– Chileno y zurdo… no, perdoname Rusito pero no te puedo ayudar, y ya me estás cagando, mirá si el teléfono está pinchado.
– Tito, por favor – dijo al borde de las lágrimas – están en la otra cuadra, entran a todas las casas, el jefe del Operativo es Lombardo, vos lo conocés del club, odia a los judíos… soy boleta. Tito, no me abandonés.
– ¿Donde está?
– En mi pieza, lo tengo todo pensado, venite en el auto de tu viejo, dejalo sin llaves, entrás a la cocina, charlá con mi vieja que no sabe nada… está en el asiento de atrás, tapado con una campera.
– Es un peligro Rusito, además yo juego esta tarde, podemos ser campeones con Tamarindos.
– Por eso mismo, voy con vos a la cancha, apurate que ya están cerca.
Parecía que el plan se cumplía, la rural Fiat verde estacionada. Tito que ingresa a la casa y se pone a charlar con doña Sara, que extrañada le pregunta: “¿Samuel va a acompañarte a la cancha? Que raro”… El aviso del Rusito desde la puerta. Subidos al auto, Sara que les acerca una bolsita con frutas y otra con cosas que dejaron los nietos, por si quieren festejar.
Va a arrancar el auto cuando dos soldados, uno en cada ventanilla se aparecen de repente junto a la orden: “Abajo y abran las puertas”… se terminaba la historia antes de empezar. Pero se hace presente Lombardo, gringo, colorado, ojos claros, transpirado… en una mueca junta mirada, nariz y boca, reconoce a Tito. Los soldados se alejan.
– Tito – exclama – ¿que hacés acá?, tenés que estar concentrado – Esa tarde Tamarindos se juega el campeonato ante Honor y Patria, no es una final, pero parece, están primeros con un punto de ventaja, última fecha y juegan de local.
– No puedo dormir ni descansar, estoy nervioso, además juega mi hermano en la tercera – miente Tito.
Lombardo lo toma del brazo y casi al oído le pregunta si su amigo es Umansky… frunce el ceño preocupado – ¿En que anda el rusito este?
– Atiende la librería del padre, nos conocemos de toda la vida, fuimos a toda la primaria juntos.
– Si, está bien, pero vos sos un laburante, jugás en un club de barrio, rodeate de los tuyos, con los que no te infecten. Mirá Tito, las ideas extranjerizantes le han hecho mucho daño al país, pero vamos a salvar a la Patria, otro día lo charlamos – terminó de decirle en voz baja – Bueno vayan… – Entonces miró el asiento de atrás y se volvió como loco – La puta que los parió, seguro que fue idea de éste, dijo mirando al Rusito.
Tito y su amigo estaban pálidos, Lombardo los había descubierto… pero no, el mismo grandote uniformado se encargó de aclararlo….
– ¿Cómo se les ocurre llevar pirotecnia en estos momentos? – Doña Sara les había dado unas cañitas voladoras para festejar, y al tirar la bolsita atrás, arriba de la campera habían quedado al descubierto – Mierda, ¡saquen eso de inmediato! – y cuando los soldados se distrajeron se arrimó a Tito – No, no, pará… ¿viste esos que andan de civil? Son una cagada, no van al frente como nosotros, solo alcahuetean, delante de ellos no puedo demostrar debilidad ni hacer concesiones – Pensó mucho antes de hablar – Mirá, en el otro Operativo está el Perro Navarro, hoy es el cumpleaños de la hija, la mujer le pidió que hiciera un asadito y lo mandaron acá, está de pésimo humor, mas “perro” que nunca – pensó ante la mirada atónita de los dos muchachos – A ver, a ver… ah, ya sé, yo le llamo por radio para que pasen tranquilos, él sabe que soy dirigente del club. Miren, váyanse por Olascoaga, ellos están después de la subidita pasando el Zanjón de los Ciruelos, si se paran antes, hagan como que se bajan a mear y tiran todo… ¡Ah! – continuó – ¿vos seguís en el puesto de la feria?
– Si – respondió Tito.
– Mirá Tito, si somos campeones y vos hacés un gol te hago entrar a una repartición. Hay gente que me debe favores – se le acercó al oído y cantó bajito obligando a que Tito hiciera lo mismo – Siento un ruido de pelotas, y yo sé, y yo sé lo que será, es el team de Tamarindos, Tamarindos que es campeón – culminó con una estruendosa carcajada a modo de despedida.
Al arrancar el auto Tito gritó – ¡¿Que hacés pelotudo?! No mirés a los costados, siempre de frente – Una sucesión de sonidos llegaban nítidos, gritos, sollozos, golpes, órdenes, corridas. Unos metros mas adelante, Tito rompió el silencio – Buen tipo ese Lombardo.
– ¡Que decís! –contestó el Rusito – un torturador no puede ser un buen tipo, ¿sabés las cosas que se cuentan de él?
– Se dicen tantas cosas de muchos – dijo despacio el futbolista y dio por terminada la conversación.
Samuel, el Rusito, sabía que no solo le estaba haciendo un favor, tal vez le estaba salvando la vida, por eso no le contestó.
Divisaron el Zanjón de los Ciruelos, el canal estaba bastante sucio – Pasame la fruta que se la doy a los milicos – dijo Tito y como una broma de mal gusto disparó – Si el chilote no sabe nadar no es mi culpa.
***
El primer tiempo terminó cero a cero, las cosas no venían bien, en la tercera Honor y Patria había ganado 3 a 0, el hermano del Tito no la vio ni cuadrada y lo expulsaron cuando llegó a destiempo a una pelota.
El 7 de ellos era más actor que jugador, se tiró a la pileta en el área y el árbitro cobró penal. ¡La que se armó! rodearon al hombre de negro, entraron los hinchas, volaron puños… y de la nada apareció el Oficial Lombardo, ya sin uniforme, con una ridícula gorra de invierno en pleno verano, tirando trompadas a diestra y siniestra apartando a todos hasta llegar al árbitro, parecía un enajenado defendiendo a quien supuestamente los estaba perjudicando.
– A mi no me van a suspender la cancha – gritó al referí – Mire, este es el Comisario Padilla de la 26, él le garantiza que se van a ir en un patrullero y escoltados, no suspenda el partido y que se patee el penal.
Fue penal y gol, y el gol fue gritado por un reducido grupo que ocupaban el lugar, no la tribuna, porque no la había, destinada a la visita. Volaron sillas, mas piñas y un hombre mayor terminó con la cabeza rota, lo llevan a la ambulancia y otra suspensión. Otra vez Lombardo echando a patadas a los mas belicosos hinchas – Barrabravas a mi, ahá, y estoy desarmado, ¿eh?
Nueva promesa de paz y el partido continúa. Contradicciones del ser humano, el torturador que le pega a un desarmado, se expone defendiendo una causa noble… esto no lo exime de la condena ni el castigo.
Pasan los minutos, quedan poco para el final, Tamarindos juega mal… hasta que Montaña y De Marinis, que juegan como de memoria, hacen una doble pared, y el Tito le pega con una potencia tal que logra vencer la que parecía inexpugnable valla de Paraffioriti (también con ese apellido como no iba a ser arquero). Es gol, es empate, es campeonato, alguien abraza y alza al Rusito… El Tito como loco no deja que nadie lo abrace. Corre hasta la tribuna… y llora en los brazos de Lombardo.
Fue demasiado para Samuel, que se fue caminando de la cancha como pateando piedritas. No le importó ni se dio cuenta de nada, ni del pitazo del árbitro, ni de la Vuelta Olímpica, ni de los cánticos, ni de la salida del patrullero, de la ambulancia, del “Dale campeón” que atronaba toda la cuadra.
Eran muchas sensaciones para una sola tarde. Pero se detuvo solo en una, cuando pararon frente al campito antes de llegar al Zanjón de los Ciruelos, en las aguas contaminadas del canal, el pánico que sintió cuando una rama se enredó en la campera azul y quedó al descubierto… el Long Play de Víctor Jara… Chileno y zurdo.
Escrito por Chino Zavala para la sección:
Jaja..muy bueno..
Muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuy bueno!!!! Y muy triste
Eran tiempos fieles al relato. No podías sentirte seguro ni estando seguro…
El pequeño Zippito…de pantalones cortos..transcurre el año 1936…