Voy en camino. El velocímetro marca 140 y no lo noto demasiado. Ni aun con esta carga. Terrible carga. Voy con la ventana baja a la mitad, y ya no voy en silencio. ¿Sabés que me acuerdo tantas cosas en este momento?, tantos recuerdos se me arremolinan en esta ruta que tuvo un comienzo y va a tener un final. Un final como debe ser.
Me acuerdo cuando me dijiste que me amabas y me juraste que me nunca ibas a amar a nadie más como me amabas a mí. Que antes de engañarme ibas a morirte y sin embargo pasó. Me acuerdo tus ojos cuando me dijiste «amo a otra mujer». Me mentiste.
La luna se dibuja plena en el cielo estrellado. Cuantas noches bajo su luz fue que pasamos amándonos, mientras que me jurabas que me querías, y me decías «Soy tuyo, soy tuyo». Ya lloré demasiado y ya mucha agua ha corrido por el puente. El pentotal debe haber hecho algún efecto.
Anoche lloré tanto que llegue a pensar que había agotado todas las lágrimas que tenía. Me entregué de una forma que nunca lo he hecho con nadie, y encima te da la cara para venir un día así de la nada y decirme que no me amás más. Hijo de puta. Dudo que me hayas amado. Y es que las cosas no son gratis en esta vida. Esa será la lección final. Esta mañana estaba acomodando los medicamentos en la estantería y me puse a pensar. Te dije que enamorar a una médica era un arma de doble filo, y más a una tan loca como yo. Y cuando agarré el frasco de pentotal fue que me vino la idea a la mente. Me dijiste que preferías morirte a vivir sin mí, y sabes mi vida, eso es lo que va a pasar.
¿Que más me acuerdo ahora que la ruta está desierta? De que el auto está tan pesado porque vas en el baúl. De qué como el amor nos vuelve ciegos, y a mí me volvió media paranoica, pero si no me podes amar a mí, no te voy a dejar que ames a nadie más. Besé la jeringa llena de pentotal para vos mi vida, y cuando me viste con cara de asustado y me diste un beso, que pensabas, era de saludo, yo te abracé y te clave la jeringa en el cuello. Caíste solo, y ahí te cargué en el auto. No te salió sangre, menos mal.
Llegamos y seguís dormido. Mañana cuando me entregue voy a decir que lo hice por amor, y no es mentira. Abro el baúl y te doy un beso, no sé de dónde cargué fuerzas y te llevo al borde del dique. Te pongo unas cuantas piedras para que no flotes. Tu último adiós será el mejor, cuando te ahogues en el agua. Que hermoso te ves, estás como dormido. Al igual que lo estuviste la noche que me dijiste que me amabas. Adiós mi vida, adiós. Nadie ha sido cómplice más que nosotros. Que bello eras cuando estabas vivo, más bello seguirás siendo en el fondo del dique.
En el punto exacto de la rueda donde el odio casi se junta con el amor. Ahí está parado este relato.
Amor enfermo… Así lo concebí. También hay un poco de odio. Gracias por leer 🙂