Debo dejar de mirarlo a cada momento porque me voy a volver loca.
Y ahí lo veo al condenado. Tic tac, tic tac, tic tac. La marcha irrefrenable del tiempo. Del maldito reloj.
Yo sé que esto va a terminar. Terminaremos todos alguna vez, unos mas antes que otros (yo quizá más antes que muchos), pero él no se detendrá. Quizá se parará una que otra vez, hasta que alguien le cambie la pila y sus cientos de partes pequeñas comiencen su marcha nuevamente, constante e irrefrenable.
El reloj. El reloj. Enemigo para muchos, para otros… Quizá no tanto. Yo le miro la muñeca, ya fría y ahí lo veo. Tic tac, tic tac, tic tac.
Cada vez sus segundos se escuchan más fuerte. Siento que me voy a volver loca.
Estoy en la habitación sola y sé que pronto van a venir a buscarme. Seguro él les dijo donde estaba. Seguro me han escuchado por el maldito reloj que, con cada movimiento atroz de sus agujas me deja en evidencia. Cada vez más fuerte y me resuena en la mente su marcha imparable.
Golpean la puerta y se que es mi final. Es inevitable. ¿Será por el reloj? ¿Será por el rastro de sangre que dejé a mi paso?
Su reloj se burla de mí a cada segundo.
Antes de nada agarro lo primero que encuentro, un adorno de piedra que alguien me trajo de souvenir alguna vez. Le reviento con toda la fuerza que puedo su maldita carcaza de vidrio y saltan partes de su mecanismo para todos lados. Y ahí respiro. Respiro.
Tic tac. Tic tac. Tic tac. !No se detiene! ¡¡El maldito reloj no se detiene!!
Golpean la puerta cada vez más fuerte del otro lado y sé que me vienen a buscar. ¡¡¡Pero no se detiene su maldito segundero incesante, el mismo que acabo de romper y está desparramado por el piso de la habitación!!!
Ya sé cómo detenerlo.
Yo sé lo que aquellas personas del otro lado vienen a buscar.
Agarro el mismo adorno de recién y ahora el golpe será certero.
Tic. Tac. Golpe certero a la cabeza.
Tic tac. Tic.