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Aprendiendo a escribir

“¿Hay algo más significativo que esto?” Preguntó él mirando sus manos entrelazadas.

En el medio de alguna plaza céntrica la gente golpea sus hombros al pasar, como si no existieran. Porque en realidad no existen, al menos no en este mundo. Es que se nota a leguas que cuando están juntos pueden mirarse y leer en sus ojos todo lo que el corazón encierra. Son ellos los que caen rendidos ante un parpadeo o ante una facción en particular.

Cuando están juntos sus cuerpos terrenales se suspenden y  sus almas se enlazan en el infinito. Desaparecen. Por eso ahora están parados en el medio de una multitud, abrazados y sellando los pasajes con los labios. Y la gente, esa que siempre será gente, los esquiva erradamente, sin entender ni siquiera el mínimo de sus acciones.

Se estudian, se reconocen y se encantan mientras despegan. Se sumergen en un mar de dudas, pero lo hacen seguros de ellos. Pues ahora están juntos, abrazados. Él para ella y ella para él.

Son esas inmensas pequeñeces en la ciudad que la hacen embellecerse. Esos destellos en lo cotidiano de las cosas son las que se deben aprender a descubrir y a cuidar. Así como ella lo cuida a él…y él a ella.

La noche aprieta en mi cuaderno mientras el paramo frena mis letras. Hoy estoy sentado en algún banco de plaza observando, y tratando de sacarle provecho a la prerrogativa de dejarme ser. Pero hoy no estoy solo. Es la metamorfosis de una nueva musa que aparece. Ella, que le saco el polvo a mis emociones y las dejo a flor de piel, ella ahora me acompaña  y trabaja horas extras sin escatimar esfuerzos. Tantas veces descubrí lo agridulce de la soledad y tantas veces desaparecí en vida que hoy me veo recompensado. Está y estoy. Ambos escribimos el mismo cuaderno, ambos somos las mismas letras y sentimientos.

Estoy aprendiendo a escribir de nuevo, y lo nuevo ya no me asusta porque somos dos para hacerle frente a lo que paraliza.

Suspiro, como solo ella sabe que lo hago. La miro y decidimos, sin hablar, poner el punto final al relato que la ciudad hoy me brindó. Nos paramos juntos del banco mientras aquellos dos protagonistas siguen en el medio de la plaza. Decido hacer una conclusión final en algún marco de una hoja descarriada:

La gente hablará del clima, ellos hablaran de todo.

La gente apresurara las horas, ellos detendrán las agujas.

La gente siempre será gente, ellos siempre serán uno.

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