/El regreso de Nibiru

El regreso de Nibiru

Nota de autor: Buenos días a todos, antes que lea está historia me gustaría contarte que a Nibiru se lo conoce como el planeta X, que cada 10.000 años produce una extensión masiva en la tierra. Sin embargo, los humanos estaban equivocados, Nibiru no es exactamente un planeta, es algo mucho peor. Espero que disfrute este relato como yo disfrute escribirlo. Desde ya muchas gracias por tomarse la molestia de leer.

La tormenta veraniega azotó durante toda la noche el pueblo de San Martín. Sin embargo no fue impedimento para que Valentín durmiera a sus anchas dentro de la fábrica. Era el primero de mayo del 2017, un día no laborable en casi todo mundo. Pero esta fábrica, Borges S. A., dedicada a la elaboración de productos alimenticios en envases de tetra pack, tenia la costumbre de elegir a uno de los operadores de los equipos para que cubrieran el turno de vigilancia cada fin de semana. Está vez era el turno de Valentín.

Valentín estaba molesto cuando se presentó el sábado a las 18 horas para cubrir su turno. Sabía muy bien que todos sus amigos estarían de fiesta bebiendo y comiendo mientras él se la pasaba trabajando. Lo que él no sabía era lo afortunado que fue al ser elegido ese día.

La noche corrió con una rara tranquilidad, como es habitual en los turnos de vigilancia. Luego de cenar con el portero, notó que algo raro pasaba. Una tormenta eléctrica muy grande se aproximaba desde el sur, trayendo consigo un frío ártico que encrispo la piel de Valentín y del portero. Valentín tomo la decisión de regresar a su puesto antes de que la tormenta se hiciera sentir con más vigor. Ni bien entró en la nave de producción una densa cortina de agua y granizo le nubló la vista. Miró como caía el agua a baldes desde las nubes. Se sorprendió el ver una tormenta tan potente en invierno, pero lo ignoró. No era un tipo de cuestionar mucho las cosas, era más bien de esas personas que aceptan una realidad y no le buscan un porque.

Se encerró en la oficina de los jefes y solo tres minutos después se quedó dormido como un niño. Despertó en la madrugada y notó que casi era la hora de salir. No tenia que esperar a alguien que viniese a reemplazarlo, entonces salió de la nave hasta su vehículo. Pasó por la portería y vio que la luz estaba apagada. No se sorprendió, conocía muy bien al portero, se llamaba Carlos, un hombre ya mayor que dormía siempre que le tocaba el turno nocturno.

Valentín salió por el portón en su auto, encendió el estereo y comenzó lo que él creía que seria su viaje a casa. Solo avanzó 200 metros, cuando un estrepitoso ruido golpeó su puerta haciendo que el auto diera un trompo y que él se golpee en la cabeza. Quedó aturdido, pensó que una moto lo había chocado. Salió del vehículo tomándose el cuello, miró el golpe.

Se quedó atónito al ver lo aterrador de la escena, la puerta estaba completamente hundida, llena de sangre. Lo que había chocado contra el auto dejó impregnada una masa deforme de carne molida que se embarraba en toda la puerta.

Rodeó el auto esperando ver al motociclista, pero se impactó al ver lo que en realidad lo envistió. Un ovejero alemán rabioso estaba en suelo con sus patas rotas, del hocico una espuma brotaba despidiendo un olor putrefacto que revolvió su estómago.

El perro se levantó dolorosamente y comenzó a ladrar a Valentín. Este se dió cuenta lo que pasaría, el perro estaba a punto de atacarlo. Valentín giró en redondo y corrió lo más rápido que pudo otra vez hasta la fábrica. Mientras corría miró por encima del hombro, el perro venía enceguecido, furioso. Sus ojos marrones estaban completamente dilatados, parecían salir de la órbitas. Estaban llenos de sangre y querían alimentarse.

Cuando faltaban solo 50 metros para llegar a la entrada, el ovejero hizo un esfuerzo y logró arrancar un pedazo de camisa. Entró y cerró el portón detrás de él con un solo golpe. El ovejero alemán no se daba por vencido, tomaba ventaja y saltaba casi a 2,5 metros de altura, estaba a punto de saltar el portón. Corrió a portería para avisarle a Carlos lo que le pasó. Pero al abrir la puerta una desagradable escena tumbo a Valentín que cayó de rodillas al suelo.

La fábrica tenía la costumbre de tener dos perros para que ayudarán en el turno de vigilancia. Dos ovejeros belgas, tan negros como la luna nueva, estaban infectados con rabia también y decidieron cenar al portero esa noche. El habitáculo era pequeño, de solo 3 por 3. Pero estaba completamente manchado con sangre por todos lados. Parecía que un tipo había tirado un balde de sangre y viseras en todas las paredes. Los perros no se percataron de Valentín, que observaba cada detalle macabro de esa escena. Uno de los perros, el más grande, estaba mordisqueando la cabeza decapitada de Carlos, que tenía marcado el miedo de la muerte en su rostro. Una sonrisa macabra torcida, una nariz inexistente y un ojo cerrado que parecía estar haciendo un gesto de confianza se grabó en la mente de Valentín que retrocedía lentamente.

El otro perro, un poco más pequeño, se estaca deleitando con un festín de tripas. Había abierto el abdomen de Carlos y se comía los intestinos como si fueran fideos. El olor a sangre coagulada y a maldad que se percibía en ese lugar hicieron que el corazón de Valentín latiera más aprisa y liberará adrenalina. Sintió el impulso de huir.

La nave estaba casi a 50 metros cuando empezó a correr y los perros notaron su presencia, además el ovejero alemán superó el obstáculo que le impedía comer. La carrera fue muy ajustada, Valentín iba adelante por solo 2 metros con los ovejeros belgas. Los ladridos de los perros golpeaban en los tímpanos, haciendo que su presión subiera. Por un momento sintió el fétido aliento de perro en sus talones a punto de morderlos.

Al llegar a la puerta hizo un amague, como si se tratara de un jugador de fútbol. Los tres perros pasaron de largo y se estrellaron con un contenedor de puré concentrado de tómate. Valentín sintió más miedo al ver que los tres perros abollaron el acero inoxidable como si fuese aluminio, sin embargo no se detuvo a mirar y logró entrar. Trabó la puerta y se alejó lentamente.

Se metió en la oficina, encendió un pequeño televisor y luego de un largo rato logró conseguir recepción para ver una imagen

– No sabemos de qué se trata esto – mencionaba un periodista en la televisión. – Esto comenzó anoche. Un ataque de rabia contagió todo tipo de animales, desde perros hasta pájaros, incluso moscas. Todo- El hombre acomodó unos papeles en su escritorio y la cámara captó como una lágrima caía fugazmente. – Tengo que serles sinceros, si alguien está escuchando esto. Es una grabación. Comenzaron a llegar avisos de gente muriendo durante la tormenta, atacadas por animales. En solo una hora casi 250.000 mensajes llegaron. Pidiendo auxilio. De gente con sus hijos descuartizados, gente escondida desangrándose. Pidiendo por el ejército o algo. Pero no hay nadie, estamos solos. Yo estoy solo en el noticiero. Un gato increíblemente fuerte mató a 6 personas frente a mis ojos y yo me escondí aquí. – el hombre no soportó más y comenzó de llorar, luego de calmarse agregó – puedo ver cómo está rompiendo la puerta. Sus patas delanteras están derruidas pero así y todo pudo abrir un hueco y está por entrar. No se cuanto tiempo me quede. Así que voy a ser breve. La tormenta de anoche fue mundial, un evento que se dió en todo el mundo al mismo tiempo. Hay reportes de países donde ya no queda nadie. Imágenes de satélites mostrando calles infestada de muertos alimentando animales como si fueran cuervos. Las balas son inútiles. En estados unidos las calibre cincuenta no lograban matar un perro de raza pequeña. – El hombre miraba de reojo a la puerta – ya me queda poco. Mucha suerte si estás viendo esto. Fue un placer informar por última vez. Y ahora me voy a despedir con mi saludo de siempre – sonriendo agregó – ¡hasta la próxima, que sean felices! – y en ese momento un gruñido aterrador se escuchó.

La comunicación se cortó y el mensaje se repitió nuevamente. Valentín se sentó, tomó su rostro entre las manos. La transpiración caía por su frente. Mil ideas invadieron como un lluvia de verano que se resiste a ir. “Que pasó con mi mamá, mi papá, mis hermanos. Toda la gente que conocí, estoy solo… soy un superviviente.”

Se dio cuenta de lo solo que estaba pero no se asustó, siempre fue un antisocial. Por una parte se alegró, no tendría que soportar más quejas de su familia y sus jefes. Estaba solo en una fábrica enorme en el medio de la nada, con toneladas de comida deshidratada. Quiso hacer el intento de llorar por la segura perdida de sus padres, pero pudo. No sentía nada en su corazón, hasta pensó que realmente nunca los apreció como tales y que tenerlos o no les daba lo mismo. Lo único que lo apenó fue Melina, su pequeña hermana de 6 años que él adoraba.

Salió de oficina y se dirigió directamente a la puerta de entrada. Era un portón corredizo de 3 pulgadas de grosor , por tres de alto y cuatro de ancho. Pensó en la suerte que tuvo al entrar. El portón fue cambiado el año anterior debido a un robo y fue reemplazado por ese blindado. Capaz de soportar la estampida de un camión a 150 km,/h o algo así, no recordaba bien eso. Sin embargo, notó como de apoco se abollaba. Los perros sorprendentemente podían hacer lo que el camión no.

Pensó que quizás resistiría unas horas más, así que tomó un auto elevador y trabó la puerta con el vehículo. Los perros al escuchar el sonido del autoelevador enloquecieron. Golpeaban cada vez más fuerte la puerta, los abollones se hicieron cada vez más y más profundos. Valentín no se asustó, colocó con delicadeza la parte trasera del autoelevador sobre la puerta.

Fue a una ventana para ver el panorama. Era muy desalentador los tres perros estaban bañados en sangre olfateando y golpeando la puerta con todas sus fuerzas. Por un segundo un perro giró, pero por suerte su rostro estaba destruido, los ojos le colgaban de la cara y sangraba como una catarata. Si hubieses estado sano, lo hubiera visto y estaría perdido.

Volvió a la oficina, improvisó una cama y se durmió. En el sueño divisó muchas cosas, la que más lo perturbó fue ver como un pájaro enorme, un carancho para él, se comía a su hermana más pequeña. Mientras él huía dejándola como carnada. Se despertó sobresaltado, la transpiración le recorría la frente. Se levantó, volvió a mirar por la ventana y ahí estaban los tres perros. Molidos, pero aún vivos, pensó cómo sería eso posible. Dio una vuelta por toda la fábrica, observó la comida que tenía. Algunas vencían recién en 10 años, estaba tranquilo. Seguro que para ese entonces todo ya había terminado.

– Y si no – Dijo una voz que rompió la atmósfera de tranquilidad de la fabrica.

– ¿Quien anda ahí? – nadie respondió.

“Seguro que estoy cansado”, pensó, “mejor vuelvo a dormir un poco”.

Antes de acostarse llamo al 911 desde su celular. Una voz automática respondió del otro lado

“Todos nuestros efectivos están ocupados por la epidemia. Sea paciente, apenas se pueda iremos en su ayuda.”

– Lo dudo mucho – dijo Valentín que comprendió que quizás era la única persona en cientos y cientos de kilómetros. Sintió pena de si mismo, encendió la televisión, la radio. Pero solo la estática lo acompañaba. Envió un mensaje de texto pero nadie respondió. Todos los celulares que llamó estaban rotos, excepto en de su padre. Sonó varias veces, un pájaro enorme que estaba en la casa de Valentín lo oyó. Dejó de cenar el resto de la familia de Valentín y con sus desarrollados ojos vio como la imagen de Valentín se proyectaba en la pantalla. El pájaro tomo el teléfono en su pico, salió de la casa por la ventana que rompió al entrar y se fue volando lentamente.

Valentín se sorprendió ya eran las 22 y todavía tenía internet en su celular y energía eléctrica. Buscó información sobre lo que pasaba y vio docenas de vídeos de ejércitos peleando con bandadas de pájaros en el medio de una tormenta, donde los pájaros salían victoriosos. Vió un oso levantar un camión. Unos peces pequeños hundir una balsa.

Puso a cargar su celular. Y comenzó a escribir un diario personal…

“2/5/17: Mi nombre, por si algo me pasa y algún día alguien encuentra esto es Valentin González. Soy un chico de 23 años de Rivadavia. Tuve la suerte de trabajar como sereno cuando la tormenta llegó y de no ver a estos animales en plena cacería. Estoy solo en la fábrica. Un compañero murió atacado por dos perros, yo logré escapar y estoy atrincherado con un depósito de comida envasada solo para mí. Creo que podré sobrevivir hasta que esto termine.”

Al terminar de escribir escuchó una voz a solo dos metros de él “y si no”, dijo claramente. Saltó sobre su silla. Observó alrededor, no vio absolutamente nada. Solo la cama improvisada y el escritorio estaban con él.

– Me estoy volviendo loco – dijo. Y se calmó. Volvió a dormirse. Y estuvo así por casi quince horas.

Cuando despertó se dio cuenta de ya no funcionaba la electricidad ni la señal en su celular. Suspiró profundamente, salió a dar una vuelta. Caminó hasta el otro extremo donde había una barra de seguridad y pensó. “Gracias a Dios que en el depósito hay tanta comida y gracias también por la tetra Ricard”

Esta última máquina tiene la capacidad de envasar restos sólidos de carne, legumbres, cereales y mantenerlos frescos.

– Gracias a Dios – prosiguió – “gracias a dios” – dijo irónicamente – como Dios pudo permitir está extinción de los seres humanos. No queda nadie en el mundo, o eso creo.

Entonces la peor idea cruzó por su mente: “¿Y si se reproducen?, por mas comida que tenga me voy a morir acá, ¿y si logran entrar, que hago? No estoy siendo paranoico, tarde o temprano se van a quedar sin nada que comer y van a morir de inanición. Si… eso va a suceder, estoy seguro, luego saldré y encontraré a más personas.”

– Y si no – dijo una voz, solo que esta vez sonó sepulcral, parecía salir debajo de una tumba. Con un tono grave y pesado. Valentín sintió que los pies se le debilitaban.

– ¿Quién está ahí? – gritó – Salí y hablamos – dijo furioso. Pero nadie respondió. “Debe ser mi mente. Voy a comenzar a ignorarlo.”, pensó.

Almorzó ese día y al lo tener nada que hacer, comenzó a leer unos viejos manuales del escritorio. Entre ellos encontró como construir un radio a baterías de onda larga. Pero el sueño lo invadió nuevamente al leer. Pensó en anotar lo de ese día y dar una vuelta.

“3/5/17: no se que le pasa a mi mente, pero creo escuchar que alguien me llama, o se burla en mis pensamientos. Lo positivo de hoy es que descubrí un manual para construir una radio a baterías. Comenzaré con el proyecto luego de dormir un poco. Lo negativo de hoy es que ví a 7 perros agazapados al lado de la puerta. Todos destruidos físicamente, me pregunto como es posible que resistan semejantes impactos. Si no fuera por el auto elevador seguro que ya estaría muerto.”

Dejó la lapicera y se acostó. Esta vez volvió a soñar con el carancho, solo que en el sueño el pájaro volaba a su lado a baja altura sin esfuerzo con el pico lleno de sangre y restos de prendas rosadas perteneciente a la remera de su hermanita. El pájaro estaba burlándose, disfrutando del pánico que él mostraba al correr. Se despertó asustado y vio que todo estaba tan oscuro que no podía distinguir si sus ojos estaban abiertos o cerrados.

Se acomodó de nuevo y se quedó despierto toda la noche. Imaginó mil futuros que nunca sucederían. En la mañana cuando el sol por fin toco el horizonte logró dormirse. Nuevamente tuvo una pesadilla horrible donde esta vez el carancho impactaba contra la nave donde él se escondía. Rompía el techo, entraba y por loco que fuera el sueño el pájaro sabía lo que hacía y que él era el último humano.

– Y si no… Y si no… Y si no. – decía el pájaro con una voz fantasmal de niña, él creyó reconocerla. Era la voz de su hermanita – Ven con nosotros Valentín se está muy a gusto con nosotros, aquí en la panza de nuestro líder, nutriendo su existencia – una risa diabólica y enfermiza salió del pico del ave – tu eres el último Valentín y vas caer como todos.

Soltó un grito que lastimó su garganta y los perros afuera se pusieron frenéticos. Golpearon con más fuerza la puerta al punto que lograron desoldar la bisagra superior. Un millón de pájaros golpearon el techo de zinc abollándolo. Mil pájaros caían por la ventana, Valentín se quedó estupefacto al ver la lluvia de aves y como se acumulaban en un charco de sangre y tripas. El olor nauseabundo revolvió su estómago. Estuvo a punto de vomitar pero se contuvo, respiró hondo y se obligó a tragar lo que subía por su esófago. Luego de unos 20 minutos la lluvia se calmó, observó por la ventana. La cantidad de pájaros muertos levantaban una barrera de un metro.

“4/5/17: hoy tuve la peor pesadilla de mi vida; un pájaro con la voz de mi hermana me decía que era el último sobreviente y ví una lluvia de pájaros suicidas impactar contra el techo. Creo que tuve suerte porque los pájaros frenaron a los perros que lograron dañar un poco la puerta. Estoy muy asustado, temo que sea verdad que estoy solo. Si es así he pensado que la mejor forma de terminar esto sería el suicidio. Me pregunto qué tan doloroso será morir, que habrá después de que cierre los ojos. Hace una semana mi mayor preocupación era una chica llamada Yésica. Una ex novia con la que intentaba volver. Y mi preocupación hoy es buscar la forma menos dolorosa de dejar este mundo. Pienso como cambió el mundo y me dan ganas de llorar. Pero acepto está realidad, voy a trabajar hoy en la radio de onda larga para ver si encuentro algún sobreviente y pedir ayuda.”

Trabajó arduamente, casi dos días, hasta que lo consiguió, el aparato hecho con bobinas de motor, una batería, varilla de aporte, un micrófono y una plaqueta de una envasadora funcionaba perfectamente. Se sentó en el escritorio y buscó señal todo el día. Solo estática… ninguna señal de vida. Llegada a noche desconectó el equipo, resignado, y se acostó. De vez en cuando escuchaba como un pájaro se reventaba contra el techo o como un perro golpeaba la puerta. Pensó cuanto tiempo más resistía ahí.

– Poco – dijo una voz.

Esta vez Valentín no se inmutó, estaba esperando que eso volviera a pasar .

– Poco no es una medida exacta de tiempo.

– No en realidad no – dijo la voz.

– ¿Eres hombre o mujer?

– Eso no importa

– ¿Y porque estás aquí?

– Eso importa menos todavía.

– Tu eres la voz con la que eh soñado

– Si

– ¿Que relación tiene el pájaro?

– Es el líder. Y lo sabe todo.

– ¿Él formó la tormenta?

– Si – la voz titubeó – ahora somos parte de él.

– ¿De quién?

– Del líder.

– Melina – dijo Valentín, llamando a su pequeña hermana.

Pero la voz ya no contestó, Valentín se dio cuenta de que la voz era la de su hermana. Estaba completamente seguro. Suspiro y se acostó.

Por la mañana anotó…

“7/5/17: anoche oí hablar a mi hermana. No se cómo, pero pasó. Quizá sea mi mente que se está sugestionada y estoy perdiendo la cordura. Me estoy volviendo loco con los animales, queriendo devorarme. El techo ha cedido un poco y he podido ver cómo la luz del sol entra. Mi hermana me dijo que quedaba poco y que el líder lo sabía todo. No sé a qué se refiere. Escucho un ruido, parece estática desde la radio.”

Valentín fue a la radio y logró sintonizar una voz… “Sal Afuera”. Tomó su micrófono. – ¿Hola hay alguien?

– Sal afuera

– ¿Donde estas? ¿Necesitas ayuda, estás herido?

– Valentín – dijo la voz con tono autoritario – sal afuera.

Valentín se cayó de espaldas y se arrastró lentamente, mientras la radio decía una y otra vez “sal afuera”. Sintió pánico, salió de la oficina y corrió hasta una ventana para ver el exterior. Cruzando el playón del carga, a unos 15 metros, una alameda rodeaba la fábrica. Notó un ave enorme, toda negra, con un pico y ojos rojos que lo observaba a través de la ventana.

Trago saliva, escuchó que la voz en su cabeza le decía apresuradamente “sal afuera”. El pájaro emprendió vuelo cubriendo el sol con su enormidad. Valentín vió como el ave tapaba la luz formando un eclipse. Llegó a pensar que el ave tenía 25 metros de ala a ala. Entonces una tormenta surgió desde las alas del animal. “SAL AFUERA, SAL AFUERA” le ordenaba la voz. Y un huracán azotó la fabrica y miles de perros, aves, gatos, caballos, toros, vacas incluso insectos se precipitaron contra la fabrica. Parecía un tiroteo en plena guerra. La nave se abollaba y comenzaba el ceder.

Valentín corrió a la oficina, se encerró y escribió.

“Es el pájaro, parece un carancho pero es más grande, él creó la tormenta. Él quiere matarme, soy el último. Pero no le daré esa satisfacción lo haré yo mismo.”

La tormenta se intensificaba y los insectos lograron entrar junto con unos gatos que corrían y se estrellaban contra los cristales de la oficina. Estos eran blindex, como los que se usan en las farmacias, pero así y todo comenzaban a trizarse. La tormenta oscureció el día y el techo del lugar voló por completo, los perros que hicieron guardia desde el primer día entraron junto con los demás animales. El pájaro entró e impactó contra el suelo formando un mini cráter. Valentín estaba sobre una silla a punto de quedarse colgado. Cuando la radio se encendió sola.

– Salta Valentín – dijo la voz de hermana tiernamente – es mejor, así sufrirás menos.

En ese momento el ave rompió los cristales de las ventanas con un simple aleteo y todos los animales entraron furiosos. Valentín tenía una sonrisa en su rostro cuando pateo la silla. Sin embargo, el cable era muy fino y cedió, dejándolo sentado sobre su trasero en el suelo.

Al ver la escena cerró los ojos, cubrió su rostro y espero lo que tenía que pasar.

Por la mañana la fábrica ya casi no existía, un hedor a muerte rodeaba todo el lugar, parecía Hiroshima después de la bomba atómica. Pero alguien aún vivía. Valentín se encontraba entre todos los escombros, lastimado y hediondo. Observó el panorama y todo estaba desecho, lleno de animales muertos que a simple vista estaban cubriendo más de 500 metros a la redonda. Caminó lentamente hasta encontrar la notas que escribió, quería anotar lo sucedido. Cuando por fin la encontró vio que alguien más había anotado algo. Era la caligrafía de Melina que decía: “Se le agotó el tiempo, pero el señor Nibiru volverá”.

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