/EMMA – Capítulo 3: “Maestros del amor”

EMMA – Capítulo 3: “Maestros del amor”

Lucía vestía una solera de color claro e iba descalza. Llevaba un papel escrito en sus manos con el que jugaba mientras hablaba. Emma recordaba haberlo visto en el sueño. Recordaba la curiosidad que sintió sobre el contenido de esa nota durante su pasado encuentro con ella. La distraía ver el papel moverse de un lado hacia otro, no lograba distinguir las letras escritas. Debía decir algo importante, pensó Emma.

EMMA- Tengo dudas Lucía. Muchas dudas.

LUCIA- Soy real, al menos en tu cabeza. ¿Qué otra duda tenés?

EMMA-Si el amor existe, como vos decís. ¿Por qué sufrimos tanto por él? ¿Por qué la gente engaña y dice a la vez amar a su pareja?

Emma recientemente había encontrado a su enamorado junto con otra mujer en la habitación que ambos compartían, en el departamento en la que ambos vivían. Las lágrimas habían durado infinitos días, ahora sus ojos se habían secado por completo. Incluso pensaba que también su corazón podía llegar a secarse.

LUCÍA- Como te dije anteriormente, el amor es como un deporte, se aprende practicándolo. No hay teoría que valga. Algunos pueden decir que el que engaña no ama, otras personas aseguran haber amado a dos personas a la misma vez. Todas las sensaciones deben vivirse, buenas y malas; vida y muerte; engaño, odio y amor. Sufrir es una sensación y por lo tanto debe ser vivida.

EMMA- Es decir que merecía el engaño. Es inevitable sufrir. ¿Qué se supone que debo hacer con todo esto que me pasó?

LUCÍA-Aprender, se te escapa eso. Las cosas que te pasan tienen como objetivo que aprendas. Dios lo hace porque sabe que es la única manera de que entiendas. Es como el chirlo que se le da a un niño cuando se porta mal, cuando los retos son insuficientes. Es un solo golpe, inocente y más ruido que otra cosa, pero sirve para toda la vida.

EMMA-Si el engaño es un sufrimiento necesario para aprender a amar… ¿Qué es el sexo entonces, un premio que se da cuando se ama bien?

LUCÍA- No confundas. El amor es el premio por amar, y es premio suficiente. El sexo es otra cosa, es solamente uno de los muchos tipos de conexiones en el trayecto del amor. Sexo es amor, pero no es “el amor”.

EMMA- Siempre pensé que el amor era la conexión, el medio y el fin.

LUCÍA- Y lo es, pero se presenta disfrazado de varias formas. En tu vida vas a encontrar personas con las que conectarás al hablar y podrás pasar horas y horas charlando sin parar. Podrás encontrar a otra persona con la que tengas una conexión espiritual en la que sobren las palabras porque en otra vida ya se dijeron todo lo que debían decirse. Te conectarás a través de la piel y los besos, por medio de la risa y el llanto. Todos estos son disfraces; formas del amor.

EMMA-Yo he besado y no he amado. He reído sin amar. He llorado ciertamente sin amar tampoco. Incluso he tenido sexo sin amar.

LUCÍA-Has amado, aunque sea en pequeñísimas dosis y sin siquiera notarlo, porque aunque no lo creas, cada vez que entregamos nuestro pensamiento o nuestro cuerpo a alguien, estamos amando porque nosotros mismos somos amor. Dar un poquito de amor, es dar un poquito de vos, por más minúsculo que este “poco” sea. Eso sí, el amor pleno y puro está cuando encuentres a alguien con quien conectes de todas las formas posibles y de esa manera ambos se convertirán en uno solo. Así complementamos nuestras almas.

EMMA- He escuchado algo parecido. Algo de que hay muchos tipos de amor.

LUCIA-Claro que los hay. Sólo se deja de amar con el maltrato; con el odio.

EMMA-¿Voy a poder encontrar a alguien a quien amar totalmente?

Y al voltearse hacia Lucía ella había desaparecido. Emma se preguntó si alguien habría notado la presencia de su amiga mágica o si acaso alguien la había escuchado hablar sola. Debían de pensar que estaba loca, pero nunca se sintió tan cuerda; tan…viva. Comenzó a entender. Las fichas caían de a poco, pero sonaban fuerte. Si algo tenía que aprender era que nunca amó realmente a su anterior pareja, al menos no completamente. Él sería uno de los muchos personajes de su vida, uno de los muchos maestros. Vendrían muchos más a enseñarle y ella tendría que recibirlos con los brazos abiertos. Era necesario perdonar y dejar llena su fuente inagotable de amor, por las dudas que alguien quisiera pasar y catar un poco. Por las dudas de que alguien estuviera por llegar… 

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