/Margarita | Capítulo 11: El Abrazo

Margarita | Capítulo 11: El Abrazo

Margarita se encuentra sentada debajo de la mesa hablando con su madre:

– Basta Margarita no llores, acá estoy y estoy bien.

– Lo sé mamá, te juro que yo no quiero llorar pero no puedo parar.

– Bueno ya está, no llores.

– ¿Voy a poder verte seguido ahora mamá?

– Puede ser hija, todo depende.

– ¿Depende de qué?

– De lo que hagamos, hay ciertas reglas que tenemos que respetar ahora.

– ¿Pero así podemos hablar todos los días no?

– Si hija, así podemos hablar todos los días.

– Pero quiero verte mamá

– Si me ves margarita voy a tardar 3 años en hablarte de nuevo

– ¿Pero porque mamá?

– Son reglas hija, y lamentablemente no puedo hacer nada

– ¿Y si quiero abrazarte?

– Si nos tocamos no vamos a poder hablar más hija, aunque yo voy a poder verte.

Margarita comenzó a llorar nuevamente, luego de esos vinieron gritos de desesperación, el cual Mariana trataba de calmarla con su voz.

– Margarita ya está, ¡hija!- dijo gritando – tenes que ser fuerte, no podes estar llorando por todo, vos sos mi hija y jamás tenes que llorar, nunca pero nunca le muestres debilidad al mundo.

– Perdón por no ser como vos querías mami

– Sos todo lo que yo siempre esperé hija, nosotros los padres no sabemos muchas cosas, y generalmente estamos improvisando, yo también sentí miedo aun de grande, y lo sigo sintiendo. Pero vos sos hija de personas muy fuertes, vas a poder. Mañana cuando Gloria se vaya quiero que saques 3 cartas en la caja que está en mi ropero. Cada uno tiene un destino distinto, necesito que se los entregues ¿sí?

– Si mamá, ¿qué tengo que hacer ahora?

– Feliz hija, muy feliz.

– ¿Vas a estar conmigo?

– Eso solo depende de vos, y de lo que quieras hacer, solo quiero que sepas que pase lo que pase yo voy a estar siempre orgullosa de vos, y no quiero verte llorar.

– ¿Qué tiene de malo llorar mamá?

– Hace muchos años una persona increíble me dijo que cuando lloramos dejamos al descubierto quienes somos en realidad, y es ahí que pueden jugar con nosotros.

– Pero vos llorabas mamá

– Lloré frente a muchas personas hija, y es ahí que fui perdiendo poder hacia mí.

– ¿Que más te dijo esa persona?

– Que sonriera siempre, no creo que se acuerde, pero para ser tan joven era muy bonito como pensaba, y nunca estaba triste, es más aun cuando él estaba triste intentaba alegrarme

– ¿Quién es?

– Es la única persona el cual voy a estar agradecida por siempre, solo que ahora va a tener que ponerse las pilas con un asunto que tiene, espero que lo sepa afrontar, aunque estoy segura que él va a poder hacerlo.

– ¿Te acordas que vos siempre en mi cumpleaños me despertabas con una torta? ¿Quién me va a despertar así en mi cumpleaños?

– Son preguntas que no puedo responderte margarita, no tengo la respuesta a todo.

– Cantame mamá, cantame como cuando era una niña.

– Todavía sos una nena hija

– Yo ya soy grande mami.

– Hija canto horrible, y esa era una canción inventada por mí.

– Pero era mi canción.

– Cerrá los ojos. – dijo Mariana y comenzó a cantar una melodía hermosa, y Margarita podía sentir con sus ojos cerrados la respiración de su mamá, sentía cada nota, cada palabra con amor. Sentía a su madre como si ella estuviera ahí.

Marga solo baila

Marga solo canta

Canta porque baila

Ama porque siente

Siente que su madre le habla

Le habla, le dice que la ama

Marga es valiente

Porque ella solo baila

Marga solo canta

Canta porque baila

Ama porque siente

Siente que su madre le habla

Le habla, le dice que la ama

– Te amo má – dijo Margarita.

– Yo también te amo hija, es necesario que sepas que aunque no me veas siempre voy a estar a tu lado, hagas lo que hagas, decisiones que tomes tu mamá siempre va a estar orgullosa de vos.

– Mamá todos les dicen eso a sus hijos.

– Y es porque es cierto hija, aunque tenes razón.

Ríen, y se quedan charlando un poco más, de su vida, de lo que debían hacer, lo cierto es que mariana se tenía que ir, y ya estaba llegando el momento.

– Mamá te quiero ver y abrazar.

– Pero hija no me vas a poder ver ni hablar después de esto.

– No te preocupes mamá, yo sé lo que hago.

– No es muy seguro lo que queres hacer, y no sabemos si va a funcionar, ¿y si dejamos de hablarnos por eso?

– Confía en mi mamá

– Tengo miedo hija.

– No tengas miedo mamá, yo te voy a cuidar

– Me recordas a tu papá.

– Pero no soy mi papá, abrazame mami

– Pero esperá, cuando me abraces mírame, apretame, y sentí latir mi corazón. Dame un buen abrazo hija, uno de verdad, porque con el abrazo somos uno, y durante ese tiempo que es tan cortito, va a ser eterno para ambas.

Ambas lloran, y se abrazan, en el momento en que se tocan saben que tienen unos segundos hasta que se den cuenta arriba que un muerto tocó a un vivo, y se la lleven no dejando ver más a su hija. Se abrazan muy fuerte, y susurran “te amo” tantas veces hasta que mariana comienza a desvanecerse, y margarita llora mientras intenta abrazar a algo que ya no está, la habitación queda en silencio, y queda solo la nena llorando, hasta que olvida las palabras de su madre y comienza a gritar, y llorar al mismo tiempo.

30 minutos atrás

– ¿Murió? – preguntó Adrián.

– Sí, hace unos días y no sé qué hacer, desde ese día no habla, es como si fuera un fantasma. Mariana me dijo que te buscara, hace una semana te busco y por fin te encuentro, por favor tenes que venir a verla, no quiero que tenga depresión a su edad. – respondió Gloria.

– Si, vamos
Al llegar a la casa Gloria abre la puerta y se encuentra margarita debajo de la mesa, callada, con la mirada hacia la nada, seria, y la cara totalmente limpia.

– Lo único que hace es meterse debajo de la mesa y come. Se queda todo el día ahí Adrián. – dijo Gloria.

– Cálmese señora, vaya a la cocina, ya hablo con ella – dijo Adrián mientras espera a que la mujer se vaya del comedor, se acerca a la mesa y baja la cabeza mirando a la niña

– Yo sé que ese es un lindo lugar para hablar, pero si ya hablaste podes subir. Y podemos ir a caminar, quizás ahí se te vaya esa cara de tutti frutti – le dijo al tiempo que Margarita no lo mira, y esta tiesa, pero muy levemente se puede ver una sonrisa en su boca.

– Gloria, vamos a caminar un ratito por la plaza, ¿nos acompañas? – le dijo Adrián a la señora.

– Sí, pero me quedo sentada en el banco mirándolos, creo que se me bajo la presión

Ya una vez en la plaza, Adrián agarra la mano de Margarita.

– Quizás no es un buen momento, pero necesito desahogarme, y sé que vos me vas a escuchar, yo hace mucho que conozco a tu madre, y quiero hablarte de ella, si vos queres decirme algo sos libre de hacerlo. Cuando tenía 12 años…

Continuará…

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