/Mendoza Dixit – Capítulo Final: Se llama Providencia

Mendoza Dixit – Capítulo Final: Se llama Providencia

 – Luna, disparame a mi.-

La mujer que sostenía el arma, abrió grandes los ojos.

– ¿¡Me estás diciendo que pensas recibir el balazo por una mujer que solo viste, no se… cinco veces en tu vida!?-

Y no escapaba de la razón, Tomás sólo había compartido con Martina un par de días. Y ni siquiera días buenos e inolvidables, sino los días más complicados en la vida de ambos. Pero es que a uno no le dicen cuándo puede enamorarse o cuando debe enamorarse. El amor es así de idiota, así de impreciso. Y si ahora estamos hablando de amor, es porque Tomás sentía eso y mucho más por Martina.

– Si. A ella no le hagas nada, déjala libre. Después de eso, hace lo que quieras conmigo.- la decisión del hombre jamás fue tan segura.

– Veo que tienen corazón después de todo.-

Tomás se extrañó ante la reflexión de Luna, pero le dio poca importancia porque algo más llamaba su atención: Luna estaba bajando el arma.

– Seguime, Tomás.- la mujer salió de la habitación y se paró en el pórtico, esperando que Tomás la siguiera. El joven se incorporó, y dio unos pasos hasta donde reposaba Martina. Acarició el pelo de la ahora desmayada joven, y beso con calidez sus labios. Martina parecía no sentir nada.

Los dos salieron de la habitación y llegaron otra vez hasta la sala de estar, donde ahora la puerta permanecía cerrada, y las luces estaban prendidas ¿Cómo había sucedido esto? Tomás no lo sabía, pero Luna lo notaba normal. El corazón del joven no se agitó, pues creía con fuerzas que ya nada podía sorprenderlo.

– Sentate, Tomás.- Luna señalaba con el arma una ajetreada silla. Tomás obedeció ¿Es que acaso podía hacer otra cosa? La mujer se sentó en el suelo a metros de él. Jugaba con el arma entre sus manos, pero con una tranquilidad que hubiese calmado hasta a un bebé.

– Se llama Providencia.- Luna rompía el silencio.

– Disculpame… ¿Qué?-

– Si, Providencia. Ella es la mujer que viste en la foto en el consultorio de Aníbal. Ella es la que te hablaba de formas misteriosas cuando la necesitabas, hasta que ya no la necesitaste más ¿No te preguntaste por qué no apareció más hasta que aparecimos “nosotros”?-

La cabeza de Tomás, siempre dispuesta a enredarse, se sumía en una total confusión. Sentía que le sudaban las manos. Que su cuerpo se hacía pequeño ante semejante revelación. Y entre tantas preguntas que tenía para hacerle a su captora, soltó una entre dientes:

– Pero ¿La conoces?… ¿”Ustedes” la conocen?- el énfasis en las comillas se acentuaba cuando el joven hablaba.

– Si. Ella elige Tomás, nosotros obedecemos. ¿Te pensas que sos el único que alguna vez estuvo en una situación así?

Todo daba vueltas en la mente del joven. Se agarraba la cara con las dos manos mientras apretaba los ojos. Todo era extraño.

– Luna, me estás hablando raro. No entiendo nada…-

– Tomás ¿Hace cuanto que no tomas una decisión por vos mismo?-

– Acabo de salvar a Martina, Luna. Tomé la decisión de sacrificarme por ella.-

– ¿Estás seguro que esa decisión fue tuya? ¿No pensas que alguna “fuerza extraña” te llevó a decidir lo que decidiste?- Luna hablaba verdades y Tomás callaba por miedo e ignorancia: -¿Cuántas veces te encontraste ante una encrucijada y te frenaste a pensar, pidiendo…casi rogando, que un impulso “ajeno” a vos, te liberara de aquel dilema?-

Tomás sabía que Luna decía la verdad. Hacía varios años que cuando se encontraba frente a un dilema, pedía por una fuerza mayor que resolviera dicho problema.

– Perdiste la capacidad de decisión, Tomás. Hace tiempo. Yo no sé cuánto, pero Providencia si lo sabe.-

Tomás estaba asustado, si lo que estaba viviendo era cierto, estaba en el medio de una pesadilla.

– Luna… ¿Quién es Providencia?-

Luna rió y contestó: -La pregunta no es Quién. Es Qué.-

El joven sintió como si mil venas explotaran en su cabeza. Pero Luna no iba a dejar de hablar:

– No dudes nunca que hay una fuerza más grande que vos. Una fuerza que te va a guiar siempre y cuando tengas los cojones de hacerte cargo de una decisión. Esa es Providencia. A veces se presenta en formas irreconocibles y otras veces en formas de algo que parece insustancial para nuestras vidas. Pero cuando las cosas se van de las manos, como en tu caso, no le queda otra forma que aparecerse frente a vos. En tu caso, fue de forma humana, metiéndose en tu vida a través de una mujer cualquiera en una fotografía. De ahí lo demás no es culpa de ella…es culpa de “ellos”.-

Los ojos de Tomás se cerraron, estaba a punto de desmayarse. Su mente no entendía nada y la incredulidad surgió:

– ¡Basta Luna! ¡No me psicopatees mas! Ya mucho he pasado por culpa de ustedes ¡Matame de una vez si lo vas a hacer! ¡Si no, déjame llevarme a Martina y salir de acá!-

– Tomás, “nosotros” solo servimos a Providencia. “Ellos” te metieron en esto.-

– ¡Nosotros, Ellos! ¡De que mierda me estás hablando, Luna! ¡Enferma!- Tomás ahora hervía en ira.

Luna no pudo evitar reír. Pero después se puso seria. Muy seria. Con esa seriedad que asusta.

– Tomás, “Ellos” son los que tomaron las decisiones por vos. Vos los dejaste entrar. “Nosotros” seguimos los pasos que nos deja Providencia. Estos pasos son para ayudarte, nada más.-

-¡Ayudarme! ¡Me hicieron pasar por un infierno para…!-

Luna interrumpió a Tomás:

– Te llevamos por situaciones cada vez más complicadas para ver si reaccionabas y tomabas una decisión propia. Pero hasta en el más complicado de los escenarios decidiste seguir confiando en “Ellos”. Cuando eso pasa, terminamos en esta situación.- la última frase estaba acompañada de Luna mostrando el revólver.

El Cuarto seguía iluminado. Los muebles estancados en el tiempo lucían más nuevos que antes reflejados por luz artificial. Sentados frente a frente, los dos protagonistas: uno sudaba y gemía en silencio, la otra trataba de explicar el porqué del todo.

-Supongamos que todo lo que decís sea cierto, Luna ¿Por qué metieron a otras personas en esto? ¿O las metí yo? El Ruso, Martina…que tiene que ver ellos.-

Luna se levantó del suelo. Su ropa estaba sucia, pero a ella parecía no importarle: -Seguime, Tomás- Otra vez los protagonistas irrumpieron en la habitación donde Martina debía estar cautiva. Y digo debía, porque Martina no estaba.

Tomás empezó a gritar. – ¡Martina! ¡Que hicieron con Martina! – sus pies se enredaron y calló de fauces al suelo. Luna dejó el revolver a un lado y ayudó a que Tomás se reincorporará. Este, al ver que su captora lo tocaba, empezó a gritar desaforado. Luna lo soltó cuando él ya estaba recuperado.

Tomás caminó de espaldas hasta llegar nuevamente a la habitación principal. Sin poder ver, se tropezó sobre uno de los sillones y cayó sentado. Lloraba, gemía y se tapaba la cara.

-Tomás, Martina nunca estuvo acá. Nunca estuvo con vos. Nadie estuvo con vos. Esto lo estás viviendo solamente vos. Providencia se mueve así, de formas misteriosas.-

-No puede ser. Es mentira. Es mentira.- el joven agitaba la cabeza de un lado a otro. Empezó a mover las manos hasta que una de ellas topó con su bolsillo: más precisamente con el celular. Su mente trajo en colación a su gran amigo el Ruso. Sacó el aparato y mientras observaba a Luna, empezó a digitar. La mujer se cruzó de brazos y lo miró con clemencia. El teléfono sonó, hasta que alguien atendió del otro lado.

-Hola.-

-¡Ruso, hermano! ¡Decime que estas bien! ¡¿Qué pasó con la cana?! Necesito que vengas a rescatarme, urgente por favor.

-¿Quién habla? ¿Tomás? ¿Tomás Mendoza? ¡Qué haces, loco! Hace mil que no se de vos ¿Qué pasó? No entiendo nada…-

-¡RUSO NO ME JODAS!-

-Hola… ¿estás bien, loco? ¿Te pasa algo? ¡Hola!… ¡Hola!…-

La voz del Ruso se iba apagando mientras tomaba bajaba el celular de su oído. Sus ojos desorbitados se cruzaron con la mirada de Luna que sonreía condescendientemente. Acto seguido, cortó la comunicación.

-Te dije. Providencia es extraña, pero no es perversa. Igual quédate tranquilo…estas al final de tu “viaje”- Luna marcó las comillas con los dedos.

Tomás no daba crédito, pero entregado a las pruebas, empezó a romper las barreras de su mente aunque el miedo se agigantaba en cada segundo. Era creer o reventar.

-Durante todo este viaje nunca decidiste vos, dejaste que “Ellos” lo hicieran. Ellos han sido hasta hoy, los verdaderos protagonistas de tu vida. Ellos son un montón de personas que vos permitiste entrar y que, decisión a decisión, forjaron tu futuro. Pero sí hay algo curioso,…el final fue fantástico. Nunca imagine que “Ellos” iban a jugarse así por el amor.

-Yo a Martina la amo- Tomás se sinceraba.

-Sí, lo sé. Lamentablemente ella no sabe absolutamente nada de vos. Es una simple enfermera en la oficina de tu dentista. Pero ¿sabes qué? Este es el final Tomás. Y me suena a que termina bien.-

-¿El final de qué? Luna, te juro que no entiendo nada.-

-Ahora no entendes nada. Y tal vez no haya nada para entender. Sólo una simple cosa: Forjá tu futuro, no dejes que nadie lo haga por vos- y a modo de broma soltó: -¡Te estabas convirtiendo prácticamente en el personaje principal de una mala historia entregada por fascículos!-

Tomás sonrió por primera vez en mucho tiempo, y aunque le pareció raro sonreír en una situación tan extraña, no pudo evitarlo -Suena ridículo- dijo.

-Claro que suena ridículo: Tomás, sos libre de elegir. Todos somos libre de elegir. Empeza a hacerlo.-

Tomás agachó la vista y cerró los ojos. Cuando se reincorporó para seguir hablando con su captora se encontró a oscuras, y se encontró solo. Luna ya no estaba. Vociferó su nombre varias veces, pero nadie respondía. El caserón aquel, lucía como cuando llegó la primera vez: inmutable en el tiempo y en el espacio.

Se puso de pie, y guiándose por una fuerte luz que se colaba bajo la puerta principal, empezó a marcharse. Llego al pórtico, lo abrió y la fuerte luz exterior lo encegueció tanto que tuvo que cerrar los ojos. Estaba por dejar la casa, cuando la voz de Luna lo interrumpió desde el interior.

-Anda tranquilo, Tomás. Creo que entendiste más de lo que pensas. Y… éxitos con Martina.-

Con esa última frase, Tomás dejó el lugar y se perdió entre la fulgurosa luz.

-¡Tomás, Tomás!-

Era su dentista quien lo despertaba entonces.

-Perdón por hacerte esperar. Estoy tapado de laburo. Igual veo que aprovechaste para pegarte una siesta, jaja- dijo el dentista.

-¡¿Esperar?!- Tomás estaba exaltado. Miró alrededor y notó que se encontraba en la sala de su dentista. Sacó de su bolsillo su teléfono celular y busco el calendario. Era lunes. El lunes. Suspiró fuerte y dejo que todo el cuerpo cayera en el sillón. Mientras levantaba la vista, se cruzó con el portarretratos, y donde antes estuvo la foto del dentista con la extraña mujer, ahora solo había una fotografía de Aníbal con su familia.

-¿Estás bien, Tomás?-

Tomás sonrió. Pero sonrió como hacia muchísimo tiempo que no lo hacía. Era una sonrisa de libertad, de total soltura y de mucho alivio.

-Si Aníbal, estoy bien. Terminemos nomás.-

El dentista se tomó su tiempo pero finalmente Tomás salió del consultorio. Llegó hasta la sala de espera y se encontró frente a frente con Martina. Se sintió enamorado desde cero y completamente decidido. Totalmente decidido.

-Discúlpame- dijo Tomás –Vos sos Martina ¿verdad?

-Si-

-¿Te gustaría algún día salir a tomar algo?-

La mujer se puso colorada, no esperaba para nada una pregunta así. Se acomodó sus guardapolvos y con una sonrisa en sus labios, aceptó la invitación. Se intercambiaron teléfonos y algunas palabras cruzadas. Tomás empezó a marcharse cuando la mujer lo interrumpió:

-¿Estás seguro de que queres salir a tomar algo conmigo? Mira que soy muy jodida- Martina bromeaba y sonreía.

-Nunca dudaría de una decisión así. Te lo juro.- dijo el joven.

Tomás se marchó. Esta vez en ves dirigirse a la parada del colectivo, siguió caminando. Se lo veía seguro, feliz. Pero sobre todo, se lo veía decidido.

NdA: Siendo esta mi primera “novela” de entrega por capítulos publicada, no puedo dejar de dar las gracias: Gracias al Dr. Bomur por coparse con la idea desde el día uno y por bancarme todo el tiempo. Gracias a todos los colegas del mendo que dieron sus críticas. Gracias (muchas, muchas gracias) a todos los que siguieron expectantes capitulo a capitulo la vida de Tomás Mendoza. Gracias a los que leyeron un solo capítulo y no volvieron más. Espero haber hecho sus lunes un poco más ameno. Gracias por quedarse hasta el final más allá de que, tal vez, la historia no terminó como cada uno de ustedes quería. De verdad, gracias a todos.

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