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Caleidoscopio: “El amigo de un amigo”

Vero llegó a Roma consciente de que le había dicho a Cami que iba para Madrid. El “detalle” era para saber por dónde podría llegar a enterarse que estaba en Roma. Tramperas para la rata de Robles. Nadie sabía el horario en que viajaba ni el destino y el boleto era a su nombre para que no quede ningún registro en Brewster. Pasó los registros de equipaje y al salir al playón central, tropezó con una mujer que llevaba unos paquetes.

— ¿Vero?

Vero abrió los ojos.

— ¡Camila! ¿Qué hacés acá?

— ¿Pero vos no ibas a Madrid?

—Sí, pero… Pero esperá, ¿qué hacés acá? Te hacía en Buenos Aires. No tenés casa todavía. ¿Cómo es que no me enteré de tu viaje?

—Es que vine con un amigo.

Para Vero fue como decirle hasta el DNI de Miguel.

—Pero, Camila, vos en Buenos Aires… Mirá, Camila, tenés derecho a salir con los amigos que quieras, pero estamos en pleno desarrollo de esta cartera y no podés ir y venir porque te inviten a hacer un viaje, aunque sea a la misma Roma. Necesito que estés enfocada en este proyecto de Brewster…

—Es que él es de Brewster.

¡Magia! Cami le iba a dar por fin la definición de quién era Miguel Robles. Vero sabía muy bien que Robles no trabajaba en Brewster. Lo estaba agarrando en una mentira.

—Y ¿quién es tu amigo? ¿Lo puedo conocer?

—Bueno… No es un “amigo”…

—¡Aaaapa…! Me parece que te estoy viendo las cartas…

Vero no podía disimular su alegría. No conseguía volver al tono severo de hacía minutos. Sentía que tenía a Miguel Robles en la palma de su mano, ya que ella era jefa de Vero, y podía pedir todas las explicaciones del caso. Y encima la ingenua de Cami le decía que no era su “amigo”, Robles estaba en el horno.

—…es el amigo de un amigo, y es de Brewster.

— ¡Qué ganas de conocerlo! —Vero quería mantener el enigma sobre su nombre para que la sorpresa le saliera natural. Iba a decir que lo había visto en Brewster cuando Camila y él fueron a hablar con Lozano—. Y ¿en qué sector de Brewster trabaja?

—No, no es empleado, está en la dirección de Brewster Europa.

Vero se detuvo. Sus reacciones la estaban poniendo en evidencia, no podía disimular las emociones de tantas sorpresas. Directivo… No, no podía ser Miguel Robles, aunque la reacción de Chango cuando ella lo mencionó… No, no tenían que verse, necesitaba saber más de él antes de encontrarse cara a cara. ¿Cómo retrocedía?

—¡Uy, Camila, perdoname, me están esperando!  Con la sorpresa de encontrarte se me olvidó.

La mente de Vero iba a mil. Se moría de ganas de preguntarle el nombre, pero si llegaba a ser Miguel ya no podría después hacerse la que no sabía quién era el misterioso Robles. Pero por otro lado… ¿sería Robles? ¿Podía ser Robles directivo de Brewster y pasar tan inadvertido? Averiguarlo era simplísimo, apenas un llamado a Pranna bastaba, solo que se perdía esta oportunidad sorpresa. ¿Preguntaba el nombre… o no?

—Ah, te están esperando. Bueno, probablemente nos encontremos en algún momento.

—Sí, y ahí me presentás a tu amigo.

—Bueno, Vero, cuando tengas novedades del alquiler avísame así me mudo.

No aguantaba las ganas de preguntarle dónde iba a parar mientras tanto, pero esa era una pregunta de mina, no tenía nada que ver con el plan. Y Vero no cometía ese tipo de errores. Le dio un beso y salió corriendo hacia la puerta, tomó el primer taxi y, mientras se alejaba, sintió la insatisfacción de que algo había hecho mal. En algo se había equivocado.

—Pranna, necesito que me averigües si Robles es directivo de Brewster Europa.

—Ya te puedo decir que no. Sé cómo es la composición del directorio…

—Pranna, necesito que lo averigües  hoy. Podría haber sido incorporado recientemente y tengo un dato que podría explicar mucho de Miguel Robles, y si no, mucho más de Camila.

—Ya me pongo a averiguarlo. Después te llamo.

Vero cortó el celular y después de unos minutos recién pudo escuchar la canción de la radio y el paisaje que se movía por la ventana del taxi.

*         *         *

—Hola, Rafa.

— ¡Qué bueno verte, Fran! Espero que ya estés en condiciones de ponerte manos a la obra.

—Rafa, quiero agradecerte la paciencia que me tuviste. Anoche cuando reaccioné…

— ¿Anoche? O sea que todavía estás mal.

—No, no, Rafa. Ya estoy bien. Y no quiero pensar más.

— Pero ¿qué fue lo que pasó? ¿Qué fue lo que te pegó tanto?

Fran se rió.

—Rafa, de verdad que no quiero pensar más. En otro momento lo hablamos, pero ahora necesito llenar mi cabeza con otras cosas.

—Me parece una muy buena actitud, Fran. Y empezamos ahora. Vas a encontrar sobre tu escritorio tres libros anillados…

—Los vi cuando llegué.

—Son libros que te van a explicar un poco cómo funciona el tema del petróleo en Brewster. Leelos. Pasado mañana tenemos una reunión sobre el tema y vas a dar una exposición sobre el tema.

— ¿Pasado mañana? Pero me va a llevar un tiempo leer los libros.

—Sí, es que no sabía que venías hoy. Los vas a leer acompañado de dos tipos de Brewster que saben mucho del tema. Podés hablarles con confianza que son de mis entrañas. Eso sí, hoy y mañana no te vas a las seis, te vas a las once. A las veintitrés.

Fran no dijo nada. Demasiada paciencia le habían tenido. Además sabía que era una buena manera para sacudirse la modorra de la autocompasión. “Sí, Rafa”, le contestó y salió de la oficina. Apenas cerró la puerta Pranna marcó un número y se acomodó con su sillón mirando la ventana.

— Pranna.

— Claire, ¿cómo estás?

— Bien, ¿qué necesitás?

— Perdoname que te moleste, pero necesito saber si en el directorio de Brewster Europa hay alguien llamado Miguel Robles.

— No…, ¿Miguel Robles…? No. Ninguno.

— Era eso nomás. Perdoname que te molesté.

— No molestás, Pranna. ¿Cuándo vas a andar por acá?

— ¿Estás en Roma?

— No, por eso te lo pregunto. ¿Cuándo vas a venir por acá? Me debés un paseo por piazza San Marco.

— Y cantar “No volveré” en una góndola a la caída del sol.

— Sí, y yo voy con la mandolina. De verdad, si venís avísame que quiero verte.

— ¿Podemos negociar lo de cantar en la góndola?

— No. Además, turro, esa apuesta la hiciste convencido de que ganabas. Habrías sido inflexible conmigo de haber estado en tu lugar. El Truco no es lo tuyo.

Se rieron.

— Probablemente vaya en dos semanas, pero todavía no sé.

— Venite con boleto de Brewster. Yo lo arreglo.

Pranna iba a marcar el número, pero prefirió mandarle un mensaje. “Robles no es directivo de B Europa”. Send. Vero leyó el mensaje y volvió a mirar por la ventana. Entonces no era Robles el que estaba con Camila. O tal vez Robles no se llamaba Robles. O a lo mejor Robles era el amigo del directivo de Brewster Europa. Volvió a tomar el teléfono pero, para su sorpresa, Chango esta vez no atendió.

*         *         *

Pranna tomó el saco pero antes de salir de la oficina la secretaria le pasó un llamado.

— Pranna, soy Eduardo Cortés. Tengo datos concretos de que desde Buenos Aires están investigando a gente de Brewster Europa. ¿Esto es así?

Pranna se quedó helado. No recordaba haber cometido tantos errores en toda su carrera de director de Brewster Buenos Aires. Se había confiado mucho en llamar a Claire a Venecia para preguntarle por Robles. Claire era miembro del directorio de Brewster Europa y, más allá de la confianza que se tenían podía estar involucrada en el “caso” Robles. Su “No” a la pregunta de si Miguel Robles era miembro del directorio de Brewster Europa acababa de quedar sin validez. No podía confiar más en Claire.

— Voy a averiguar, señor Cortés.

— Llámeme cuando sepa algo.

Pranna y Eduardo Cortés se detestaban. A Eduardo jamás le gustó la relación que Pranna tenía con Margaux, la millonaria dueña de un inmenso imperio mundial, pero a pesar de aquella relación, Pranna no podía pasar sobre Cortés que era el presidente de Brewster Internacional, entre otras cosas. “Mi vida es caminar sobre huevos” dijo alguna vez en un asado, y volvió a recordar sus propias palabras.

Salió de su oficina con el amargo sabor de la traición. Claire y él habían tenido una historia muy breve hacía muchos años, cuando ambos eran solteros, y luego mantuvieron una amistad muy agradable y sin confusiones, solo eran amigos. Los dos estaban felizmente casados. Pero esta puñalada que le llegaba por Cortés nunca la habría imaginado de la mano de Claire. Lo que lo llevaba a la pregunta inmediata: ¿quién es Miguel Robles, y qué quiere?

Llegó a su casa, entró, todo estaba en silencio, como siempre. Sus hijos estarían en lo de sus amigos, su mujer en lo de una amiga… Solo escuchó los ruidos de alguna olla de Merceditas, la cocinera. Siempre era así. Se sentó en el sillón y volvió a hacerse la pregunta de sus desvelos. Nunca había sentido que un tema se le fuese de las manos cómo esta vez. Nunca había cometido tantos errores. Su misión no era nada compleja, de hecho Fran ya estaba empezando a estudiar los libros sobre el negocio del petróleo, en poco tiempo lo estaría enviando a Roma y terminaría su encomienda, pero ese tal Robles involucrado en una misión de tan poca envergadura…

—Señor, me dijo la señora que le avise que se queda a dormir en lo de Martina, su amiga.

— ¿Y los chicos?

— La señora los llevó a lo de su madre antes de irse.

—Gracias, Merceditas.

Quería saber quién era Miguel Robles pero no podía saber con quién estaba acostándose su mujer. Agradecía al cielo haber logrado dejar de amarla hacía unos años, cuando sus amigos le mostraron que era evidente que su mujer picoteaba historias por cualquier parte. Él también era culpable, no sabía lo que era una familia, nunca lo supo, y se dedicó a darles todo lo que él no tuvo. Como si a su mujer le interesase. Hoy ya no la amaba, pero la quería. Ella era la que le preparaba sus cumpleaños, se acordaba las cosas que le gustaban, lo cuidaba cuando estaba enfermo… Qué humillante es no saber amar. Ya había declarado a su matrimonio como muerto, y aceptaba sin reclamos esa forma rara de convivencia. Ella su parte para con él la hacía como nadie en la vida lo había hecho. Y eso le alcanzaba. O más que alcanzarle, era su mayor fortuna, su sueño de la niñez. Y, mal o bien, lo había conseguido.

Tomó su celular y armó otro mensaje. “Me retracto, no sé si Miguel Robles forma parte del directorio. Cuidado con las averiguaciones, saben que estamos investigando”. Send.

Vero leyó el mensaje y suspiró con amargura. Voy a tener que hacer el trabajo sucio, pensó.

(Continuará…)

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