/El último retorno | Capítulo 1

El último retorno | Capítulo 1

Eran las 23:20 de un día domingo y Nahuel se despedía afectuosamente de su esposa para ir a trabajar, esa semana le tocaba hacerlo de noche. Antes de emprender el viaje por la Ruta Nacional 7, tenía que pasar a buscar a un compañero con el que compartía desde ya hace varios años el mismo turno. Después de tanto tiempo formaron una extraña relación de amistad, no se podía decir que eran los mejores amigos, pero si la pasaban muy bien juntos. Se conocían lo suficiente como para contarse cierta clase de cosas, pero no todos sus secretos. Ambos sabían que esa amistad existiría hasta el momento en el que alguno de los dos abandonara la empresa.

Quizás se enviarían un mensaje o se saludarían en la calle, sin embargo con el tiempo, esa relación que los unía se disolvería por completo. Esa noche ninguno de los dos tenía ganas de presentarse al trabajo, sus equipos de fútbol habían tenido una mala jordana y llegar al trabajo era como una especie de castigo, porque no los dejarían tranquilos en toda la noche. Lo que ellos no sabían es que esa era la menor de sus preocupaciones.

Nahuel estacionó su Fiat Palio en la esquina donde se encontraba la casa de Juan, tocó bocina un par de veces, hasta que por fin Juan salió apresurado, se lo veía muy nervioso y fastidioso. Nahuel pensó en preguntarle qué le pasaba, pero decidió que no era de su incumbencia, así como no lo eran sus problemas para Juan. Si él quería, que le contara, si no mejor.

Juan subió rápido al auto, sabía que ya era tarde. Tenían que recorrer 60 km en autopista en solo 25 minutos, es una gran distancia para recorrer en un intervalo de tiempo tan corto. Para Nahuel ya no era algo nuevo, se había vuelto algo tedioso, en ocasiones tuvo la idea de irse y dejarlo. Juan conocía de sobra las expresiones de Nahuel después de tantos años, al verle la cara mientras subía se dio cuenta que le reclamaría por la tardanza, así que subió bromeando.

– ¿Como se va a comer tres goles River? – dijo mofándose

– Seguro que Boca ganó gil – respondió Nahuel risueño.

– Que feo partido viejo, el peor que e visto en mucho tiempo.

– Si boludo- dijo Nahuel, mientras salía a toda velocidad-, y se terminó el campeonato, es imposible que salgamos campeones.

– Si – la táctica le resultó satisfactoria a Juan y el resto del viaje hasta llegar a la autopista no hubo conversación. Juan se encontraba un poco disgustado. Tenía problemas matrimoniales y pensaba que la única solución a esa altura seria el divorcio.

Al llegar a la autopista, Nahuel que estaba un poco enojado porque iban tarde, le recriminó:

– ¿Te quedaste dormido?

– No, – la cara de Juan se desfiguró, a pesar de esta en falta se mostró agresivo – ¿Por qué? – Nahuel apretó el volante con todas sus fuerzas cuando notó el estrés en la voz de Juan y mientras suspiraba le respondió – Volvimos a salir demorados, tengo que acelerar a 150km/h para no llegar tarde – le refutó enojado – Encima la ruta está llena de pasmados – la autopista se encontraba repleta, no había tráfico, pero se dificultaba intentar conducir a la velocidad a la que iba Nahuel.

– Discúlpame viejo, – Juan calmaba los ánimos al ver que la discusión se podía poner peor y que él era el culpable. -No va a volver a pasar – en ese momento una camioneta marca Ford se abrió atrás de Nahuel y lo rebasó a toda velocidad. Parecía que el Fiat estaba parado en el medio de la ruta. Delante de ellos había un camión cargado con botellas. La camioneta pasó al camión, pero se encerró rápidamente delante de este para pasar por la izquierda a otro vehículo.

Esto hizo que el chófer del camión frenara de golpe, Nahuel venía muy cerca de camión, a menos de 30 metros, creyó reaccionar rápido y justo en el último segundo logró sacar el Palio de la parte trasera del vehículo de carga. El corazón de Juan parecía que iba a salir corriendo desde el interior de su garganta, mientras que Nahuel temblaba como si estuviera sufriendo hipotermia.

– ¡Que hijo de puta! – gritó Nahuel

– ¿Para que lo puteas, si no te va escuchar?- Nahuel miro de reojo a Juan y pensó “como no me fui y te dejé a pie, ya estaría en la fabrica”.

– ¿Casi nos matamos y no queres que lo putee porque no nos escucha? – Juan comprendió la estupidez que dijo.

– Disculpame, tenes razón, lo bueno es que ya llegamos y se termina este viaje de mierda.

Nahuel asintió con la mirada, pero no quería hablar. Estaba un poco enojado, seguro que al llegar al trabajo la furia se pasaría, pero mientras tanto estaba alterado.

Ninguno de los dos se percató en el momento, quizás por el susto, o quizás por lo rutinario que era el camino. Una vez que abandonaban el distrito de Tiburcio Benegas, solo era un viaje recto hasta el último puente, ellos lo habían llamado el último retorno, porque después de este no hay ningún tipo de retorno en 15 km. Era un problema ese último retorno, les pasó en más de una ocasión que por ir distraídos se pasaban y tenían que conducir hasta ese desvío y volver.

La ruta no tenía calles laterales, ni nada por el estilo y en el medio de la misma el gobierno de la provincia decidió levantar una barrera de un metro de hierro y cemento reforzado, porque unos años antes un chófer brasilero borracho se cambió de carril e impactó de frente con un colectivo, el maldito mató a casi todos. Fue un gran gasto económico, pero debido a la ineficiencia de la policía y del estado no les quedó otra que levantar ese cordón desde el centro mendocino hasta el Arco Desaguadero. Lo que hacía imposible volverse por la ruta contraria.

Juan notó algo extraño, antes de que la camioneta hiciera esa maniobra peligrosa, delante de ellos habían 5 o 6 vehículos y ahora de repente no había nada. Solo ellos circulaban por la ruta, inmersos en una oscuridad absoluta. Por otro lado Nahuel, que conducía, notaba que el último kilómetro se estaba alargando muchísimo, no encontraba la salida del retorno.

Miro el velocímetro del auto y funcionaba a la perfección. Se enfureció al creer que se había pasado.

– Creo que me pase la salida.

– No, es imposible – respondió Juan algo abstraído, le dolía el cuello, pensó que quizás fue el latigazo al esquivar el camión – vengo mirando por la ventanilla y no la vi . Además la salida está iluminaba, la abría visto.

– Una vez nos pasamos porque se cortó la electricidad. ¿Te acordas?

– Si, pero paso una vez en diez años que llevamos trabajando. Es muy poco probable.

– Como digas – respondió Nahuel de mala gana.

Siguieron conduciendo por quince minutos, y la salida no apareció. Nahuel inspeccionó el tablero y el velocímetro seguía funcionando. Comenzó a asustarse, algo no andaba bien.

– Ya tendríamos que haber llegado al otro desvío – dijo tratando de no sonar desesperado.

– Lo se – respondió Juan – También tendríamos que haber hecho dos curvas.

– ¿Estas seguro?

– Si, tengo el GPS en el celular, te lo muestro – Nahuel ya lo sabía, conocía bien la ruta, pero su cerebro se negaba a aceptar que algo paranormal estaba pasando. Juan sacó su celular y no pudo conectarse a internet – Esta mierda no anda. Creo que estamos muy en el campo.

– Llama a la fabrica, y decile a los porteros que vamos tarde – Nahuel no quería llamar a los porteros, en realidad quería establecer un contacto con alguien. Quien fuera. Pero sufrió una desilusión acompañada con horror. Esa sensación le hizo experimentar un miedo que nunca sintió en su vida, se sentía en una calle sin salida con un perro enorme detrás de él a punto de devorarlo.

– Llamo pero no da, ni siquiera oigo el tono de ocupado o llamada fuera de cobertura – dijo Juan mientras tragaba saliva.

– Probá con el mío – Nahuel le extendió su celular, pero fue en vano… tuvieron el mismo resultado.

– ¿Y ahora qué hacemos?

– No se.

– ¿Cuantos kilómetros has conducido.?

– Como 150 o más. Lo peor de todo es que ya deben ser la una de la mañana.

– Si lo sé, vamos a llegar re tarde.

– No estúpido, mira la hora en el stéreo- Juan desvío la mirada y vio que la hora estaba fija a las 23:51.

– Hace como 50 km lo noté. Ósea que ya deben ser cerca de la una.

– ¿Que mierda esta pasando?

– No lo sé, creo que estamos en una especie de fenómeno temporal – Juan lo miró dando a entender que no quería una explicación científica y estúpida.

– ¿Qué mierda estas hablando?

– En serio boludo… lo ví una vez en una película.

– ¿En una película?

– Es un bucle de tiempo.

– ¿Así se llama la película?

– No… lo que creo que nos está pasando.

– Manejá un rato más, si no aparece nada te volves a contra mano y listo.

El pánico los envolvía, era la ruta de siempre pero algo no andaba bien, no sabían donde estaban y por alguna razón tenían la extraña sensación de no estar en este mundo.

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