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La explicación a la ley del embudo en Mendoza

Los facheros están acostumbrados a que se los levanten las minas, se los chamuyen las minas, se los parlen las minas, se los garchen las minas y le corten las minas, por panchos e insulsos.

Un tipo pintón desde chico, jamás tuvo que remarla con una mina, ya que siempre se le ha hecho fácil, pero… pasada la excitación, si el facha no tiene algo que dar, queda en el olvido y es relegado por la fémina.

En cambio, el feo tiene que equilibrar la balanza y hacer uso de lo que dios le dio (el habla) para compensar lo que dios no le dio (la facha). Es por ese motivo que el feo tiene que ser encantador, simpático, entrador y persuasivo.

El lindo no está entrenado, no tiene training, no le han dicho que no. Incluso le teme tanto a ese bendito “no” que nunca ha recibido que jamás se anima a tirarse a la pileta. Se siente tan lindo e invulnerable que un “no rotundo” mancharía su orgullo de hombre para el resto de sus días, por lo que si no es en el boliche (lugar especial y con más chances de levantar) no atina ni levanta sospechas.

Por otro lado, el feo está acostumbrado a remar en dulce de leche. Como va con el “no” seguro, está preparado para ser negado, peinado, pateado y tajeado por cualquier lugar que su fea cara lo permita. Pero, lo que este extremado esfuerzo le deja, es la capacidad de que todos los terrenos sean su “territorio de batalla”, entonces ahí lo ves al feo tiroteando desde el boliche hasta en el Súper Mercado. No hay cola que el feo no perdone, así sea de banco, Rapi Pago o cobro de subsidios. Como así tampoco hay cuerpito el que el feo descarte ya que toda mina es una misión imposible para él.

Encima el lindo, por su carácter de bello, tiene que vestirse acorde a su pinta, moverse en un vehículo acorde a su facha y exigirse a realizar solo cosas copadas y con onda, mientras que el feito puede hacer de la vida lo que se le cante, ya que todo lo transforma en una herramienta para el cortejo, desde trabajar en la puerta de un Persa vendiendo orégano, hasta ser un empresario exitoso. El feo tiene la capacidad de acomodar todo su entorno para sacarle el jugo, no como el lindo que se tiene que estandarizar para no desentonar.

Entonces vamos al meollo de la cuestión, donde entran las nenas. Las minas que se le tiran al facha son las feas o las atorrantas, las facilongas, esas babosas que están deseosas de tocar un cuerpo bello, sin importar si el tipo sabe sumar dos más dos o algo más interesante que una rutina de gimnasio, y sin importar su reputación, ya que al lindo lo deben encarar si o sí. Por otro lado las minas verdaderamente lindas saben que no se tienen que escarchar así nomás, cual suripanta de calle céntrica, sino que salvaguardar un poco su imagen, ya que vivimos en una provincia en extremos conservadora. Por ese motivo, la linda espera que la saquen a bailar, que le hablen, que la cortejen y que se la levanten. Ella no va a buscar ni en pedo al hombre, por más lindo que sea. Ahí es cuando, de la nada, aparece el feo, con toda una misión que emprender frente a sus ojos.

Entonces, el facha se queda con las trolas y el feo parlando a morir a la rica. La rica, resignada y divertida, le termina dando bola al feo por valiente y el facha se queda con los togas por maricón y corto.

Obvio que para toda regla hay excepciones…

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