El año pasado Adrián Monetti nos dejaba su «Pequeño manifiesto sobre la luz«, ahora lo potencia con el audio sumado a una música sarpada:
Voz en off: Deloyer
Hay verdades irresolutas en ese fenómeno físico llamado luz, que no son conocidas, pero que aun así nos deja tópicos que son intransferibles. Un reguero de verdades, una caterva de opiniones, un cúmulo de nebulosas definiciones. Cada palabra no ha sido pensada, en cambio ha sido escupida como la resaca del día anterior.
Este texto nada nos develará, nada aclarará, nada de nada de nada.
Se podría decir que cuando la luz se enamora siente chispas en la panza.
Además la luz son todos los colores juntos, que se alían para generar algo mayor.
Además tiene cicatrices en la espalda, de sus épocas de ángel caído.
La luz viaja a 299.792.458 m/s. generalmente a dedo, por las noches.
Juega a la pelota con los chicos en la calle, tiene las rodillas raspadas u la frente sudorosa.
Al pasar por un prisma de Newton se siente desnuda. En cambio, cuando pasa a través de una lupa se siente con una confianza desmesurada.
Todo es una hendidura para ella, para poder espiar a quienes confabulan.
La luz escudriña a la Luna con rayos X.
Se disfraza de Fuego de San Telmo cuando va a su propia velocidad y estalla en un beso ignívono al cielo mojado.
La luz ilumina a los ciegos.
La luz, extrañamente, es todos los colores juntos.
Es omnisciente, carnívora y un tanto infantil.
La luz le tiene miedo a la oscuridad y duerme con ella misma prendida (toda una incomodidad y una invitación al insomnio).
La luz siempre tiene los ojos abiertos.
La intensidad de la luz se mide en lúmenes, su temperatura en grados Kelvin y su ausencia en cantidad de ventanas cerradas.
Como corolario podemos decir que el último cierre la puerta y apague la luz.
Maravilloso