Empezó a nevar. Tengo frío, mucho frío y los copos se hacen multitud sobre mis ropas. Tengo que seguir. Tengo que seguir.
Mi pelo ya ha perdido su color. Y recuerdo todo, todo viene a mi mente.
Cuando en una noche igual que esta hicimos el amor. Despacio. Sintiendo todo. Éramos fuego puro y le creí cuando me dijo que me amaba.
Uno tiende a idealizar a las personas, y ese es el error.
La nieve se va haciendo cada vez más densa y se empieza a acumular en cantidad a los costados de la calle. Mis lágrimas se congelan antes de caer. Y mi cara se vuelve de hielo.
Pensar que con una sola caricia yo volvería a ser quien fui.
Un relato onírico. Una poesía dicha al oído. El rozar sus labios sobre los míos. Cosas que ahora son imposibles y parecen de otra vida.
Fue otra vida
Fue otra vida
No fue en esta.
Sigo caminando y de a poco cambian los colores. La calle ya no es gris, y ya no siento el frío. Nadie se asoma, las puertas y las ventanas están cerradas. Y solo parece que la ciudad me perteneciese. Nieve, sigue nevando. Me saco la campera, ya no siento nada.
Trato de recodar como es que llegué a este momento.
Lo vi ahí. Y sus brazos ya no me abrazaban. No me tocaban. Y era otra la que recibía todo lo que hace poco era mío. ¡No pude hacerlo! No pude. Y seguí mi camino.
Pero cuando llegué a mi casa vi la luna radiante brillando, y los copos de nieve que habían empezado, en ese momento, a caer. Las heridas que me hizo empezaron a abrirse.
“No lo hagas. No lo hagas” me susurra mi mente.
“Pero es que ya no puedo verlo así”.
Pienso posibilidades. “Estás loca” recuerdo que me dijo. Y ese fue la gota. Y agarré el bidón rojo.
Salí a la calle con una sola cosa en la mente. La nieve caía y caía, y en la calle no había nadie.
Los volví a ver riendo. Riendo como nunca rió conmigo. No pensé mucho, y la fogata que fue de ellos fue la que hizo que la noche no fuese tan fría.
Sigo caminando. Caigo de rodillas. Vacío lo que queda del bidón y la que se prende soy yo.
Fue otra vida. Fue otra vida. Fue esta.