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Pequeñas escenas innecesarias sobre las cucarachas

Al chirrido de los insectos sale la luna el jardín oscurece.

Masaoka Shiki

Se abre el telón, pesadas cortinas de paño rojo, sobre el escenario cae una luz cenital, parece ser roja, pero según el ángulo en que se la mire es amarilla o tal vez azul.

Detrás de la heladera las cucarachas disciernen entre ellas sobre la hipótesis de cuántos ángeles entran en la cabeza de un alfiler; las cucarachas están en los albores de una nueva religión, inútil e infructuosa.

Fabrican pasadizos secretos, laberínticos, interminables y secretos que llegan hasta el mismo vientre de la Tierra.

Estos insectos hemimetábolos paurometábolos idolatran a Kafka, tienen efigies monumentales con su rostro y hacen cantos hipnóticos en su honor.

Estos bichos escuchan mucha música en la incógnita de sus escondites, desde Hendrix hasta Músorgski, pasando por Nino Bravo y PJ Harvey; aunque es sabido que su disco de preferencia es Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band.

Hay un grupo de ellos que están confabulados para lograr el dominio del planeta bajo un Nuevo Orden Mundial, mediante el uso de un coctel químico; están experimentado, para tales fines, con una nueva clase de LSD, que induce a una obediencia total ante ellos y que tienen pensado darles a los humanos para su sometimiento.

Estos blatodeos son avezados jugadores de ajedrez, los azulejos de la cocina están llenos de tableros y emulan la partida entre Deep Blue y Kasparov.

Practican el boxeo a ciegas, con la luz apagada.

Son famosas por sus bibliotecas hechas detrás de los zócalos llenas del conocimiento del Universo; la Biblioteca de Alejandría, la Biblioteca de Asurbanipal y la Biblioteca Imperial de Constantinopla no les llegan a los talones.

Esto tiene de banda de sonido un chimpúm, chimpúm, que suena electrónico, punzante y sintético, haciendo mover las patas y el resto del cuerpo.

El telón se va cerrando, la luz cenital roja o amarilla o, tal vez, azul se apaga. Nadie aplaude, recordemos que no hay público.

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