Jorge
El poder más grande lo tiene el poeta, dijo Jorge. Jorge se caracteriza por ser un panqueque. Jorge no entiende de causas de origen liminal ni tampoco distingue una filmina de una diapositiva. Jorge no es poeta, él vive en un pozo, pero no es poeta. Karen es amiga de él. Está enamorada de él y no lo sabe. Jorge vende maíz para alimentar palomas en el Parque Central y conversa de vez en cuando con los canas. Jorge votó a Jose Luis Ramon. Karen opina que los mendocinos son como un plato de lentejas.
Nunca se dirán la verdad. Karen siempre pensará que Jorge es poeta. Jorge nunca escribirá. Jorge morirá de un paro cardíaco soñando con el
video de Sergio Denis cayéndose en un escenario.
Karen publicará el diario de Jorge, un rollo completo de papel higiénico garabateado.
Karen recibe el premio Cervantes en lugar de Jorge.
No estamos hablando de Jorge Luis Borges, es otro Jorge ese del pozo del parque central.
Una historia conmovedora.
Fin
El pelotudo del placard
Es siempre un buen momento para recordar el hecho de que seguimos colgados de perchas invisibles. Así me contó un gran amigo que creía saberlo todo y resulto ser un pelotudo. El tema es que se lo creí, y pasé horas enteras tratando de quirarme la percha.
Años después lo entendí. No sería una gran metáfora pero tenía sentido. El hecho de estar colgado, de no hacer un carajo más que observar como las personas nos usan como trajes viejos y nos emparchan los codos. El hecho de romper el molde del sastre y escapar del placard.
Hoy me siento bastante pelotudo, casi tan pelotudo como para andar diciendo que estamos colgando de una percha. En fin mi placard ya se incendió, un zapatero rompió mis cordones y yo no paro de fumar faso y soñar con Pablo Mirton ese pelotudo a rosca que no sale de mi inconsciente.
Tal vez uno pasa de la metáfora a la realidad, ahora me voy a tomar un té y voy a salir a la calle en donde nadie se va a dar cuenta de la hermosa percha de cuerpo alámbrico que tengo pegada al pullover.
Firma: el pelotudo del placard .
Lafcadio
Kotto es un libro que compré y he leído parcialmente para hacer una reseña. Me gusta bastante lo escribió un tipo que vivió a principios del siglo veinte y recopiló una serie de tradiciones del Japon. El chabon era grecoirlandés y despues fue japonés porque se casó allá, y bueno escribía. Manso crack. Ahora ese libro esta apoyado sobre una estufa apagada con un plato al lado que tiene tres bordes de pizza comidas ayer. Hace un poco de frío y miro la tapa del libro, y no me dice nada. Miro mis manos tecleando el celular y tampoco me entregan nada ¿Saldré de esta? no lo sé, me voy a tomar un yerbiado y capaz entienda todo mejor.