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Hopper

La vida me obliga a hacer algo, por eso pinto.
René Magritte

Edward Hopper es el artista plástico que más me gusta, no puedo dar una explicación certera para ese gusto en particular, es así.  Este artista tiene una obra extensa y  deliciosa. Nació el 22 de julio de 1882, trabajó como ilustrador en diferentes agencias de publicidad. Sus obras se mantienen dentro de lo que se llama  realismo americano, continuó trabajando dentro de ese estilo durante toda su vida, refinándolo y perfeccionándolo. Hizo muchos viajes a Europa,  en los cuales se nutrió de los grandes maestros. En un momento dejó de trabajar como ilustrador para dedicarse de lleno a la pintura durante toda su vida.  Tomó como musa a su esposa Jo, para todos sus modelos femeninos de sus obras. Edward Hopper falleció el 15 de mayo de 1967, su esposa, fiel compañera, falleció un año después.

La soledad puede ser beneficiosa o puede ser una pesadilla,  aunque nadie puede negar que es una compañera inseparable, insoportable  e indefinible.

La soledad te muerde los talones durante la noche, mientras mirás el techo y fumás un cigarrillo tras otro.

La soledad camina a la par tuya mientras estás en el centro, rodeado de un millón de personas diferentes.

La soledad se puede palpar, se puede escuchar y se puede plasmar en un lienzo.

Hopper fue un maestro que utilizó a la soledad como leiv motiv de su obra, era la especialidad de Hopper, que pintaba a menudo escenas nocturnas, con personajes en silencio y perdidos en sus pensamientos. Sitúa al espectador como espiándolos.

Todos somos voyeurs.

Pequeño análisis sobre “Nighthawks”

¿Por qué esta obra?

Porque fue la primera que conocí de Hopper (Es la más paradigmática de su obra) y me hizo adentrarme en su Universo y porque es la que más me gusta y porque me place.

La escena se desarrolla durante la  noche en el interior luminoso de una cafetería o dinner. “Nighthawks” (“Trasnochadores”) es un retrato de la soledad de las grandes urbes, en este caso Nueva York.

En este dinner no se ve ninguna puerta para acceder al interior del negocio. Los concurrentes estén prisioneros en esa especie de pecera.

En el cuadro se  hace visible el cristal, el espacio de la cafetería rodea a los individuos  como un tupperware herméticamente cerrado. El ambiente nocturno de la ciudad sólo está iluminado por la luz  que irradia el bar, una luz suave, tenue pero contundente,

En el interior del lugar, hay  brillos luminosos que se ven en la barra de  madera y la parte superior de los asientos que la rodean, estos brillos le dan volumen y presencia a los objetos; mientras que en la fachada del dinner hay una franja brillante de azulejos verde jade. Las paredes son de color amarillo claro, que contrastan con la puerta marrón ocre, situada  en la parte derecha.

Detrás del mostrador está el encargado, un hombre rubio que lleva un uniforme y gorra blancos, que está ocupado en alguna cuestión. Una mujer,  con una blusa roja y pelo castaño, come un sandwich. A su lado, un hombre  lleva un traje oscuro,  un sombrero gris y en su mano tiene un cigarrillo, este intenta acercarse a la mujer, quien, aparentemente, lo ignora concentrada en su comida. Hay otra figura oscura, inquietante, a la cual no se le ve la cara y permanece en el misterio.  

La acera exterior es de  un verde pálido y las sombras proyectadas del dinner se manifiestan tímidamente. En la vereda de enfrente se sugieren unas casas de ladrillo, iluminadas solamente por la tenue luz del dinner.

El cartel en la parte superior del dinner está  apagado, como si el local estuviese cerrado y no atendiese a más clientes.

Es una escena común,  personas en un bar consumiendo algo, pero también es una obra  que rebosa soledad,  de la que nos hace hundir la cabeza entre los hombros por su propio peso.

Todos estamos solos, encerrados en nuestra propia pecera comiendo, bebiendo y fumando soledad.

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