/Desilusiones

Desilusiones

Primer capítulo: De amores y resentimientos
Segundo capítulo: Un corazón frío
Tercer capítulo: Sentimientos escondidos
Cuarto capítulo: Éxtasis
Quinto capítulo: Inmarcesible
Sexto capítulo: Abrazo de almas

Ambos no queríamos que ese abrazo se terminase, pero después de un tiempo prudencial nos dejamos de abrazar y no pudo mirarme a los ojos, sus lágrimas cubrían su hermoso rostro. Le ofrecí un pañuelo para que pudiera secar su dolor. Ella fue un rato al baño para arreglarse un poco, durante ese instante no pude evitar pensar en lo que me dijo, dejó ver su lado más íntimo. Fue como un libro dejándose al abrir para revelar todo su interior, todo lo que le hacía mal, me sentía un privilegiado en leerla por completo sin la necesidad de desprender su blusa.

Lucía volvió, esta vez más calmada, podía sentir que había dejado atrás una pesada mochila que antes cargaba sobre sus hombros, esa mueca de angustia fue cambiando con ayuda de mis chistes malos por una pequeña sonrisa, sus ojos azules se volvieron a ver intensos como hace unos días atrás, su cabello recogido sobre su hombro izquierdo, ese hermoso cabello rubio que dejaba volar mi imaginación. Mientras me contaba sobre sus problemas en la infancia y adolescencia no pude evitar mirarla cada vez que movía sus labios, no podía creer que la tuviese en frente mío contándome sus problemas, sus secretos, su vida.

Pasaron un par de horas y ya era tiempo de despedirnos. Antes de irnos me dijo:

– Gracias Adri por todo, discúlpame si te hice pasar vergüenza por… eso.

– De nada querida, y no tenes que pedirme disculpas.

– Que vergüenza, no soy de hacer esas cosas en público.

– Está bien, si no hiciste nada malo. Cuando quieras nos juntamos a tomar otro café. Esta vez sin lágrimas – dije para romper la tensión.

– Ay Gracias, en serio. Me siento mucho mejor ahora.

Y en ese momento mostró esa tierna sonrisa suya, mientras su mirada hacía contacto con la mía. No pude evitar sonreír al ver esos ojos azules que tantas veces me derretían a lo lejos y ahora los tenía tan cerca de mí.

Ella se dispuso a darme un abrazo antes de irse, mientras se acercaba sus brazos me tomaron arriba de mis hombros invitándome a tomarla por la cintura. Mientras me abrazaba, apoyo su cabeza sobre mi hombro derecho, y al ir soltarnos, sus labios quedaron a centímetros de los míos como si los buscaran, sabía cómo hacerme pecar y yo… Tenerlos tan cerca. ¡Dulce Tentación!

-Nos vemos en la Facu, cuídate y cualquier cosa me avisas.

Cada uno se fue para su lado. En el camino no pude dejar de pensar en sus labios…

***

Me acuerdo cuando mi vieja me decía que enamorarse y esos asuntos con los que nos gusta autodestruirnos era cosa de idiotas. ¡Cuánta razón tenía! Otro sábado sola, como los que padecía antes de “tenerlo” a Adrián, aunque en realidad no lo tengo. La puta madre, necesito un psicólogo, perdóname querido televisor por tolerar mi catarsis pero no puedo sola.

Si estaba todo bien, ¿cuántas veces tenés que escribirle a alguien para darte cuenta que te importa y cuántas veces tienen que clavarte el visto para darte cuenta de que a él le pasa todo lo contrario? Malditos los libros que hablan de finales felices y maldito el celular que no para de clavarme tildes azules. Maldita yo que creo ser lo suficiente importante para que él olvide su pasado de boca en boca, mientras yo tomo una taza de café, me fumo un pucho, puteo a las estrellas porque ellas sí tienen compañía en la terraza mientras espero la caída de algún misil en mi cabeza que me haga entender que no significo nada en su vida.

Un garche, un beso que nos permita ser uno alguna vez y nada más. ¿Quién en su sano juicio se permite enamorarse de alguien que no te da motivos? Yo tendría que haberme ido a Calcuta o a Estambul, ahí por lo menos se justificaría un poco más mi nivel de soledad. ¡Ya sé! Lo voy a llamar, es obvio que me va a atender, a ver… voy a buscar su número entre mis contactos. “JAJAJAJAJAJA” ¡Perdón! No pude evitar reírme de mi nivel de negación, a su número lo sé de memoria. Vamos a lo nuestro Jime: ¡Llamalo de una puta vez!

Suena, buena señal. Apa, casilla de mensajes y sonó solo tres veces. O le robaron el celular o el imbécil me cortó. Imbécil él o imbécil yo por enamorarme de alguien a quien no le importo. Idiota él o idiota yo por esperar todo lo que yo estuve dispuesta a darle. Si Mahoma no va a la montaña, la montaña no debe mensajear mil veces a Mahoma. El lunes cuando lo vea en el trabajo voy a hablar con él, quiero las cosas claras. No tolero no saber nada de él. ¡Me odio a mí y lo odio a él por volverse imprescindible!

***

¿Qué voy hacer con Jimena?, ¿Qué haré cuando nos veamos en la oficina?, ¿Le tendré que contar que me junte con Lucía?, ¿Qué me pasa con Lucía? No pude dejar de pensar en todo el fin de semana. No sabía que decirle y apenas le respondí sus mensajes, no le pude decir por mensaje que la vi a Lucía, iba mal entender todo. Maldita mi suerte que no conteste sus llamados, ahora pensara que no le quise hablar. El lunes le cuento todo de una vez, así no hay mal entendidos.

Lunes gris, algunas gotas caían sobre el cielo. Llegue un poco mojado al trabajo, la moto no es buena compañera para estos días. Aún no había llegado Jime, ese día tenia reunión con algunos clientes y mi jefe, no tuve otra opción que esperar terminar para verla a ella.

Pfff como hablan los socios, ese acento aporteñado lo detestaba, ojala termine pronto. Me esta carcomiendo la cabeza todo esto, apenas puedo prestar atención. ¿Qué hora será? Queda poco para salir y aun no la veo. Por favor que termine rápido la reunión…

***

Qué largo el viaje de vuelta, apenas pude llegar al trabajo. No he dormido casi nada, y encima las insoportables de mis compañeras me anotaron con tardanza porque llegue 10 minutos tarde, no estoy de humor para discutir con ellas, no quiero ni verlas.

¿Dónde estará Adrián? ¿Porque no ha llegado aún? No puedo más con todo esto, tendré que hablar con él.

***

Ya falta media hora para salir, y no termina esto… Basta por favor. Al fin, mi jefe pidió una pausa para ir a almorzar. Menos mal, espero poder verla aunque sea un ratito.

Me dispuse a buscarla en su escritorio pero no estaba, la buscaré en mesa de entrada, a lo mejor está atendiendo algún cliente. Entonces apareció ella… ¿Lucía? ¿Qué hace ella acá? Me vio y me sonrío. Esa hermosa sonrisa radiante suya había vuelto, esa mirada profunda, su cabello rubio con rizos dorados. Me acerqué a ella. No pude evitar sonreír de oreja a oreja.

– Hola Luh ¿Qué haces por acá?

– Holaaa, Quise pasar a saludarte un rato, ¿Estas ocupado?

– No, recién salgo de una reunión.

– Qué bueno, en realidad quería agradecerte por escucharme el otro día que estaba mal.

– No fue nada, que bueno que estas mejor. Nada, espero que te haya hecho bien hablar. Y solo me queda por decirte que vos sus dueña de tu vida y de tus decisiones, no tenes porque escuchar o hacer lo que te digan los demás, vos debes hacer lo que sientas mejor para vos.

No pude evitar sonreír al verla tan alegre, nunca me pude resistir a su mirada, su sonrisa, podía sentir esa energía contagiosa de ella. Me despidió con un beso en la mejilla y quedamos en vernos en la Facultad más tarde.

***

No puedo creer que al salir del trabajo, lo único que me motive sea verlo a Adrián. Me dijo el chico de seguridad que lo vio en la puerta de salida, no tengo ganas de discutir. Supongo que si no pudo responderme los mensajes y llamados que le hice es por algo importante, y aunque no lo fuera no me importaría. ¡Ese hombre me vuelve loco!

¿Ese es Adrián? Sí. Pero ¿Con quién está? No pude reconocer a quien acompañaba a Adrián y me armé del valor que sienten los que saben que van directo a la guillotina y me acerqué. Era ella, Lucía, la mujer que había enamorado a quién me había enamorado a mí. Pero ¿Qué hacen juntos y acá? ¡La abrazó! Por estar con ella no tuvo tiempo de buscarme mientras estuve internada durante cuatro horas en esa oficina que me seca el alma y quien creí me había devuelto a la vida, me estaba matando con ese abrazo que no era para mí, con esa sonrisa que yo no le provoqué.

Y mi amor murió en el instante en que pude ver que la miraba como yo lo veía a él, que le acariciaba el pelo como alguien que cuida a quien ama y yo solo podía ver esa escena e implorar que fuera todo un mal sueño. Pero no, esas cosas no solo suceden en las películas. Después de ese momento sentía que nada podía ser peor, incluso creo haber sentido alivio por haber encontrado un motivo para dejar de quererlo, juré que no lo iba a amar más. Pero me estaba mintiendo y no quería saberlo.

Quería que murieran junto conmigo las ganas locas de ir corriendo y reclamarle mil cosas, pero yo nunca fui de esas que piden amor, no sabía cómo hacerlo. Me conformé con verlo feliz con ella, después de todo la había deseado tanto. ¡Nada de lágrimas Jimena! No quiero hacer papelones, junté los restos de ilusión que quedaban guardados en unos mensajes que nunca respondió y deseé con todo mi corazón que sea feliz. Lo merece, y me resigné, yo también iba a estar bien.

***

Solo quedaban unos minutos de mi jornada laboral, así que me dispuse a buscar a Jimena para hablar antes que sea tarde, pero ya era tarde… Cuando me di vuelta, la vi a unos metros míos, con una mirada de angustia y desazón, sus ojos al punto de quebrarse al llanto. Ella se dio medio vuelta y antes que se fuera me acerque rápido para hablarle. Le dije casi a los gritos para que no se vaya:

– ¡Jime, espera un minuto! ¡No te vayas!, por favor déjame explicarte…

– Ya está Adrián, no tenes nada que explicarme, si no somos nada. No me debes explicaciones, ni yo te debo explicaciones a vos.

-Pero no es lo que vos piensas, déjame contarte, déjame explicarte por favor.

-No hace falta explicarme nada, te vi… te vi como la mirabas a ella, con esa mirada que te iluminan los ojos, que te dibuja una sonrisa al verla, con esa misma mirada que tengo cuando te veo, o cuando te veía…

-…

No pude emitir palabra alguna, no había palabra que saliera de mi boca, el silencio se adueñó unos instantes en el peor momento. Y antes de irse sentencio una oración que fue un puñal en el corazón:

– Chau Adrián, que sean felices juntos.

Se fue, se fue herida, con su orgullo y corazón por el piso. Devastada y sin consuelo por lo que vio ese día. No encontré explicación en ese momento, fue como una tormenta, destrozo todo en un instante. ¿Qué hice? ¿Por qué no le dije todo desde un principio? Estaba destrozado. No podía creer que había lastimado a la mujer que quería, que siempre estuvo a mi lado, a mi compañera, a mi amiga, a la chica más buena y dulce que había sido conmigo.

Ese día no pude ir a la facultad, la angustia se adueñó de mí. Esa tarde llovió todo el día, miraba desde mi cuarto como las gotas caían de a poco, como de a poco iban mojando el asfalto y el suelo seco, ese olor a petricor. No pude evitar pensar en todo lo que había hecho o dejado de hacer esa semana. Esa cena con Jimena para su cumpleaños, esa noche inconclusa, Lucia…todo lo que me dijo ese sábado. La cabeza me explotaba y no podía más. Paro de llover como a las nueve de la noche, y decidí salir a caminar para despejar mi mente. Sin destino, sin hora de retorno, solo a dar una vuelta y sentir ese fresco de la lluvia, ese petricor del suelo. Después de dar unas vueltas quise tomar algo, no sabía dónde, además había andado tanto que no supe dónde estaba. Había un café cerca, no lo conocía pero algo en mi me dijo que ese era el indicado, me dispuse a estacionar mi moto ahí para entrar. La deje en la puerta, entre y me senté en esa barra maciza del lugar. En eso se acercó un señor que atendía y me dijo:

-¿Un día difícil, joven?

-Pero… ¿Cómo?, disculpe pero ¿Quién es usted?

– Mi nombre es Tulio.

Continuara…