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Esclavos contemporáneos (cuarto capítulo)

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En la mesa estaba sentado el viejo Genaro junto a un señor más joven pero de unos 30 largos, con camisa, corbata y unos zapatos elegantes. Algo inquieto y una mirada preocupante como si algo lo estuviese quitando la vida y dejando en su rostro unas sutiles pero marcadas ojeras denotando falta de sueño hace varias noches. Luego de un instante, el joven se dispuso a preguntarle algo:

– Disculpe señor, ¿usted era el que estaba jugando en la plaza de la esquina junto a una niña? – la pregunta lo dejó descolocado, no sabía a qué se debía tal consulta, confundido le respondió al joven:

– Mira, hace varios días estaba en una plaza en la cual paso usualmente, no recuerdo bien que día fue pero si, recuerdo que estuve jugando con una nena. ¿Por qué? ¿Usted es el padre?

Soltó una sonrisa vergonzosa y dijo –No señor, no soy el padre. Yo sé que es un poco raro toda esta situación para usted pero todo tiene una explicación. ¿Tendrá 5 minutos para hablar? – con una voz más amena le pregunto a Mesina.

– Sí señor, como no… ¿Quiere que le pida un café?

– Bueno, me parece bien. – Mesina llamó al encargado y amigo para pedirle un café para el hombre que tenía sentado pero que aún no sabía cuál era el motivo a que se debía tal charla.

Luego de unos minutos le sirvieron su pedido, en eso el joven miraba constantemente su celular viendo y revisando sus mensajes. Mesina muy seguro y educado le dijo:

– Disculpe, pero si vamos a charlar le pido que apague su celular. Las charlas entre personas se pierden cuando hay aparatos interrumpiendo de a ratos. ¿Cuál es su nombre por cierto?

– Ítalo, mucho gusto. ¿Y el suyo señor?

– Genaro Mesina, un placer.

– El placer es mío, Genaro. – respondió en el momento que se dispuso a apagar su celular tal y como le pidió.

– Bueno Ítalo, ¿a qué se debe esta charla?

– Mire, le cuento más o menos lo que me está pasando. Hace mucho que no puedo dormir tranquilo, la rutina en mi trabajo se me está haciendo larga y agobiante, las horas se hacen eternas, cada vez hay más complicaciones con los clientes pero bueno, no me quejo porque al menos tengo un buen trabajo y el motivo de mi angustia no es solamente por ese lado, sino cuando llego a mi casa luego de mi laburo, mi esposa es la mejor. Natalia siempre me espera con una sonrisa y la comida caliente al llegar, tengo dos hijos, Benicio de 9 años y Jerónimo de 7. Los dos son hermosos como su madre.

– Qué lindo, debe estar orgulloso de tener una familia así. ¿El problema es económico o por su hogar?

– No, no es eso. Por suerte tengo un trabajo que pagan bien, no tenemos grandes ahorros o cosas lujosas pero tenemos una linda casa con muchas comodidades…

– Si tiene un buen hogar, una buena familia, y un trabajo estable, no veo cuál sería su problema.

– Mi hijo, Benicio…

– ¿Qué le preocupa de su hijo?

– Llego de trabajo exhausto, apenas unas horas para estar junto a mi familia. Mi esposa se encarga de todo en la casa, de la comida, de la limpieza, de los niños, mientras me baño ella va preparando la comida para que pueda estar más tiempo con ellos, es una mujer maravillosa. El problema es cuando terminamos de cenar, si bien no hay una charla fluida en la comida al menos puedo cruzar algún que otro dialogo con Jero y Natalia para saber cómo les fue en su día, pero con Beni apenas habla con respuestas monosilábicas. Tengo la costumbre de verlos a ambos para estar los pocos minutos que me quedan del día junto a ellos, con el menor más que mal jugamos, hablamos, reímos, pero con el mayor no puedo tener un contacto fluido o espontáneo porque siempre esta con su Tablet, con ese maldito aparato, siempre está viendo esos videos, esos juegos raros, apenas suelta palabras escotadas generalmente con un “si” o un “no”. Me abruma y me duele en el alma no poder tener un momento para conversar, un momento para jugar, me duele en el alma no saber qué hacer para que me dé un poco de bola…- En ese momento soltó unas lágrimas de angustia que escondía hace varias semanas pero no se animaba a soltar.

– Ya veo, es un problema muy angustiante que a veces nos toca pasar pero creo que tiene solución como casi todo en la vida. No se sienta mal, Ítalo, que a todos los padres les suele pasar. A mí como padre en su momento también me tocó vivir algo similar pero con el tiempo pude aprender que a veces nos ponemos mal por problemas que con el tiempo, trabajo y dedicación tienen solución, creo que el suyo es uno de esos. No es un mal padre ni nada por el estilo, al contrario, no muchos se preocupan por tener esa voluntad de querer estar alado de sus hijos.- El joven padre se sintió reconfortado con las palabras del viejo Mesina, poco a poco sus hombros tensos se fueron diluyendo, su mirada angustiada se fue disipando.

– Bueno, el motivo por el cual lo anduve buscando estos últimos días es porque lo vi en el parque y lo que hizo con esa nena y su madre fue algo muy sorprendente, en el momento que usted se fue pude ver como la nena y la madre jugaban las dos felices como si de un momento a otro le devolvieran la alegría, la juventud, la felicidad, la vida. No pude evitar pensar que a lo mejor usted sabría cómo podría hacer para tener un mejor lazo con mi hijo Benicio.- En ese momento Genaro estuvo unos instantes dubitativo y pensativo, luego de unos segundos de pensar le respondió a Ítalo:

– Creo que tengo la solución para su predicamento, espéreme un minuto que ya vuelvo…- Atónito y con una mirada confusa se quedó viendo como Mesina se fue un momento a buscar algo, no sabía que podía ser, que respuesta le podía dar en cuestión de segundos para su enorme problema que no lo dejaba dormir, en eso viene con algo en sus manos que escondía como si fuera una sorpresa.

– Mire, creo que acá tiene algo que lo puede ayudar…

Continuara…

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