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De amores y resentimientos

Adrián era un chico como todos, como la mayoría de los de su edad. Se levantaba a las 7.30 para ir al trabajo, esperaba el micro en su parada, siempre era educado y dejaba subir primero a las señoras, si era necesario le dejaba su asiento a las personas mayores.

Llegaba a horario como de costumbre, se sentaba en su escritorio y empezaba su día laboral. Su compañera Jimena le pedía un café con leche y el cómo buen chico se lo preparaba, luego sus otras compañeras también le pedían un café y él no podía negarse, si le preparaba a Jimena ¿porque no le podía preparar a sus otras compañeras?

Jimena le agradecía por el buen gesto pero las demás compañeras no eran tan educadas y no le decían ni “Gracias”. Jimena se peleaba con sus compañeras por eso, pero a Adrián no le molestaba o no decía nada. Luego de su jornada laboral partía para la Universidad del Aconcagua, iba a tercer año de su carrera y ya tenía toda su rutina armada.

Y ahí estaba ella, su amor platónico, la que no podía sacar de su mente, esa que estaba en sus más lindos sueños, la chica que lo tenía loco desde el primer momento que vio esos ojos celestes claritos, esa mirada que lo derretía lentamente y lo dejaba mudo cada vez que la veía. Lucía era todo su mundo, pero apenas se conocían de la facultad y solo hablaban muy ocasionalmente. En algunas que otras juntadas donde habían amigos en común o en las puertas de la universidad.

Adrián cada vez que iba a la facultad la veía pasar y no podía evitar sonreír al verla. Mientras sus compañeros se le reían y le hacían gestos para decirle que disimulara un poco lo que sentía.

Lucía siempre andaba por los pasillos de buen humor, con una sonrisa delicada y acompañada de su pequeño grupo de amigas con que solía juntarse. Tenía buen gusto para vestirse, siempre eran atuendos sutiles y delicados. Solían juntarse a tomar y comer algo mientras estudiaban en grupo con sus amigas y compañeras en el “Graduados” a un par de cuadras de la Facultad.

Adrián solía pasar por aquel bar de camino a su parada y la saludaba a la pasada y ella le devolvía el saludo con un gesto cortes y educado. Nunca se animó a hablarle aunque sea un rato, su personalidad no lo ayudaba mucho, era bastante vergonzoso y un poco introvertido, además el veía que era muy linda ella como para pensar que iba a poder intentar.

Hasta que una tarde de Septiembre, después de tantas vueltas, discusiones con amigos, horas de consejos de sus compañeros, noches de insomnio, se animó a invitarla a salir a tomar algo esa tarde algo calurosa, con un sol a pleno, hojas caídas en esas acequias del centro y un viento seco característico de nuestra Mendoza en esta época.

Adrián como todos los días paso por el bar donde solía estar su Lucia a la salida de la Facultad, la vio a ella y se acercó a su mesa. Lucia vio a Adrián acercase, sacó esa sonrisa bella y lo saludo. Hablaron un ratito de cosas de la facultad, algunas que otras materias hasta que fue directo al grano. Adrián junto coraje y le hizo la pregunta del millón en frente de todas sus amigas, “¿Queres salir a tomar algo?”.

Lucia quedo desorientada unos segundos, no sabía qué hacer. Le caía bien pero no para tanta onda, sabía que era un buen chico y no le quería hacer pasar el papelón de su vida en frente de todas sus amigas, así que acepto salir con él para no avergonzarlo y traumarlo el resto de su vida. Hablaron un poco más y Adrián se fue para su destino. Mientras sus amigas se reían de Lucía por aquella vergonzosa invitación que tuvo que aceptar.

El lugar donde se juntaban era cerca de su Facultad, en otro bar de la calle Catamarca. Adrián llego primero, estaba agitado, traspirado, miraba la hora cada rato, ya había leído el menú unas 20 veces y se preocupaba por saber si iba venir o no. Mientras miraba de vuelta la carta, sintió que alguien apoyo una mano en su hombro, se dio vuelta y era ella. Entre los nervios y la emoción casi se la lleva por delante al saludarla, solía entorpecer sus movimientos en momentos como estos.

Se sentaron, le mostró el menú para que viera que iban a pedir mientras hablaban un poco. La charla se hizo agradable, entre risas y chistes entraron más en confianza. Comieron el postre, Adrián pidió y pago la cuenta y mientras seguían hablando antes de irse, se jugó todas las fichas en la primera salida… le dijo todo lo que sentía por ella. Y entre un “Desde que te vi me perdí en tus ojos” y un “Me gustas” precoz, ella decidió acabar con todo antes que fuera tarde. Interrumpió a Adrián y en una oración dijo todo lo que debía decirle desde un principio… “Adrián, sos un buen chico pero solo te quiero como amigo, perdón”.

El silencio se adueñó de aquella mesa. En eso sonó el celular de Lucia, una llamada de alguien, atendió. Colgó y le dijo a Adrián que la estaban esperando afuera para llevarla a su casa. Él la acompañó y la saludó con un frío beso en la mejilla mientras ella caminaba rumbo al auto. Mientras la veía a unos metros, vió a un chico en ese auto. No era su padre, no era su hermano ni un familiar. Lucia se acercó a aquel chico bien vestido, más grande que él, lo abrazo muy cariñosamente mientras reía con esa hermosa sonrisa y subieron al auto.

Adrián se fue hacía su parada, esperando que pasara el último micro de turno para volver a su casa, no tenía para tomarse un taxi. Esa cena fue más cara de lo que tenía pensado y rogaba que tuviera un poco de suerte en esa fatídica noche.

Después de esperar 40 minutos en su parada pasó el último micro. Mientras volvía su mente no podía dejar de pensar que había hecho mal, si él era atento, cumplía con todos sus deberes, y siempre era educado con el sexo femenino.

Esa noche apenas pudo dormir unas pocas horas, y no soñó con su Lucía. Tuvo un sueño muy atípico y confuso. Sonó el despertador a las 7.30 como todos los días y se levantó. No se despertó angustiado ni triste, no sabía el porque, pero tenía en claro algo, algo que había entendido después de todo eso… Él lo había entendido de la peor forma: “La Friendzone es cruel, pero necesaria”.

Llego a su trabajo aquel día, pero él se sentía raro, no sabía que era pero sentía que no era el mismo Adrián de hace unos días atrás. Algo cambio en su mirada, en su postura, en sus gestos. Al principio sus compañeros no se percataron. Solo una persona se dio cuenta ese día…

Continuara…

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