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Peripecias de pasar un año con muletas

Ya que llevo más o menos quince horas del día haciendo de todo, a las corridas de acá para allá y esforzándome por ser cada vez más y más inútil, voy a seguir siéndolo por acá, que de última supongo alguien me dará bola o me puteará por lo menos…

Hoy vengo a contarles de mi experiencia de un año con muletas.

Todo comenzó un día que me junté a jugar al fútbol con mis amigas porque nos habíamos inscripto en un torneo. Llevábamos dos semanas entrenando y cada vez empeorábamos más y más, cuestión que en un momento, yo bien gambetera, pasé a una, pasé a otra, amago, engancho, tunita, pateo con toda mi fuerza (que no es poca ojo), le pifio a la pelota, me pego uno de esos porrazos que solo yo me pego, y cuando logro aterrizar de una buena vez después de tres vueltas mortales viene la pelotuda de la Jose y me pisa el pie, porque bonita, tiene reacción tardía.

Grito, la escupo, ¡dolor! ¡dolor!, me llevan a mi casa, hinchazón, medico, bla bla, esguince ¡copado! Por segunda vez tenía que usar esa bota tan top que me encanta.

El verdadero problema fue que al tercer día de usar la gloriosa bota, a la cual nunca me acostumbré, voy caminando de lo más feliz por plena calle San Martín cuando de repente veo una manchita negra, me quedo mirándola en el piso y cuando me acerco más resultó ser una cucaracha salvaje que se encaminaba hacia mi persona, no teniendo mejor idea que pegar un grito (de esos irritantes, estúpidos y agudos) y obviamente pegar un salto, en medio del cual recordé que tenía una bota y no podía aterrizar con ese pie y no sé qué tipo de maniobra extraña o patada de kung fu hice, que terminé acostada en la acequia con tremendo dolor en nada más y nada menos que mi otro pie. Me tuvieron que sacar entre tres amigas, a las cuales les costó un montón entre sus risas y mi dolor. Medico de nuevo, pie fracturado… ajá ¿y ahora? Pie fracturado, pie esguinzado, já acá te quiero ver…

En fin me dieron una semana de reposo, y cuando no reposaba usaba las muletas patita levantada y saltaba sobre mi otra patita esguinzada, creí que iba a terminar en silla de ruedas.

A la semana fui a que me vieran para ver cómo iba y me dijeron que me tenían que operar y hacer reposo un mes, genial no más facultad para mí.

Pros

  • Empecemos con la operación: ¡Genial! Les pedí que me pusieran el airecito mágico ese que te pone pelotuda y me fui vaya a saber si a algún país maravilloso como el de la niña esa o a algún reino escondido atrás de algún mueble, pero la pase genial.

  • Post operatorio: Mucha mucha pizza, amigas y helado, hecha una bola quedé, gracias por quererme tanto ¿saben conchudos?, después quiéranme tanto como para hacer que deje de parecer porky.

  • Muchas manos tocándome, y mucha gente prestándome atención solo a mi, como nunca en mi vida.

Contras

  • Dolor y dolor, tener que usar una pelela, y no poder fumar por dos días enteros por estar en el hospital y a causa de eso querer arrancarme los ojos con una cucharita de plástico.

  • Tuve que abandonar el hospital y ya nadie me dio mas bola ni me volvió a tocar.

  • Post operatorio: ¡un mes en cama!, no es taaaan divertido, a ver, tuvieron que poner mi cama en la planta baja, porque son conscientes de lo inútil que soy y que no puedo subir escaleras con muletas, además ya no me quedaban más pies para lastimarme así que les preocupaba que siguiera con alguna parte del cuerpo más importante.

  • No podía ni siquiera divertirme y moverme por mi casa en una sillita con ruedas, porque está llenas de escalones y de nuevo a lo mismo, seguro me comía un escalón y me bajaba los dientes, así que prácticamente estaba atada a mi cama.

Llegué a querer volver a la facultad, y después me arrepentí.

En fin, cuando pude volver a la facultad, aproveché y tenía a mis pobres y geniales amigas prácticamente de sirvientas, era todo un harén. Comprame, traeme, llevame los libros y todo ese tipo de cosas. Bonitas, el día que les toque se van a vengar como las mejores.

Uno de esos días que estaba aburrida, justo me llega un mensaje de mi compañera de porrones que estaba aburrida diciéndome que nos fuéramos a hacer lo nuestro. Con la poca acción que estaba teniendo se me iluminaron los ojos y agarré viaje de una.

Cerveza va cerveza viene, nos encontramos a un amigo que estaba esperando a otro, se queda con nosotras. Llegó el amigo con un fernet abrazado y vino y se sentó con nosotras. Fernet va, fernet viene, compramos otro y eran las ocho de la noche, y a mí, que ya de por si me costaba estar en pie, ahora me costaba más.

Estos amiguitos nos invitan a una previa en la noche y nos hacían entrar al boliche que estaba de moda en ese momento. Yo con mi alma de fiestera, a pesar de que la dudé, no pude decir que no.

Llegue a mi casa tambaleándome disimulando, ni me acerqué a mi vieja, me cambié y me fui.

Esa fue la noche que desencadenó mis noches de boliche con muletas. Empecé tranqui y seguí todos los fines de semana.

Pros

  • Llegaba y me hacían pasar primero, qué cola ni qué cola, a los baños también.

  • Gracias a mis muletas (esto va para las chicas, para que prueben) levanté pero como las mejores, de todas sus formas y colores, hombres, mujeres y mezcla.

  • Al pasar los fines de semana, me acercaba a la entrada del boliche se me reían por haber ido el día anterior y me dejaban pasar, poco a poco me fui haciendo conocida para todos los patovicas, lo cual era bastante útil. Lo más gracioso es que al día de hoy, cada tanto me saluda un patovica y me pregunta: “¿Te acordás de mí? –No –¿Vos tenías muletas? – Ah, sí jajaja.

  • Recibir todo tipo de comentarios divertidos a lo largo de la noche como: “eehh cómo te gusta la fiesta”, “eehh sos una copada”, “qué pelotuda esta mina”,”ay, ojalá se la ponga” y millones más como aplausos, cantos de cancha, la ola, etc.

Yo tenía mi ritual, llegaba, me iba a un lugar con poca gente, apoyaba las muletas en la pared y me dedicaba a saltar en una pata, mis muletas andaban de acá para allá siempre con una persona distinta, nadie entendía nada.

Contras

  • Un hijo de una gran puta me robó las muletas, estuve parada una hora en el lugar como pelotuda esperando a que pasara lista para saltarle encima y atacarlo, pero nunca apareció, después de un largo rato aparecieron tiradas por ahí. ¡si me estás leyendo conchudo, te llego a ver y te arranco todos los pelos de la oreja!

  • Subir y bajar escaleras como por ejemplo las de Scanner, te querés morir; terminaba bajando de culito siempre.

  • El nivel de alcohol elevado complica la conducción de las muletas, debería haber una policía de tránsito de muletas que no te deje manejar si has tomado, lo bueno es que con el tiempo fui aprendiendo a aterrizar para no lastimarme nada más.

  • Salir del boliche sola, ya que todas mis amigas me habían abandonado, en una noche de lluvia, repito, con muletas y lluvia, osea jelou, ir muleteando por plena San Martín sur y como había demasiaada agua, no ver que había un escalon gigante y seguir de largo hundiéndome en un lago, levantarme caminar dos pasos y que pase otro hijo de su mamá y salpicarme toda con agua y yo no tener dos pies para corretearlo y romperle una óptica del auto o algo.

 

Bueno, esas son algunas de mis andanzas con muletas, entre otras como tratar de jugar al tenis en una pata,querer subirme a un micro, ir al rio y caminar entre las piedritas y muchas más que las dejo para contarles otro día. 

¡Besos muletísticos!

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