El amor es una niebla que se quema con el primer sol de la realidad
Charles Bukowski
No sé por qué te sueño, por qué aparecés sonriendo en el cinerama de mi inconsciente.
Flotás en un recuerdo que no existe, en un beso nunca dado en la supervivencia de la noche.
No sé por qué te hacés chiquitita y corrés en el interior de mi cuerpo y me masticás por dentro la boca y los labios.
No sé por qué tu pelo es fiesta de flores.
Tus átomos se convierten en estrellas fugaces, viajeras, errantes y diamantinas.
No sé por qué tu aliento es un huracán prohibido.
Te escucho respirar, quedo, en secreto, y aun así el cosmos tiembla por tus leves exhalaciones con onda expansiva de bomba nuclear.
No sé por qué sos un batiscafo en las profundidades de mi saliva.
No sé por qué o quizás porque no soy un buen poeta debo pedirte que te quedes quieta y te dejes de revolotear como una mariposa amarilla las paredes de la ensoñación.
Las huellas de las pisadas de tus pies desnudos están ahí, latentes, radioactivas e invisibles.
No sé por qué, en un segundo electrizante, pierdo el sentido cuando pestañeás en la distancia, atrás del sol.
No sé por qué sos la canción perfecta, la tormenta indeseada, el trino de un pájaro mudo.
No sé por qué me picás en mi espalda, ahí justo donde no llego a rascarme.
Tu nombre -que no conozco o no quiero conocer- está tallado en una piedra en el fondo del mar, en lo más profundo, en donde se ahogan los peces.
No sé por qué en las horas más oscuras sos un faro; el faro del fin del mundo.
Ahora llueve y cada gota te repite, te esconde, te repite, te esconde, te repite, te esconde, te repite…
No sé por qué el universo se rinde a tus pies.
Seguro que tu piel son escamas, que tus ojos lanzan rayos láser y que tus caricias rasguñan, pero, no sé por qué, no puedo evitar el soñarte.
No sé por qué subo a una pirámide y ofrendo mi corazón y mis vísceras a tu dios solserpienteemplumadamutante.
En mi próximo sueño -esta noche, mañana o en el fin de los tiempos- te voy a tender una trampa, para capturarte antes de que te esfumes en el amanecer.
No sé por qué me peleo con la Luna; somos dos perros rabiosos, erizados, babeantes y fluorescentes; dispuestos a despellejarnos, destazarnos, mutilarnos y rebanarnos, sólo por la ilusión de la gentileza de tu mirada que no ve -que imagino tan distante como tus manos.
No sé por qué, pero estoy seguro, de que tu lenguaje es un virus del espacio exterior.
Mientras tanto buceo en la maraña de vos, me ahogo, me hundo pero soy estúpidamente feliz al saber que tus pupilas alguna vez albergaron a mi figura incierta.
No sé por qué pero me pierdo en la maraña de tu selva dorada, no hay brújula ni sextante ni astrolabio que me guíe.
Voy al garete en un océano lleno de tu voz, y tu permanencia en mi recuerdo es pura y exclusivamente la revelación de la eternidad.
No sé por qué te sueño.