Si nos fuéramos a morir de hambre ya nos hubiéramos muerto.
«El coronel no tiene quien le escriba» Gabriel García Márquez

Tengo hambre.

Me fagocito a mí mismo, empiezo por las uñas de los pies y termino cercenando mi garganta.

Tenemos hambre.

Al cielo se le descascara la panza por el apetito que tiene.

Una hormiga voraz se come a un elefante, y sólo deja la osamenta triste.

El mar intenta devorar a la Luna, para ver si es de queso.

Un tiburón se disfraza de humano y se sube a un colectivo, hace estragos. Las ventanillas quedan pringosas de sangre, piel y gritos.

La Esfinge engulle arena del desierto, para engañar al estómago.

La selva se zampa a los tigres de oro y a los escarabajos carnívoros.

La oscuridad alberga a una araña que teje constelaciones, hasta que es devorada por la primera.

Al mundo le crujen las tripas.

El futuro se come al pasado, mientras el presente mira aburrido.

Las letras se engullen a las palabras, dejando espacios huecos en el papel.

El metrotranvía mastica con placer a los pasajeros.

Súperman se hace un sánguche de kriptonita.

Estamos vacíos, tenemos hambre, nada nos calma, nos sacia.

Estamos huecos, estamos perdidos frente al banquete de la vida.