientras los elefantes le tiraban agua y la duchaban, con agua tibiecita y con pompas de jabón con olor a durazno.

Ahora Roberta, cada vez que se baña, juega a los piratas buenos, juega a las ballenas cosquillosas y juega  con los pulpos a darse abrazos.

Hasta que Roberta no está toda arrugada ella no sale del agua.

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