Diríase que poseo mi propio sol, mi luna y mis estrellas; un pequeño mundo para mí solo.
«Walden» Henry David Thoreau
Es un hecho irrefutable que vivimos en una minigalaxia, acompañados por miles de millones de planetas bizcos, constelaciones sordas, agujeros negros bulímicos, cometas rengos y cuásares ciegos. Esta minigalaxia cabe en la cabeza de un alfiler, aunque esta afirmación es válida sólo si se tiene en cuenta de que dicha superficie esté libre de ángeles.
Una minigalaxia no es visible, ni aún con el microscopio más potente, pero si perceptible por el ruido endemoniado que produce.
En el reflejo en un papel de aluminio, provocado por una luz de neón, probablemente lila, es posible que haya varias minigalaxias.
Una minigalaxia contiene a millones de millones de millones de minigalaxias, que a su vez albergan adentro suyo a otra cantidad similar de las mismas, y así sucesivamente, creando un loop sideral. Ése es el concepto de infinito.
Hay una minigalaxia habitada solamente por especies del sexo femenino, es un lugar hermoso.
Un átomo colisionó contra una minigalaxia, los residentes de la misma le echaron la culpa a Dios, éste alegó que fueron las matemáticas y las Leyes de probabilidades.
Hay una minigalaxia que sólo posee soles verdes.
Existen algunas escondidas en las arenas de una playa ignota, siendo constantemente arrastradas por las mareas y los despojos de los naufragios.
Otras están sumergidas en agua salobre, flotando cerca de la superficie mientras a su alrededor nadan peces voladores y amebas tornasoladas.
Las minigalaxias se esconden bajo la sombra de una araña dorada, en el sudor de un navegante errante que desfallece por la sed y el escorbuto en el Mar de los Sargazos, bajo los tentáculos de un pulpo que late en las profundidades, en el pelaje gris de un gato callejero, en el llanto de la luz del atardecer, en el 0101010101 del bostezo de una oruga binaria, en la saliva de una mujer desconocida, entre los dedos de una anciana que amasa pan…
Por el momento, esta minigalaxia que habitamos, está a punto de ser destruida por un ser colosal e indefinido, que piensa que somos un mosquito, también colosal, pero para nada indefinido.