Una tarde cualquiera, acomodando viejos muebles, revolví los cajones del viejo escritorio y encontré, escrito con mi caligrafía torpe y siempre aniñada, tu número de teléfono.
Habían pasado un par de años desde que escribí los dígitos. Recuerdo que aquella noche te reíste y me preguntaste por qué usaba un papel y un lápiz para anotar un número en una época donde la tecnología está en el bolsillo de todos. Dije que me parecía más romántico escribir. Y así estuvimos durante cuarenta y cinco minutos hablando del significado de la palabra romance y de cómo el amor se había adueñado de un sinónimo de galantería.
Recuerdo todo: llamarte a los cuatro días, tal vez aguardé ese tiempo haciéndome el interesante, o tal vez fue por mi propia forma de ser despistada. Recuerdo escuchar timbrar el teléfono y no encontrarte del otro lado.
Dejé pasar una semana para intentar otra vez. Ahora temía haber anotado mal tu número cuando finalicé de marcar. Pero no, alguien atendió. Sólo que no eras vos. Era tu compañera de departamento, la que me dijo que no vivías más ahí. No pregunte adonde te mudaste, no quise ser inquisitivo, después de todo coincidimos una noche en el bar. Una noche que se transformó en una mañana juntos.
Colgué algo desganado. Nunca más supe de vos ni te volví a encontrar…el destino es un mal jugador a veces.
Olvidé para siempre aquel pedazo de papel hasta hoy, que después de un par de años lo volví a encontrar. Tal vez esté más maduro, o más “romántico”, pero me arrepentí de no haber vuelto a llamar. Me arrepentí de no haber preguntado por vos.
Esa vuelta no te encontré, y nunca vamos a saber “qué hubiera pasado si…”. Probablemente nada. Lo más seguro es que hubiésemos tenido un par de charlas, algunos encuentros furtivo. O tal vez seriamos el uno para el otro. Nunca lo sabremos y nos convencemos de que no vale la pena averiguar. Nos repetimos para adentro que “ya fue”, y nos negamos la chance de las miradas de ilusión, de los abrazos cómplices…de los besos que podríamos habernos robado. A veces los estigmas sociales son más fuertes que las mismas ilusiones y nos dejan un vacío que ni el mismo tiempo puede llenar.
No tiré tu número de teléfono que jamás volveré a marcar. Lo volví a dejar en el cajón del viejo escritorio. Tal vez en un par de años lo vuelva a encontrar y sonreiré; pero no solo por aquella noche…sino por lo que podríamos haber logrado.
Muy bueno!
Abrazo
Ahhy Que ternuron nostalgico