/La maldición del bosque | Parte 2

La maldición del bosque | Parte 2

Leer la primera parte

Los sonidos que lo detuvieron provenían del árbol maldito, el eco rebotaba en los otros árboles, lo que hacia mas difuso reconocer exactamente de donde nacían, pero algo en su interior le dijo que avanzara al árbol solitario. Caminó para escucharlos.

Ahí cometieron el segundo grave error. El de Jeremías, fue ser curioso. Mientras que el de Florencia y Diego fue ser muy precoces, lo que demuestra lo estúpido que son ustedes los humanos. Decidí no intervenir y quedarme quieto.

Jeremías avanzo hacía los sonidos, al jacaranda, escuchando los gemidos más y más fuertes. Le daba un miedo infantil llegar a ese árbol, similar al que te da en una película de terror. Rodeo el árbol ocultándose entre la oscuridad y de apoco su vista se ajusto para ver lo que rompería su patético corazón.

Mientras más relato esto, más cuenta me doy de lo mucho que odio a los seres humanos. Por su curiosidad, el mayor defecto de los humanos, Jeremías vio como Diego penetraba a Florencia.

Sintió un dolor en su pecho, como si lo estuvieran rasgando. Le faltaba el aire, se cayó de rodillas y unas lágrimas muy, muy dulces rodaron al suelo muerto donde se encontraba Jeremías. Se preguntó en su mente “¿Porque?”. Sin embargo, algo cambio en ese momento, algo oscuro y maquiavélico nació en el corazón de Jeremías, lo yo me pregunto es ¿Realmente nació algo oscuro o ya estaba allí? No lo se y no creo que sea importante.

Fue entonces cuando el jacaranda se movió, no por la brisa, demostró tener voluntad propia. Jeremías lo notó, pero no podía dejar de ver como hacían el amor. Las raíces se elevaron y envolvieron los pies de Diego. Él comenzó a gritar, Florencia se tiró hacia adelante y vio como las raíces del Jacaranda subían hasta la cintura. Jeremías sintió placer al ver como Diego gritaba. Pensó en irse, pero al escuchar los gritos de Florencia corrió en su ayuda. Un fuerte olor a azufre lo descompuso, casi vomitó por semejante inhalación de gases tóxicos. Pensó que debía ser por la fabrica. Tomo a Diego de los brazos que suplicaba por su vida.

Florencia subió sus pantalones y corrió hasta que se sintió segura. Pero no se fue, se quedó para ver lo que faltaba del espectáculo. Ustedes ya saben lo que les expliqué de la curiosidad.

Las raíces volvieron a enterrarse con el cuerpo de Diego hasta que la mitad de su cuerpo quedó sepultado. Jeremías tiró lo más fuerte que pudo, pero era en vano. Nunca le ganaría al jacaranda. Entonces una rama muy fina bajo desde la punta y rodeo el cuello de Diego, mientras que una rama más gruesa golpeó a Jeremías. El árbol sintió algo cuando toco a jeremías, no era tan repulsivo… tenía talento.

La rama apretó el cuello de Diego, más y más, entonces pequeños hilos de sangre brotaron entre las ramas. Diego no sé estaba asfixiando, de algún modo el Jacaranda lo dejaba respirar. El árbol que tenía voluntad propia, quería que muriese desangrado. Las ramas seguían apretando… Diego gritaba más, Jeremías no podía moverse, estaba tan impresionado que sus músculos abandonaron su cuerpo y solo podía ser un espectador de lo que estaba por pasar.

Diego soltó un grito, el último de su vida, el más potente y lleno de dolor. Entonces las ramas apretaron por última vez su cuello, cercenándolo como si fuese un hilo de acero utilizado para cortes de precisión. Una columna de sangre se elevó por medio metro bañando al jacaranda que la absorbió rápidamente. Jeremías creyó que el árbol se alimentaba de sangre, le fascinó la idea, era como una especie de vampiro.

La cabeza rodó hasta Jeremías, este la pateó con odio y corrió a donde estaba Florencia. Sintió el impulso de entregársela al árbol, para que también se alimentara con su sangre, pero lo rechazó, la tomó por su brazo y ambos corriendo a toda velocidad. Mientras el árbol absorbía bajo la tierra los restos de Diego.

Jeremías acompañó sin decir nada a Florencia, el viaje no resultó incomodo, sino surrealista, era como una escena de una película de terror donde un escabroso monstruo les quitaba el habla a los protagonistas. Sin despedirse entró en su casa y se acostó. Jeremías hizo lo mismo al volver solo a su propia casa. Antes de entrar vio las moras que estaban en la entrada y se preguntó si todos los árboles eran como el jacaranda.

Al otro día Pablo fue a visitar a Jeremías, ninguno pudo dormir esa noche, Pablo creía que el zombi estaba en su ventana y por momentos creyó verlo parado en la cabecera de su cama .

– Hola Jere – Pablo tenía la apariencia que se tiene cuando se ve un fantasma, estaba demacrado.

– Hola Pablo – el tono de Jeremías era vacío y lúgubre, como si no tuviera alma.

– Anoche me fui porque ví algo que no se si fue real o que. Pero estoy seguro de lo que ví y no se si pueda volver a dormir en mi vida.

– ¿Viste lo que le pasó a Diego?

– ¿No que le pasó?

Jeremías comprendió que Pablo huyó cuando escucho los gritos – Mira, vamos a tener problemas cuando vuelvan los padres de Diego.

– ¿Por qué? ¿Que pasó anoche? – La imaginación de Pablo voló, pensaba que el zombi lo devoró, lo que en cierto aspecto era cierto.

– Primero tenemos que reunirnos todos.

Luego de una hora Jeremías logro juntar a los cinco en la casa de Belén. Las tres chicas estaban aún muy asustadas, Florencia aceptó de mala gana ir, pero cedió.

– Les voy a contar que sucedió anoche y espero que crean – luego de escuchar la historia a Belén le incómodo estar debajo del Paraíso que estaba en el fondo de su casa.

– Yo ví un fantasma – dijo Belén que comenzó a llorar.

-Yo también – agregó Melisa.

– Sea un fantasma, un zombi, un árbol o lo que fuese, tenemos en un problema enorme – dijo Jeremías, su tono ya no era el de un niño, lo que nació en el la noche anterior tomaba mas fuerza segundo a segundo. Sus amigos lo notaron y de a poco comenzaron a temerle – Diego estuvo con nosotros, si sus padres hacen la denuncia, la policía comenzara a averiguar y estaremos en problemas. Nuestras huellas están en toda la casa. Y no van a creer absolutamente nada de lo que pasó.

– Lo más lógico – dijo Pablo que volvía a pensar – es que vayamos a la casa, limpiemos todo y luego hagamos la denuncia.

Melisa lo miro como si estuviese loco – ¿Denuncia? ¿Que vamos a decir?

– Podríamos decir que fuimos a su casa a buscarlo y no salió. Y que sabíamos que iba a estar solo – respondió Pablo.

– Es una muy mala idea – protesto Jeremías impaciente y enojado- llamaríamos mucho la atención, seríamos sospechosos.

– Limpiemos la casa y luego vemos que hacer – propuso Belén.

Luego de limpiar la casa, los cinco chicos hicieron un pacto. Otra estupidez que solo los humanos creen que existe. Como si tarde o temprano alguien no divulgaría la verdad. Más a allá de eso, cuando el sol tocaba el horizonte los amigos propusieron no decir nada. Mantener la mentira que esa noche jugaron a las escondidas en el bosque, sin Diego por supuesto, y después volvieron a sus casas. Sus padres sabían eso, entonces le serviría como coartada.

Esa noche de sábado fue tranquila, Jeremías creo un grupo de WhatsApp sin título. Y ninguno habló en él. Todos intentaron dormir. Sabiendo que a la mañana siguiente los padres de Diego llegarían y al no encontrarlo harían una denuncia.

Mientras tanto el jacaranda estaba meciéndose, planeando su próximos movimientos.

Continuará…