Poco a poco dejé de hacer las cosas con la misma pasión que antes, sabía que el resultado iba a ser el mismo. Sólo lo sabía, y tampoco le daba más vueltas. Es triste. Es burgués o es intelectual, y si, la depresión es la enfermedad de la burguesía, porque tenemos tiempo, anoté.
– Sofía…
– Hola ¿Joan?
– Si, necesito verte, veámonos.
– Dale, estoy medio a full con giladas, pero si, mañana si querés desayunamos algo juntos.
– Dale, gracias Sofía.
– Un beso, chau.
No parecía preocupada. Yo tampoco lo estaba. En el almacén tuve la oportunidad de escuchar una conversación, no es que me guste andar escuchando por ahí, sino que no tenía más ganas de escucharme a mí mismo. Hablaban de un amigo que vivía en el campo, lejos, decía el más gordo, lejos, lejos, ahí lo vi, en esa casa de lata, te acordás en donde íbamos a pescar truchas cuando éramos chicos y vos decías que nos tiráramos desnudos al río y yo no quería, te decía que ibas a asustar a todos los peces. Si como no, decía el flaco, la verdad es que hace mucho que no lo veo, aunque a veces juro que lo he visto en algún túnel lejano o en algún cajero automático de noche, pero no sé, por ahí se me chifla. Y reían, y yo no aguantaba para pagar los doscientos gramos de queso.
Llegué al estudio tarde. La gran mayoría se había enterado de la muerte de Felipe (meses después). Me pareció rarísimo que no lo supieran antes y que se haya seguido laburando como si nada, pero hoy fue diferente. Algunos se veían realmente cansados, y tristes. Comimos budín en su honor, algún ridículo se puso a cantar canciones. El proyecto estaba casi listo. Meses trabajando para el momento de la firma, del sello final. Ojalá se construya, pensé. Ojalá lleguemos a materializar estas ideas, pensadas para grandes intereses que de grandes no tienen nada, dijo Javier. Tenía razón. María también habló bastante, muchas opiniones, muchas inseguridades.
María tiene una forma de darle solidez a lo inseguro. Construirlo, estructurarlo, conocer el punto justo. Es maravilloso ver o conocer la estructura que sostiene una duda. Esa duda se transforma, puede tener cuerpo y desarrollo, y aún así, no dejar de ser una duda. Eso nos contó, pocos la entendieron, yo algo, son conceptos muy abstractos.
Personalmente me encuentro sosteniendo una duda, o muchas dudas, pensaba y volaba por ahí, o nadaba mientras volvía a casa en bicicleta. Abrí la puerta, abrí la otra puerta, corrí una silla, caminé por el pasillo, prendí la luz. Abrí la heladera, estaba llena, su luz inundó mi cuerpo, luz verde azulada, tomé un trago de leche fría, mordí un queso y saqué los ingredientes para cocinar. Dos bifes y una ensalada de tomate, un álbum de Miles Davis sonaba en mi celular, la habitación y la computadora enfrente. Escribí muchos mails y comí rápido. Tocaron el timbre, no atendí. Dos horas y media mirando el celular pensando en las escasas cinco horas que me quedaban para dormir y en la imagen del uruguayo en medio del campo de trigo.
Dormí bien, Sofía iba a llegar pronto, no le faltaba demasiado. Me aseé precariamente y puse el agua para el mate. Sonó el timbre, era el desayuno que había encargado, no es algo que suelo hacer, pero no tenía ganas de preparar nada. Esperé horas, armé dos cigarrillos solo por hacer algo, se enfrió el café y el mate. Sofía llegó después de la hora de almuerzo, venía con una minifalda y una remera corta, me dijo que de mi casa salía para lo de un amigo y me puse un poco celoso.
– No parece verdad Joan.
– No sé por qué lo hice, siento que fue un gran error ahora, por eso quería contártelo.
– Sí, bueno, pero si estás seguro de que todo puede seguir igual solo tenés que olvidar y seguir con tu vida, como has seguido hasta ahora. Todo va a seguir, aunque no quieras, todo siempre sigue…
– No sé Sofi, pensé, llegué a pensar en pedirte que me mataras – reí a carcajadas.
– Sos un pelotudo.
Todo sigue, algunos no, pero por ahora, para mí, todo sigue. En esos días grises cuando pensaba que estaba totalmente equivocado Javier vino a casa. Llegó temprano, cuando todavía estaba durmiendo. Me despertó con desesperados golpes en la puerta y algunos gritos. Lo hice pasar, preparé mate, café, y lo escuché. Joan, dijo un poco asustado, aunque en su cara se percibiera alivio, tengo que decirte algo: yo lo maté, yo maté a Felipe.
Hoy en día no podemos ni siquiera decidir cuándo ni cómo morir.
Dios castiga a los suicidas. Pero Dios me ama mucho, como él decide amarme.
NDA: Agradezco a las personas hermosas que conocí en Paris, al Vicente, a Mechi y a mi compañera inseparable Juli. También a las personas que amo, mi familia y mis amigos. Y a la interminable sensación tubular de recorrido, las calles por la noche, los parques frescos y la montaña sin fin.