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El gran golpe | VII – Ingenieros

 

 

 

Era momento de investigar, de profundizar, de aprender a armar los circuitos que en mi cabeza arrojaban resultados finales. Sabía que no iba a ser tarea fácil, pero mis estudios frustrados de ingeniería y mi capacidad técnica para resolver las cosas aportarían a facilitar el armado del engranaje delictivo.

Lo primero que hice fue comprar varios libros en distintas librerías de la ciudad y otros los encargué por internet. Había mucho de ingeniería civil, de implosiones, de minería y petroleo, pero nada me ayudaba a encontrar lo que puntualmente necesitaba… tenía cierta lógica, no puede ser pública la fórmula para volar por los aires un elemento.

Cuando comencé a bucear en internet y en foros me di cuenta que mucha gente hacía alusión a algo que hasta el momento desconocía. Hablaban de “la punta de un iceberg” y del porcentaje ínfimo de sitios de internet que google muestra. Fue así que llegamos hasta la famosa “deep web”.

Luego de descargar una serie de programas que simulaban cada escasos segundos diferentes IP, logrando imposibilitar el rastreo de la ubicación de mi computadora, comencé a buscar en este espacio enorme, libre y peligroso. Había de todo… literalmente. Pero debí concentrarme en lo nuestro, nos quedaban pocos meses y nada de esto podía fallar, no habría ni pruebas, ni ensayos, ni segundas chances, ni “plan B” respecto a este tema en particular.

En esta particular apertura de internet encontré mucha información sobre la fabricación de bombas de rebote, bombas termobáricas, bombas napalm, bombas de detonación remota, bombas teledirigidas… en pocos días y muchas horas de lectura había aprendido lo suficiente como para dirigir un escuadrón explosivo. Había videos, cuadros explicativos, mapas detallados del montaje, detonación y detalles. Incluso había direcciones en países exóticos donde uno podía comprar hasta incluso montar su propio arsenal explosivo ante cualquier necesidad, sin tener que explicarle nada a nadie.

Volviendo al curso legal de la web hicimos la primera de nuestras compras, un drone bastante interesante. El aparato levantaba 120km por hora, volaba a 700 metros de altura y tenía un alcance de 2km. Una maravilla de la ingeniería moderna. Con aerosol negro mate oscurecí su blanco de fábrica y era prácticamente invisible en contraste a la oscuridad de la noche.

Le hice algunos retoques de sistema y sobre todo de ingeniería, y logré que soportase cargar un peso de 22 kilos, con eso me bastaba para que cumpla su cometido a la perfección. El único problema era el ruido que hacía, parecía una máquina de cortar el césped de gran tamaño, pero debíamos actuar de manera rápida y precisa, por el tiempo invertido en el aparato, sin dudas sería yo el encargado de pilotearlo. Además la idea de radares militares interceptando un aparato de mierda en la ciudad de Mendoza era hasta divertida de pensar, por su imposibilidad.

Mis compañeros deberían realizar otras cosas, el plan estaba desarrollado por completo, pero cada día que pasaba le encontrábamos más detalles y mejoras, esto nos daba seguridad y ansiedad sin límites. Ahora jugábamos en contra del tiempo, ya estábamos a menos de dos meses y aún faltaba construir lo más importante y devastador. Cada etapa del armado de mi artefacto iba de la mano con la posibilidad de hacer explotar media manzana en Dorrego. Debía tener la paciencia de la araña y la mano de un cirujano para no cometer errores.

Cables y dispositivos eléctricos se consiguen en cualquier lado, ya tenía pleno acceso a la Deep Web donde podía aprender lo que faltaba. El armado de radiocontrol que montaríamos sobre el Fiat fue bastante complejo, lo más difícil que hice en mi vida. Sobre todo por el poco espacio que teníamos de prueba. De todos modos tenía que ir en dirección recta, hacer pocos virajes, acelerar y frenar. El volante y la transmisión eran un pulpo de cables, resortes y caños.

La cara del Toro era la menos visible de los tres, todo el día metido en obras privadas no lo conocían ni los vecinos, así que el Pampa se debía encargar de maquillar el aspecto del albañil. El traje de policía que habíamos tomado prestado le quedaba bastante bien, parecía casi a medida, su rostro moreno y rudo iba de la mano a la perfección con un oficial de la policía. Cualquier cambio a realizar debía ser momentáneo y luego su rostro tenía que volver a la normalidad. Nosotros dos íbamos a ir con un equipo especial, no se nos iba a ver ninguna parte del cuerpo. Respecto a esta indumentaria, también el bancario se haría cargo. Había encargado varias cosas por internet y comprado algunas otras en tiendas de ropa de trabajo. Además estaba pintando minuciosamente los detalles de los dos trajes a utilizar. Se veían fabulosos. Ya teníamos toda nuestra ropa casi terminada; Toro haría de policía, Pampa y yo de miembros del Escuadrón Anti Bombas.