/Mendoza Dixit – Capítulo 7: Segundo aire

Mendoza Dixit – Capítulo 7: Segundo aire

Primero metió la mano en el bolsillo trasero izquierdo de su pantalón. No encontró lo que buscaba. Ahora la mano se deslizaba a la derecha, tampoco encontró nada. Con un poco de desesperación, la mano buscó finalmente en el bolsillo delantero derecho. Y ahí estaba: el papelito horas antes escrito por Martina, donde legible y prolijo, centelleaba su número telefónico.

-Ruso, prestame el fijo. Tengo que hacer un llamado- dijo Tomás.

-Dale “misterio”, pero me tenes que contar que mierda está pasando. Está ahí atrás, o por acá, no sé. Búscalo-

Tomás removió pilas de ropa sin planchar, hasta que halló el teléfono. Con nervios y con cierto apuro, marcó el número de la destinataria.

El teléfono timbró una vez.

El teléfono timbró dos veces.

-Hola- dijeron del otro lado del teléfono.

-Hola, ¿Martina?-

-Si, ella habla…pero ¿quién es?-

-Soy Tomás… estem, Tomás…- se explayaba con los nervios de un quinceañero.

-Si, si. Tomás. Estaba esperando tu llamado ¿Entonces…? Veo que decidiste contarme “LA” duda- atacó sin preámbulos, Martina.

-Realmente, no. Mira Martina, si te soy sincero, estoy metido en un quilombo sin nombre. Todavía no tengo la más puta idea de lo que está pasando. Lo único que sé, es que está metido Aníbal, o no. No sé…ni siquiera se eso a ciencia cierta ¿Entendes de lo que te estoy hablando? Enterrado, tapado de mierda estoy, Martina.- Tomás se descargaba después de tantas vivencias.

-Para Tomás… ¿de qué me estás hablando? Est…-

-No, Martina, no hay tiempo a nada. No puedo explicarte- le interrumpía Tomás –Sólo sé que no te voy a contar nada. No aún. No hasta saber bien en que estoy metido. Mira, esto puede llegar a ser hasta peligroso ¿entendes? Si te cuento a vos todo esto, no sé en qué quilombo te estaría metiendo. Entendeme, por favor.-

Del otro lado de la línea reinaba un silencio de expectativa.

-Martina, esto te va a parecer raro. Pero necesito tu ayuda. Necesito pedirte algo de la ofi…-

-Andate a cagar, pelotudo- Martina era ahora, quien interrumpía a Tomás.

El exabrupto de la fémina, había dejado anonadado al interlocutor. Pero sin mucho tiempo a pensamientos, la voz mujeril del otro lado de la línea tomaba la posta.

-¿Te pensas que soy boluda, Tomás? Para colmo que me coges como el culo, te haces el misterioso y encima me pedís un favor. Anda a cagar.

-¿Qué cojo como el culo? ¡¿Qué yo cojo como el culo?!- casi gritaba Tomás del otro lado del teléfono.

Es increíble como la mente del hombre se había activado para el lado de negativo del eje x. Tomás estaba viviendo lo que era, tal vez, una de las experiencias más complicadas de su vida, y lo único que le importaba en el momento, era la puesta en duda de su masculinidad.

Mientras, en la habitación, el Ruso había levantado la mirada y se reía de la situación que acontecía.

-Ya fue Tomás. Me parece una escusa muy pelotuda para salir del paso después de un garche. Anda a cagar. Ya fue.- Y sin tiempo a nada, Martina había colgado el teléfono.

-Jajajajajaja. La verdad Tomi, no sé en qué te metiste. Pero cómo terminó la charla en que la pusiste mal, no tengo idea jajajaja.- El Ruso era ahora, quien gastaba a su amigo.

-Ya fue Ruso, no sé como mierda voy a hacer para recuperar la foto. Esta mina piensa que yo inventé todo esto para salir de la situación “post garche”.- Mientras decía estas palabras, Tomás había caminado más de cinco veces en círculo para dejarse caer finalmente en un sofá atestado de artilugios varios. Las manos le rodeaban la cara, y el seño fruncido denotaba preocupación. Mucha preocupación.

La expresión de seriedad había vuelto a la cara del Ruso. Rápidamente entendió que todo esto no era un juego. Se paró desde donde estaba, y se sentó a la derecha de Tomás.

-Tomi, ya fue…contame todo.-

Tomás explotó en un monologo de furia y confusión. Los detalles destellaban de lujos; le contó desde el colectivo, hasta el momento en que tocó el portero. Le contó las fotografías, las llamadas, los espejos, las habitaciones. Le contó el encontronazo con Martina (y de paso aprovechó para silenciar las dudas de su virilidad). Contó con detalles su escape de la casa, y hasta le contó con una total claridad a los policías que –tal vez- lo buscaban.

Después de un rato en silencio entre ambos. Fue el Ruso quién habló:

-Todo por un colectivo que te tomaste como el culo…-

-Si, pero creo que va más allá de eso, Ruso. Creo que todo esto estaba destinado a pasar.- reflexionó Tomas, perdiendo la mirada en el imaginario horizonte.

-Vamos, Tomi. Necesitas un “segundo aire”, hermano. Andate a tu casa o a lo de tu vieja un par de días. Y después nos juntamos para ver como sigue esto ¿Te parece?

-Ruso, ¿vos me vas a ayudar?- Preguntó Tomás, casi con la inocencia de un niño en apuros.

Ambos se pusieron de pie. Y caminaron juntos hasta la puerta. Cuando se detuvieron frente al picaporte principal, Tomás giró en su eje y quedó mano a mano con el Ruso:

-Gracias hermano, gracias.-

-Para eso están los amigos, Tomi. Anda y vamos a ver qué hacemos.- trató de calmarlo el Ruso.

-Yo ya sé que voy a hacer, Ruso. No sé si hoy o mañana. Pero de lo que estoy seguro, es que tengo que seguir. Y eso lo puedo hacer de dos formas nomás: O encontrado a Aníbal, o buscando la foto original para que podamos ver quien mierda es esa persona.-

 

Continuará…

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