/La venganza – Capítulo 11: “Un lugar sagrado”

La venganza – Capítulo 11: “Un lugar sagrado”

Te quedaste arriba del micro hasta que entro a Villa Nueva, estabas cerca de la iglesia. La noche entraba en lo más profundo de su estadía, una soledad espectral bañaba las calles, temiste bajar de aquella fortaleza de lata y aceite. Mirando hacia todos lados, esperando que en cualquier momento te sorprenda Peñaloza por detrás descendiste en la parada de la esquina de la iglesia.

Como era de esperar, sus puertas estaban cerradas… ¿Dónde está Dios cuando uno más lo necesita? Golpeaste tímidamente, pensando en que algún sereno desorbitado te abriese. Pasaron unos minutos y nada, tus nervios estaban en punta, no había un alma en la calle. Si Peñaloza te encontraba ahora sería tu fin. Volviste a golpear más fuerte y nada. Pasados varios minutos los golpes hacían eco varios metros a la redonda… y nada. Ya estaba acá, no te ibas a sentir seguro en otro lugar, caminaste alrededor de la iglesia con ánimos de buscar una entrada alternativa. Mañana cuando alguien te encuentre durmiendo en algún banco iba a ser momento para dar explicaciones, no hoy, no ahora, no con la noche castigando tu impaciencia, cegando tu cordura, ahogándote en temor.

Diste un par de vueltas hasta que encontraste una ventana no muy alta, por la cual te podías meter. Tomaste impulso, dudaste, lo pensaste, no te quedaba otra. Saltaste, te agarraste del marco de la ventana, poco a poco empezaste a elevarte con la fuerza de tus brazos, cuando una voz en la penumbra, cortando como una daga el silencio de la noche, te hizo resbalar y caer desconcertado. Diste media vuelta violento, tus piernas se inyectaron de adrenalina, listas para correr y ahí lo viste…

El hombre no debía tener más de sesenta años, robusto en la medida justa de sus años, arrugas profundas le subrayaban los estados de ánimo en su piel, sus ojos encendidos te miraban desafiantes, preocupados, seguros y dispuestos. No vestía el atuendo de un sacerdote, pero entendías los piyamas y la bata por la hora que era. ¿Joven que está haciendo? Había dicho el cura. Perdón Padre… necesitaba entrar a la iglesia. ¿A esta hora? Necesito pasar la noche acá. ¿Pasar la noche acá? No se puede pasar la noche en la iglesia. El cura miró tus manos ensangrentadas con ojos sorprendidos, vos te diste cuenta y sutilmente las posaste en tus muslos, pretendiendo limpiarlas. Padre, estoy en problemas, si quiere le explico, pero por favor entremos a la iglesia. No joven, no se puede, ¿de donde es usted? ¿Qué es esa sangre? La desesperación llegó a su punto culmine, tus nervios se transformaron en un nudo en la garganta y el nudo se desató en un torrente de lágrimas. Lágrimas de terror, de miedo, que nada tienen que ver con el amor o el dolor. El cura percibió en un instante tu desesperación y la desconfianza lo invadió. ¿Qué has hecho hijo? Padre… necesito pasar la noche en un lugar sagrado, me esta siguiendo alguien que no es humano. ¿Alguien que no es humano? ¿Qué está usted diciendo? ¿Y la sangre? Es de mi abuela, creo que asesinó a mi abuela, ya hice la denuncia, pero estoy aterrado Padre. Tranquilícese joven, pasemos… venga por acá. Saber que había una denuncia de por medio lo calmó. Su invitación suavizó el nudo y las lágrimas cesaron, dejándote las mejillas tirantes y los ojos hinchados.

Pasaron dos horas, entre tu narración de los hechos, el oído atento del cura y varias tazas de café. Las palabras del hombre te sosegaban, pero no te daban soluciones, hasta que le contaste la historia de Peñaloza. Luego de varias preguntas, se fue a buscar unos libros a su biblioteca privada. La iglesia estaba en silencio, era un lugar lúgubre y desolado, la luz tenue dibujaba formas gigantescas y grotescas en las paredes. Todo te causaba temor. Mirabas desconfiado los rostros de aquellos santos, de aquella virgen… vacíos, sin sentido. No eras un hombre de fe, más allá de su aspecto, te daba algo de seguridad, al menos la seguridad que no ibas a encontrar en un hotel o en la policía. Pasaron varios minutos y apareció el cura con un libro viejo entre sus manos. Tapa caoba de hilo, cargaba la suciedad de los años, sus hojas amarillentas denunciaban una vejez extrema. Tenía algo escrito en otro idioma en la portada, pensaste que podía ser latín. Al abrir el libro, un aroma a sabiduría embebió todo te entorno.

Peñaloza está enterrado en un lugar sagrado, comenzó a contarte el cura. No hay duda de que él no debería poder manejarse entre los dos mundos. ¿Dos mundos? ¿Qué dos mundos? Dos mundos, el terrenal y el espiritual. Uno es acá, el otro es arriba… o abajo. ¿Arriba o abajo? Si, arriba, abajo… quien sabe donde, pero no acá. ¿Y entonces? ¿Cómo es que se me aparece en forma palpable? Yo no estoy loco señor… Quiero creerte que no estás loco, por eso traigo este libro. Una vez leí de conjuros antiguos y recuerdo haber visto algo sobre venganzas indias, como vos me dijiste, a ver. El viejo comenzó a buscar hasta que encontró algo que le llamó la atención. Leía en una lengua irreconocible para vos, en voz baja, expectante. ¡Acá esta! A ver, continuó leyendo. ¿Qué dice Padre? Es cierto lo de la venganza india… al extraer el corazón de un indio pagano su alma queda en el Valle dela Muerte, con la posibilidad de volver a la tierra a saldar sus deudas por un tiempo determinado. Al saldar su deuda, el poseedor del corazón debería volverlo al cuerpo y de esa manera liberar la tortuosa estadía en este Valle infernal, donde no se descansa en paz jamás. ¿Entonces? Entonces debes devolverle el corazón a su osamenta, para librarlo de su castigo. Sus palabras fueron directas y sin titubeos, acompañadas de una mirada penetrante que te heló los huesos, ambos sabían la difícil empresa que te estaba proponiendo. Pero Padre, hay algo que no entiendo ¿Por qué me quiere asesinar? ¿Por qué no pedirme el corazón y listo? Porque hay una venganza de por medio, a Peñaloza no le interesa recuperar su corazón para descansar en paz, sino que esta utilizando el tiempo para vengar a su hijo, para cumplir con su cometido. ¿Y que pasa si encuentro el corazón y lo devuelvo a su lugar, a su cuerpo? En ese caso, su tiempo en el Valle dela Muerteacaba y es juzgado para subir o bajar, ya no tendría más acceso al mundo terrenal. O sea que es la única solución. Si antes no cumple su venganza si… es la única solución para librarte de él. Ahora… hay algo que no entiendo, y la cara del cura mutó instantáneamente transformándose en una mueca desconfiada e inquisidora. ¿Por qué no fuiste a la policía? Vos intuiste la desconfianza en la pregunta del cura, debías ser cauteloso con te explicación para que te creyese, los nervios te dejaron mudo.

De pronto una luz azul intermitente baño toda la bóveda de la iglesia. Un auto se detuvo en la puerta y en escasos segundos una mano enérgica golpeaba las puertas al tiempo que su voz gritaba ¡Policía… abran la puerta! Ahora no solo Peñaloza te estaba buscando. El cura se paró para ir a abrir la puerta, sin que su mirada desconfiada quitase sus ojos de encima tuyo.

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