Lo que la oruga interpreta como el fin del mundo es lo que el maestro denomina mariposa.
Richard Bach
Todo concluye al fin, nada puede escapar….
El Fin del Mundo está presente desde el comienzo de éste, siempre latente en profecías de mal agüero que predicen tormentas de fuego que caen desde los cielos. Esto a sucedido en el transcurso de los siglos, generación tras generación. Civilizaciones fundamentales veían el fin en el horizonte y nos han legado ese miedo a desaparecer, el temor de la no existencia como humanidad después de un cachetazo cósmico.
Según parece, la aniquilación global puede ocurrir de tantas maneras que la idea no es descabellada. Ideas disparatadas que tienen argumentos científicos válidos o tramas serias que son producto de la más fértil y mitómana imaginación. Puede ser cualquier cosa.
Un meteorito subrepticio y asesino en serie puede caer en algún océano y arrasar todo con un tsunami tan grande que no se puede dimensionar con el pensamiento; la capa de ozono es engullida por algún ente galáctico que se alimenta de tal gas, y el planeta es abrasado y abrazado por las tormentas solares; el megavolcán de Yellowstone entra en erupción y parte a la Tierra en dos…
O un día Kim Jong-un siente que su complejo de inferioridad lo sobrepasa, necesita algo por lo cual sea temido, respetado, venerado y patológicamente amado (más aún) entonces aprieta un botón rojo que tiene sobre la mesita de luz. Misiles intercontinentales con ojivas nucleares y flojos de papeles comienzan a surcar los cielos y la respuesta no se hace esperar: Rusia, China, la OTAN, la India, Pakistán… todos colaboran con su granito de radioactividad. Hongos atómicos para el desayuno.
Tal vez el Colisionador de Partículas, la Máquina de Dios, un día no funcione cómo esperan las mentes más brillantes de la ciencia -que buscan las respuestas a los misterios del universo. Algo no calculado ocurre y se convierte en un agujero negro que no deja escapar ni una miguita de luz y todo el sistema solar colapsa en una implosión flatulenta.
“Hubo un gran terremoto y el sol se puso y la luna tornose como sangre; y los cielos cayeron sobre la tierra… y todo monte y toda isla se removió de su lugar…” (Ap. 6, 12-17) Éste versículo es un paradigma, porque casi todas las religiones tienen un apartado especial para el Fin de los Tiempos. Lo auguran con toda la parafernalia de terremotos, estrellas que caen en los mares, muertos que se levantan y se desperezan, soles que se autofagocitan… Todo eso debido a algún Dios enojadísimo con nosotros, y contra eso no hay escapatoria, porque al parecer no sólo es la muerte física, sino también la condenación eterna. Todo un tema.
Lo que no nos damos cuenta es que el Mundo se está terminando a cada instante, en cada segundo.
Todo momento que pasa corriendo está plagado de finales: cuando arrastran a un perro tras un auto con una soga; cuando un niño tiene hambre y llora; cuando un camión arremete contra una multitud de inocentes; cuando un TU- 22 descarga sus bombas sobre Alepo; cuando la franja de Gaza es tierra de nadie; cuando…
Lo que no nos damos cuenta es que el Mundo se está creando a cada instante: en cada sonrisa de amor; en cada beso; cuando suena música y bailamos con el corazón; cuando una flor se ríe a escondidas; cuando comemos un chocolate; cuando unos niños juegan a chayarse y las gotas de agua se convierten en múltiples universos chiquititos; cuando un hombre se le declara torpemente a una mujer; cuando recién te despertás y te ceban un mate, amargo; cuando…
Este es el Mundo del Fin…y del Principio; que termina y comienza a cada rato y que sigue girando a pesar de todo y de todos.
Qué bueno sería poder cuantificar , o hacer un balance constante, cuál de los 2 fenómenos va ganando: si el del fin , o el del principio. La vida da prueba de su existencia por el principio físico de acción-reacción: por cada muerte, algo nuevo nace; por cada destrucción, un nuevo comienzo. Pero creo que hay una tendencia general al fin, debido a la entropía natural del universo.
que buen escrito…..
Saludos
Un capo