Tenía tanta ropa juntada que pensé que me iba a agarrar pila de hongos por la humedad, si se me habrá juntado que hace tres días estoy lavando y no termino más. Hace frío pero… ¿qué importa?, con el frío seca y el sol blanquea todo. Pero si hay humedad ¿qué se puede hacer? Y hoy hace un frío de morirse pero yo me pongo un buzo sobre otro y tá. No me puedo dar el lujo de haraganear, si no aprovecho ahora quién sabe cuándo voy a poder lavar. Ahora el barrial está un poco más seco, el primer día me puse las botas de goma, es que si me mojo los pies después me da frío en todo el cuerpo y no puedo mojarme las medias, es uno de los dos únicos pares que tengo. El primer día de sol todos los gurises salen a chapotear en el barro, me costó dejar a mi botija salir a jugar porque la ropa limpia le quedaba hecha un asco y se me iba a quedar sin qué ponerse. Pero la Yoselin me convenció de que no me preocupara, que cualquier cosa ella me daba algo de los pibes de ella, que dejara que jugara: —Pero gurisita, si no los dejamos jugar en este agujero, ¿qué les queda? —me había dicho y supe que tenía razón. Así que ahora no me preocupo tanto o capaz me preocupo pero me hago la tranquila, es lo mismo… el gurí se me porta bien, ¿cómo no lo voy a dejar jugar? No sé si fue un milagro o qué, pero el nene nunca me dio laburo. Y eso que no conoce al padre, el muy sinvergüenza cuando le dije que había quedado preñada se mandó mudar, sólo quería “aquello”. Ni siquiera tenía la suerte de la Yoselin, porque a mí un pariente lejano me dejó en el barrio. Ahora pienso que mi vieja también la quedó como yo, pero soy mejor porque ella me dejó. No sé para qué mierda me tuvo si después me iba a dejar. Estoy acá desde que tengo memoria y con la Yoselin somos amigas desde gurisas, ella tiene un montón de hermanos, abuelos y primos. Todos viven en el rancho, no sé cómo hacen ´pa dormir todos amontonados pero eso no me importa porque siempre que iba me decían —Vení, m’hija, tomá la leche con la Yoselin que te calenté una taza ‘pa vos —. La Yoselin también quedó cuando yo, y el guacho que la preñó se fue a la mierda pero la familia se hizo cargo, lo criaron como a un hermano más. Y después vinieron los demás, y pasó lo mismo, porque los hombres sólo quieren eso y después arreglate como puedas. Mi gurí siempre fue buenito aunque yo era mamá sola, será porque se daba cuenta de que no había nadie ‘pa cuidarlo si yo no estaba. Él va solito al almacén, igual ya está grande, pero yo no tengo que pedirle, es cosa de él. Y eso que pasa tanto tiempo sin mí, es que mi patrona me larga muy tarde porque los nenes de ella sí que son unos malcriados bárbaros, lloran y patalean pero no puedo rezongarlos porque me ponen de patitas en la calle. Si esos botijas fueran míos seguro que no se harían los vivos, pero la madre les da todos los caprichos. Nunca les alcanza nada, siempre el padre les trae esos juguetes carísimos de los viajes, pero los botijas juegan una hora y ya se aburren. Y qué trabajo ‘pa comer que dan, la patrona me hace cocinar varias veces porque gritan —¡Esa porquería yo no la como! —qué manga de atrevidos, con lo cara que sale la comida y ella que no le pone los puntos sobre las íes. La doña tiene todo pero pienso que no por eso los botijas tienen que hacer cualquier cosa, qué le cuesta criarlos bien. Pero ella siempre les dice —Si mi amor —a todo, tamaña patada en el culo merecen, de verdá. Me vienen con la cabeza llena de piojos y no se dejan, un laburo de la gran siete ‘pa sacarles todas las liendres y los bichos me dan y nunca se les van. El patrón está muy poco, dicen que es una persona muy importante y que pasa viajando, qué suertudo, yo no creo que vaya a subir a un avión en mi vida. Y la patrona me los deja y se va a la peluquería con las amigas, a veces creo que no tiene gana de estar con los críos, estas estiradas son muy raras. Mi gurí no tiene nada que ver con esos y yo no hice nada especial pero la patrona se pasa leyendo libros ‘pa que los de ella se porten mejor pero no le sirven ‘pa nada porque cuanto más grandes más bravos. Yo no tengo que leer nada y mi botija es un santo. Además me trae el carné y la maestra siempre me dice que le gusta mucho la escuela. Me salió estudioso, pero no es cosa de salir creo yo, no tengo todos los libros de mi patrona pero creo que no es cosa de salir, es cosa de darle amor porque yo soy sola y mi niño es buenazo, mi patrona tiene a la madre de ella pero es una vieja de esas tan cogotudas que a veces me pongo toda nerviosa porque la señora se merece unas cuantas verdades, pero no hay caso, agarra a los dos guachos y les trae helados en invierno, caramelos, computadoras, y yo no entiendo cómo si los botijas se portan tan mal los premia. Será ‘pa que no las molesten, otra cosa no es, porque mi patrona viene con las manos recién hechas de la peluquería y una vez me acuerdo que uno de los nenes le tiró algo y se puso como loca porque se le partió la uña, hay que ver las cosas que hacen estos chetos. ´Pa mi que el Don tiene mujer en otro puerto, a esta yo si fuera él no me la fumaría ni un segundo y menos a ella y a la madre juntas. Bue, terminé de colgar la última tanda de ropa, ahora ya me voy ‘pa mi trabajo. Allá tienen lavarropas, secarropas, pero hay que ver toda la ropa que ensucian cada día. Y ahí estoy yo ‘pa lavar, ‘pa secar, ‘pa planchar, porque la señora siempre me dice —Todo planchadito, hasta las medias, ¿okey? —Si será boba, ‘pa qué habrá que planchar las medias. Estos pitucos sí que son bobos, pero si lo llego a decir me van a venir con todo eso de que como vivo en el Cuarenta Semanas soy una envidiosa y de verdá que no les envidio nada… Pero ‘pa ellos los pobres somos todos lacra, eso le oí decir a un amigo del patrón un día que tomaban whisky, se le escapó al otro viejo sin darse cuenta de que yo estaba limpiando atrás de él, claro si ‘pa ellos nosotros somos muebles. Pero yo lo escuché. Y bueno, así es. Los botijas chetos tienen pila de lío en la escuela, no hacen ni una suma, y la patrona no hace nada, yo digo que hay que tratarlos con más rigor, digo yo, no, decir no digo nada porque de patitas en la calle me van a poner. Pero pienso. A la doña sólo le importa que tengan los cuellos blanquitos.
Esrito por Anna Donner para la sección: