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Esclavos contemporáneos (séptimo capítulo)

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No lo podía creer, Genaro Mesina estaba tendido en el suelo sin hacer movimiento alguno. Sus ojos se dilataron, sus manos empezaron a traspirar y los nervios casi lo dominaron, pero pudo controlar toda esa verborragia emocional. Agarro el teléfono en el bar y llamo a primeros auxilios para llevarlo pronto hacia el hospital que quedaba a un par de cuadras del lugar. No tardaron en llegar, subieron deprisa a Mesina y el dueño del bar y amigo del viejo no dudó ni por un momento en dejar el bar en manos de un viejo cliente. Se dispuso a seguirlos desde su auto, por suerte no tardaron en llegar y las enfermeras se ocuparon pronto del paciente. Más tarde los estudios develaron que sufrió un infarto. Esa noche su viejo amigo, Mariano, se quedó haciéndole compañía. No pudo despegarse de aquel lugar, esa amistad de años y su vínculo con Mesina no le permitía dejarlo solo. Sus familiares no estaban cerca, y su único hijo se había ido a vivir a Europa y no conseguía forma de poder comunicarse.

Al día siguiente, ya con un pronóstico un poco más específico, le informaron que su situación era un poco compleja y debieron llevarlo al quirófano para hacerle un By Pass, pero que debían conseguir donadores de sangre. Le informaron que tipo de sangre necesitaban y ultimaron detalles con Mariano para que se pueda poner en contacto con familiares o algún donante voluntario que sea compatible.

Pasaron las horas, el tiempo corría y no hubo manera de contactar con su hijo, no conocía otros familiares y llamó a varios centros médicos para conseguir su tipo de sangre pero fue en vano. No podía soportar saber que su amigo estaba en un hospital y no poder hacer nada para ayudarlo, ni siquiera podía encontrar un donante y para su suerte él no era compatible, la desesperación empezó a hacer estragos y a nublar sus ideas.

Se dirigió hacia el bar para aclarar un poco la cabeza y calmar sus nervios, en eso al entrar pudo ver a aquel hombre que vio hace unos días atrás hablando con Mesina, ese joven padre, Ítalo. Luego de entrar, Ítalo se acercó hacia Mariano y le pregunto si Genaro iba a venir al bar, tenía un vino de regalo para él y le quería dar las gracias. En ese instante un nudo en la garganta se apodero de la charla, sus ojos de a poco empezaron a sollozar y sus gestos dijeron todo sin decir palabra alguna. Le contó todo lo que había pasado y que estaba angustiado por lo que pasaba y por el problema de no poder encontrar donantes de sangre para su viejo amigo. El padre de Benicio y Jerónimo no titubeó ni un segundo y le dijo con una confianza y seguridad plena que su mujer era ese tipo de sangre y que no dudaría en pedirle que le hiciera un favor. Ítalo partió rumbo hacia su hogar.

Los minutos pasaron como si el tiempo se ralentizara pero pronto llegó, para su suerte, con varias personas atrás suyo, dubitativo el dueño del bar no supo que pasaba. Pronto Ítalo entró de la mano de su mujer, le contó que habían muchas personas que estaban dispuestas a ayudar al viejo.

Entró una madre con su pequeña hija, le contó que ella podía ayudarlo con donar sangre, ya que ella era compatible con varias grupos sanguíneos. Le quería devolver el pequeño favor que le hizo hace unas semanas pero que no conocía al señor, ni donde vivía. Ítalo al volver a su hogar la vió en aquella plaza donde se conocieron. Le explicó todo lo que pasó y quiso dar una mano a ese agradable viejo.

También iba una joven pareja, no habrán tenido más de 23 o 24 años, pero parecían estar dispuesto a colaborar con la causa, uno de ellos era compatible y querían ayudar al señor que con su picardía y su pequeño plan bien intencionado los reunió y se encontraron el uno al otro.

Se organizaron para emprender viaje y se dispusieron a partir lo más pronto posible. Mariano quedo atónito durante el camino y sentía un gusto de alivio, perplejidad, y aliento ante la situación que lo agobió. No supo que hacer, además de darles las gracias a todos durante el viaje hacia el hospital.

Estaba todo listo, las enfermeras se ocuparon de todo la labor, los donantes ya habían cumplido con su deber y solo quedaba aguardar…

Después de unas horas que parecieron eternas, el médico se asomó hacia donde estaban Ítalo y Mariano junto a la joven pareja que se había dormido sobre uno de los sillones, la madre ya no estaba, debía llevar a su hija temprano al colegio y la pasaron a buscar sus hermanos. Ítalo despertó deprisa a la parejita. El médico se acercó hacia el lugar y les contó sobre el panorama…

Continuara…

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