/El último retorno | Capítulo 2

El último retorno | Capítulo 2

 

 

 

El pánico los envolvía, era la ruta de siempre, pero algo no andaba bien, no sabían donde estaban y por alguna razón tenían la extraña sensación de no estar en este mundo.

– Está bien- si fuera por Nahuel en ese momento hubiera hecho una U sobre la autopista.

Juan sintió un cansancio inusitado, nunca en su vida tuvo tanto sueño y casi sin notarlo cayó dormido. Ese día había discutido con su esposa y no pudo dormir en la tarde, alcanzó a soñar algo, primero vio relámpagos de luz muy potentes, similares a los que salen del flash de una cámara, en el sueño el estaba inmóvil, quería moverse pero su cuerpo no lo dejaba, era como estar atado, luego vio otro tipo de luces, estas eran amarillas pero de menor potencia que las anteriores, era como si su cuerpo se moviera por un pasillo y estas aparecieran cada dos o tres metros. Pensó en su subconsciente: “Son las luces de la ruta, estoy soñando con las luces de la ruta, estamos en el último retorno, voy a despertar”. Sintió un zamarreo y se despertó, pensó que todo era sueño, que se había dormido en cuanto Nahuel llegó a la ruta y que ya estaría en la entrada del la fabrica, pero estaba muy equivocado. Todavía seguían en ese lugar, sea donde sea y el que lo despertó fue Nahuel que estaba blanco, parecía haber visto un fantasma.

– ¿Que te pasa? ¿Encontraste la salida? – Preguntó Juan somnoliento.

– No, hace dos horas que sigo manejando a 150km/h hemos conducido casi 400 km y no hay nada, solo oscuridad y la ruta que parece un camino infinito.

– Ya deberíamos estar en San Luis – afirmó Juan.

– Más que eso, en Villa Mercedes. No pasamos el Arco Desaguadero, tampoco Gendarmería ni nada.

– Hacé la U y listo.

– Recién la hice, después te desperté.

– Entonces debemos estar volviendo, lo más probable es que en rato veamos a alguien en contra mano y le pidamos ayuda – Nahuel comenzó a reír, no lo pudo evitar.

– ¿Y que le vas a decir? ¿que nos perdimos, que no encontramos los retornos y que no sabíamos que pasaba?

– Y, es la verdad- dijo Juan sulfurándose.

– Si, pero quien nos creería, lo más probable es que terminemos presos.

– O peor… muertos.

Nahuel miro a Juan, la idea de la muerte lo aterraba, siempre le temía al día en el que la parca lo visitara. Él tenía un trauma con la muerte que nadie conocía. Creyó que ese trauma había quedado sepultado hace muchos años, pero se equivocaba, ese tipo de cosas te acosan hasta el último día de tu vida.

– Estoy cansado de manejar. ¿Quieres cambiar?

Juan no protestó, llevaban perdidos en la autopista casi 5 horas. Pero cuando quiso abrir la puerta para cambiar de lugar no pudo moverse. La puerta del vehículo estaba trabada.

– No me puedo bajar – dijo Juan, mientras golpeaba la puerta.

– Que raro, nunca a jodido esa puerta – Nahuel quiso bajarse y tampoco pudo, entró en un estado de desesperación, sus manos temblaban y su nerviosismo hacia eco en su voz, el aire salía a duras penas expulsado por su diafragma y como pudo logró formular una pregunta – ¿Que mierda pasa acá?

– No lo sé pero me estoy asustando

Cambiaron de asiento pasando uno por arriba del otro, cuando Nahuel tocó a Juan sintió un frío atroz, sus manos estaban heladas. Además percibió un extraño olor a formol o resina, no pudo distinguirlo bien.

Una vez acomodados en los nuevos asientos, emprendieron viaje nuevamente. Luego de unos kilómetros, la mente de Nahuel no soportó el cansancio y se desplomó. Tuvo un sueño similar al de Juan, vio como un haz de luz proveniente de lo que parecía una cámara, lo cegaba por momentos, después vio las luces intermitentes de menor potencia y por ultimo vio la oscuridad total, también quiso moverse, decir algo, pero no encontraba la conexión entre su cerebro y sus músculos, era como si alguien la hubiese cortado. Fue entonces cuando Juan lo despertó.

– Llevo 2 horas manejando y todavía no hay nada.

– Lógicamente si yo conduje como 5 horas y no vi nada, te faltan unas 3 o 4 para encontrarte con algo.

– No estúpido, entre tus 5 horas y las 2 mías tenemos un total de 7.

– A que lindo, sabes sumar – el ambiente se estaba poniendo intenso y ambos hombres estaban fastidiosos.

– A lo que me refiero Nahuel es que ya deben ser las 7 de la mañana y no ha salido el puto sol.

– Mierda – Nahuel se sintió como un estúpido – tenes razón. ¿Que carajo pasa?

– Otra cosa que noté cuando te dormiste, al subirme tu auto tenía un cuarto de tanque, a un promedio de 120 kilómetros por hora hemos conducido 840km con 15 litros de nafta. No tiene sentido.

– No, no lo tiene – Nahuel comenzaba a impacientarse – ¿Conseguiste señal?

– No, los celulares están muertos, no sirven ni para ver la hora.

Al frente de ellos la oscuridad era perfecta, la luz del auto apenas alcanzaba a romper el manto negro que los envolvía y solo unas partículas de tierra ondeaban alrededor de los faros del Palio. Después de 7 horas, las funciones de su mente comenzaron a fallar y con ello divagaron buscando una respuesta.

– Sigo pensando que estamos en un bucle de tiempo – dijo Nahuel mientras se rascaba un bulto anormal en su frente, no lo había sentido nunca antes, pero al menos servía para aliviar la tensión que estaba transitando – Una vez vi en un documental de Stephen Hawking, en algunos lugares de la tierra se crean naturalmente campos electromagnético poderoso que descienden y crean bucles temporales como si fuesen agujeros de gusano.

– Según tu teoría, estamos viajando en el tiempo – respondió Juan sonriendo, casi burlándose.

– ¿Que te causa tanta gracia?

– Que es muy poco probable.

– ¿Y cual es tu teoría, señor pelotudo?

Juan lo miro de reojo enojado – No tengo una, está sucediendo algo extraño, pero no sé qué es. Es más, he intentado recordar lo que pasó hoy y apenas puedo. Es como si mi memoria se hubiera desenchufado. ¿Me entendes? Apenas recuerdo cuando me pasaste a buscar.

– Si yo también quise recordar cuando me quedé dormido, pero no pude. Solo tuve una leve imagen de mi esposa despidiéndome.

– Quizás el cansancio nos está afectando, volvé a dormir, apenas vea algo te despierto.

Nahuel se durmió solo dos segundos después, no tuvo tiempo para pensar, pero si lo hubiera tenido, quizás hubiese sospechado lo que sucedía. Él nunca se dormía tan rápido, ni aunque estuviese molido. En cambio, Juan si pensó. Era verdad… no recordaba casi nada, pero con un esfuerzo mental comenzó a recordar. Ese día había sido muy jodido. Su esposa quería el divorcio y él explotó de ira. Era un tipo muy celoso, creía que su esposa lo engañaba y en más de una ocasión por esos celos, la había golpeado.

No era la primera vez, pero cada vez era peor. Él la golpeaba con mas y mas ira, hasta que ese día su esposa Paula no soporto más. El recuerdo iba y volvía mortificándolo, Juan quería deshacerse de el, desahogarse y eliminarlo. Pero no podía, tendría muchos problemas si alguien se enterará de lo que hizo. Pero ese recuerdo… ese recuerdo. Era como una bomba en su corazón. Desaceleró y sin darse cuenta vio todo en cámara lenta.

– Estoy tan cansado de vos Paula.

– ¿Que te hice yo ahora? – respondió ella, esperando otra vez la letanía impotente de su esposo.

– ¿Crees que no me doy cuenta? – bramó enfurecido – ya se que tenes otro y me engañas.

– Juan, estás equivocado, yo te amo, jamás te haría daño y lo sabes bien – Sus palabras eran sinceras, pero Juan sufría de ataques de ira y la pobre Paula era la que siempre pagaba los platos rotos.

– ¿Que me amas? Que hipócrita, sos una hija de puta. Si tanto me amas porqué estás todo el día metida en la red social de mierda esa mirando tipos?

– Son amigos, compañeros de la primaria mi amor, ni les habló. Tenes la contraseña de todas mis cuentas, revisá todo lo que quieras, no vas a encontrar nada.

– Mas vale, si ya borraste todo. Te pensas que soy pelotudo.

– No gordo, me refiero a que no hablo con nadie. Solo con amigas – Paula ya se estaba poniendo nerviosa, sabía muy bien que cuando la discusión no se cortaba al instante de comenzar, solo podía empeorar y terminaba siempre de la misma forma. Ella llorando en la cama y Juan pidiéndole perdón, prometiéndole que eso nunca más iba a pasar. Y como ella lo supuso, pasó.

Juan lanzo un enérgico gancho con su brazo izquierdo que impacto en la boca del estómago. En el fondo, aunque nunca lo admitió, a Juan le encantaba golpear a su mujer. Lo disfrutaba, se sentía superior.

Paula no soportó el impacto, si bien Juan no era el tipo más grande del mundo, tenía algo de fuerza y ella cayó de rodillas al suelo. Juan pensó en volverla a golpear pero se detuvo.

Mientras conducía el Palio por esa carretera oscura y desierta, recordó la sensación del golpe en su mano y cómo ella cayó al suelo. Le dio mucha pena y se arrepintió. Pero ya era tarde… era muy tarde.

Paula se levantó como pudo y fue a la habitación, sacó una valija y comenzó a llenarla, Juan corrió detrás de ella y le pidió perdón. Pero Paula ya estaba cansada, ese era el final.

– Me voy a ir, nunca más me vuelvas a tocar.

– Perdóname mi amor – le suplicaba mientras se vestía para el trabajo – Sabes que me pongo así porque te amo y no te quiero perder.

– Otra vez con esa mierda Juan, ya está, no cambias más. Yo te amo, por eso me quedé con vos, pero me harté de tanto sufrimiento, hasta acá llego yo. Me voy a vivir con mi mamá de vuelta – Paula llenaba desordenadamente las valijas. Nunca llegó tan lejos y Juan comprendió que esta vez sí la perdió y se enfureció más.

– ¿Sabes que? Andate, no te necesito. Hacete coger con quien queras. Cuando vuelva no te quiero ver acá.

Esas palabras fueron como los clavos de su cruz “no te quiero ver acá”. Lo atosigaron. Dicen que el miedo es la respuesta natural a algo que no conocemos o no entendemos, como fantasmas, duendes, demonios, etc. ¿Pero qué pasa con los miedos reales que hay que enfrentar día a día, como por ejemplo, el que Juan tenía que enfrentar?

Mientras conducía, cada vez a menor velocidad, se dio cuenta que perdió el amor de su vida. El mayor de sus miedos y ahora estaba encerrado con tipo que consideraba un buen compañero de trabajo, pero nada más que eso. En una autopista maldita. Sin poder recordar, el último beso, la última caricia, la última vez que hizo el amor. Creyó que su mente lo castigaba por ser tan mal marido y quizás no estaba equivocado.

Una pequeña lágrima se deslizó en su rostro, tenía el corazón destrozado. No soportaba la ganas de llorar y el deseo de acurrucarse con su esposa. Cuando de repente 6 o 7 flashes de luces intermitentes irrumpieron en el interior del vehículo. Nahuel se despertó instantáneamente, muy asustado.

– ¿Que pasó? ¿Que fue eso?

– No lo sé, unos rayos de luz blanca golpearon el auto.

– Son extraterrestres – dijo Nahuel fervientemente – Estoy seguro, debemos estar en una clase de experimento.

– ¡No jodas! – Juan era muy escéptico y no podía creer que eso fuera cierto, aunque existía la posibilidad – No lo creo, no puede ser eso.

– Entonces dame otra explicación.

Juan tomo aire, suspiro profundamente – No lo sé viejo, solo se que tengo miedo. Y mucho.

Nahuel notó los ojos vidriosos de Juan, él no era de meterse mucho en la vida de sus compañeros de trabajo, consideraba que esa era una barrera que debía evitar. No le gustaba opinar de la vida de los demás, ni que nadie opinase de la suya. Pero a esa altura no lo pudo evitar. Y desde su garganta salió una pregunta que a iniciado miles de conversaciones y borracheras a lo largo de la historia de la humanidad: – ¿Te pasa algo?

– Si – respondió Juan a secas.

– ¿Me queres contar?

Juan buscó las palabras más adecuadas para contarle lo que pasó y no quedar como un hijo de puta. Concluido el relato, Nahuel no dijo absolutamente nada, pero Juan se sintió muy aliviado. Recordó que eso sintió el día que hizo su primera confesión en la iglesia. Se sacó un gran saco de encima. Y aunque no podía remediar lo que hizo, al menos se desahogó. Creyó que Nahuel lo estaría juzgando.

– ¿No vas a decir nada?

– No se qué decirte. No puedo decir que todo va a estar bien o que vamos a salir de esta.

– Al menos me desahogué.

– Me alegro por eso – la palabra “desahogué” se metió en la mente de Nahuel. Él también tenía un secreto muy oscuro, por eso fue que no juzgó a Juan. En otra ocasión si le habría dicho un par de cosas. Pero ese día no podía, el recuerdo del pasado lo incomodó desde muy temprano ese día y con el transcurrir de las horas se intensificaba más la escena del hecho traumático.

– Para vos es muy fácil decirlo Nahuel, tenes una vida ejemplar, con una bella hija, una esposa que te ama y ninguna deuda ¿Que tipo de problemas podes tener? Para mi, tu vida está resuelta.

– Tengo una deuda muy grande, que nunca le conté a nadie – Nahuel estaba a punto de contarle lo que le pasó hace 10 años y nunca había contado.

– ¿Que deuda? – Juan preguntó intrigado.

– Si te lo cuento prométeme que no le vas a decir a nadie y que no me vas a juzgar por lo que hice – Juan no entendía por cual camino iba ese relato, pero el que fuera debía ser aterrador. La cara de Nahuel estaba congestionada.

– Lo prometo.

Continuará…

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