/El Rey del Mundo | Capítulo Final

El Rey del Mundo | Capítulo Final

La batalla la gana el lado que está determinado a ganar.
Leo Tolstoy.

I

La Cosa Misteriosa había tomado como una victoria la retirada sorpresiva de las ratas. Éstas se replegaron rápida y ordenadamente, en silencio se metieron en las alcantarillas y prácticamente desaparecieron sin dejar rastros, como si no hubiese ocurrido nada.

Las ovaciones para con el superhéroe eran ya una costumbre, una multitud enfervorizada lo aclamaba como el gestor de la victoria. Pero en su interior, él no podía dejar de pensar en Sara.

II

Soyo estaba pletócrico, su plan funcionaba como lo había pensado. Sus huestes sentían su felicidad y estaban eufóricas.

Como buen jefe que era dio la orden para que se hagan un festín con los alimentos acopiados. Todo era alborozo en el cuartel general de los roedores.

Sara, vigilada por varios pericotes, miraba con terror lo que acontecía. Había sido secuestrada por los animalejos hasta la base secreta que éstos poseían en las afueras de la ciudad.

III

Enrique Beltrán se apuró lo más posible para llegar a su casa y así poder festejar la victoria obtenida con Sara, pero cuando regresó a su hogar no la encontró en el. Se preocupó sobremanera al ver que estaba todo revuelto. Habían heces de rata por todo el lugar.

El corazón le dio un vuelco al conjeturar sobre la situación, no podía entender como los roedores podían actuar con tanta inteligencia.

Era obvio que la habían raptado y Enrique no sabía con qué fines, sólo podía suponer.

Se calzó nuevamente el traje de La Cosa Misteriosa y salió a la calle en busca de Sara, su único y verdadero amor.

IV

En la TV todos los canales pasaban la misma noticia: las ratas habían regresado, usurparon la plaza principal de la ciudad y se mantenían ahí, sin hacer ningún movimiento.

Sólo esperaban.

Entonces las cámaras de los medios descubrieron algo inusitado. En el centro de la plaza, en donde estaba la fuente de agua, había una mujer prisionera de lo roedores.

Era Sara quien, a pesar de la situación, estaba tranquila. Sabía que su amado vendría a rescatarla.

La Cosa Misteriosa intuía que le habían tendido una trampa.

Observaba lo que ocurría en el lugar escondido en la azotea de un edificio. Esperaba para ver cómo se desencadenaban los hechos, pero la ansiedad lo dominó y decidió actuar.

Soyo estaba pendiente de la aparición del superhéroe, sabía que era primordial actuar con premura en cuanto su Némesis se presentase.

Y así lo hizo.

La Cosa Misteriosa bajó de un salto de la azotea y cayó en la acera, presto a entrar en pelea para rescatar a Sara, su amada Sara.

Para su sorpresa la multitud de pericotes que rodeaba la plaza le abrió camino pacíficamente.

No sin cierto recelo La Cosa Misteriosa avanzó por la senda creada. Sus pasos eran lentos y medidos, no dejaba de mirar hacia todos lados a la espera de un ataque.

El superhéroe no alcanzó a caminar una decena de metros cuando la vio en la fuente del centro de la plaza. No aguantó más y se lanzó decidido a su rescate.

Eso era lo que estaba esperando Soyo, quién dio una orden telepática a sus subordinados. Éstos cayeron sobre Sara, cientos y cientos de gigantescas ratas. En un instante cubrieron su cuerpo y se escucharon gritos de dolor de la mujer.

Todo duró unos segundos, cuando los animales se retiraron dejaron una visión aterradora: sólo había quedado la osamenta de la mujer, sus huesos estaban blancos y pulidos.

La devoraron en vida.

La Cosa Misteriosa dejó escapar un grito de impotencia y cayó de rodillas frente al esqueleto de Sara. Del cráneo de ésta salió una rata ulterior que llevaba en su boca un trozo de cerebro.

El superhéroe se derrumbó sollozando. Entonces Soyo pasó a la siguiente parte del plan y ordenó que fueran contra éste, quien tirado en el piso en posición fetal lloraba a los gritos.

La Cosa Misteriosa fue fagocitada en pocos segundos ante la estupefacción de los presentes y de los millones que miraban la situación por la TV.

Se comieron hasta los huesos.

Las ratas atacaron.

V

La guerra de los Dos Patas contra los pericotes duró un par de semanas. Las fuerzas armadas intentaron todo lo posible para repelar la escalada, pero con casi siete ratas por cada ser humano resultó imposible. Aparte de su superioridad numérica, tenían la resistencia suficiente para aguantar los embates de las armas amén de su capacidad para camuflarse.

Eran el ejército perfecto.

La invasión de los pericotes llevó a la especie humana casi a la extinción. Después de casi un mes sólo hubieron leves escaramuzas que ganaron los roedores.

Los Dos Patas sobrevivientes sólo tuvieron una pequeña extensión de tierras en la Patagonia, en donde se retiraron y establecieron la única colonia humana en el planeta. Todo fue abandonado, ciudades, pueblos y demás.

Comenzaron a pulular los roedores por todo el orbe.

La Tierra fue dominada por ellos, los pericotes.

Soyo fue proclamado por sus congéneres como el Rey del Mundo. Su dinastía duró por miles y miles de años.

FIN