“Brevedad es el alma de la agudeza”
William Shakespeare
I
Tomó el veneno con decisión, alevosía y premeditación; luego subió a una silla, se colocó una soga en el cuello y se colgó; cortó sus venas con paciencia y sabiduría; se sumergió en la bañera y arrojó un tostador encendido en el agua burbujeante; puso en su sien el caño beligerante de un revólver oxidado y apretó el gatillo hasta que se acabaron las balas; se arrojó al paso de un tren soñoliento, luego al de un camión agotado y por último al de un tranvía asmático. Nada de eso resultó, seguía siendo inmortal.
II
Un robot acunaba a otro más pequeño.. los metales de ambos cuerpos se sentían tibios y suaves, casi como algodón al sol. Se miraron a los ojos y el robot menor le sonrió por primera vez al otro; entonces este dejó escapar una lágrima por la emoción.
III
Una hiena caminaba por la medianera, buscaba carroña para sobrevivir, miraba la ropa tendida, mojada y perfumada y se comió la punta de un mantel a cuadros, verdes, amarillos y rojos; lo escupió, desengañada. Un malvón huérfano también fue a parar a sus fauces, éste sí le gustó.
Ha decidido quedarse a vivir en el patio, tendré que tener cuidado cuando salga, no sea cosa que no la vea y le pise el rabo y se crea que soy un pedazo de carne podrida y abandonada.
IV
La computadora me miró a los ojos y casi en un susurro me dijo: estoy cansada.
V
La música caminó por las paredes; como un funámbulo avezado. Se comió una tortita raspada sin pedir permiso y se acostó en mis oídos y se quedó dormida.
VI
Él esperaba en la parada de colectivos; ella, con su mano titubeando por el vértigo del movimiento, tocó el timbre para descender. El micro se detuvo en un estertor de líquido de frenos. El subió, ella descendió; en el ínterin sus miradas se cruzaron por un segundo una única vez, pero se siguieron mirando en el recuerdo y buscándose por siempre.
VII
La traición usa bufanda para que no le vean la cara.
VIII
Caen gotas de sol y se desparraman sobre las cabezas, hombros y pechos de los que transitan el camino. Partículas ígneas sobre carne helada. Chisporroteo sobre los dientes sudados. Vientos sobre la saliva, calma chicha y remolinos de sangre. Entonces el camino se vuelve mar. Un caminante bajo las gotas de sol espera que sus rodillas, dientes y saliva dejen de hervir en el piso líquido de la ruta. Cuando todo esté en calma vendrá la redención, un nirvana sin caducidad.
Wow! Cuantas emociones juntas en tan breves relatos… Me encanto!
Microcuentos que son enormes.