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Promesas por cumplir a Carolina

Carolina y la voz
El plan Carolina

La confesión de Carolina

El escenario que se monta sobre el costado sur de la barra de nuestro bar baja su tono de luz, tiñendo de azules fríos y suaves amarillos, los alrededores del pie de micrófono que la esperan, junto a una banqueta y una copa con agua sobre una mesa alta; hasta que llega este preciso momento donde Natalia tiembla como la primera vez que cantó esta canción.

–Seguimos –dice antes de empezar con el rasguido de guitarra de la balada de rock con la que arranca la segunda parte de su repertorio.

La intro se extiende más de lo habitual. El lugar se decora con las luces de pequeñas lamparitas que salpican de naranja cada una de las mesas; en suma con los celulares que retratan el movimiento para recordar este momento.

El humo del cigarrillo me hace difusa la imagen de su pelo rubio interminable, de sus pómulos tallados, de las garras en sus manos con las que dibuja estos dulces acordes que no me canso de escuchar. Hay en mí, precisamente ahora, una idea de abstracción, cuasi levitación, como si hubiera fumado algo distinto; probablemente un puño que se incrusta en el centro de mi pecho, en cámara lenta, devenga en unos instantes…; una mezcla de tragedia y placer, de luto y vida.

A veces cuando voy a buscarte nadando en un sueño

Recuerdo tus palabras, a oscuras, antes de dormir

Me enredo en la trampa de tu pelo castaño

Cuando a la noche le llega la hora y no encuentra consuelo.

A veces te evito, mujer, o naufrago en sus ojos oscuros

Mientras busca entre tus fotos el perfume que aún le queda a tu ropa

El sentido a cada lágrima que rueda en su mejilla

La textura de tu almohada que aún descansa a nuestra orilla.

Dicen que en cada palabra puede encerrarse a todas las demás si uno la sabe ubicar en el momento indicado, de la manera justa y con el valor necesario. Amor resulta ser una de las que sabe resumir tantas otras; Felicidad se ajusta también.

Bebo un sorbo de Martini Dry tal cual lo tomaba Carolina, antes del estribillo, y me estiro por debajo de la mesa con las piernas para dejar correr la energía que me baja desde la cabeza hacia el corazón.

A veces recuerdo todo: tu pelo, tu risa, hasta el color de tu voz

A veces me invento el modo para hablarle de vos, para no olvidarte, mujer…

Ella es parte de nuestra promesa, juramos cumplirla los dos.

Sigo atando su pelo como me enseñaste

Revisando sus tareas, sus dientes antes de dormir

A veces me pregunto por qué tuvo que ser así

A veces creo que voy a despertar o dejar de fingir.

Durante muchos años pensé que existía en el destino un capricho de acercarnos a alguien y que formaba parte de nuestra tarea aprovechar, o no, esa posibilidad. Con Carolina no supimos aprovechar el tiempo que nos tuvimos, sin dudas. Después del “adiós” solo resta el olvido o el perdón. Por suerte pudimos perdonarnos; las circunstancias, su enfermedad, aceleraron ese adiós y nos prometimos no olvidarnos, nunca más, de sonreír cuando decidiéramos recordarnos.

A veces recuerdo todo: tus manos, tu risa, hasta el color de tu voz

A veces me invento el modo para hablarle de vos, para no olvidarte, mujer…

Ella es parte de nuestra promesa, juramos cumplirla los dos.

El sonido del final se prolonga para darle a Nati unos instantes que recompongan las emociones. Su mano izquierda sostiene la cadenita que le dejó Carolina y hoy cuelga de su cuello. Siente conectarse más allá de la pasión que compartían sobre la música con su mamá. Toma el aire que tiene a mano, exhala y repite la secuencia algunas veces más; repasa el tema que sigue con el musicalizador y me mira de costado.

Sonreímos y me guiña el ojo. Una promesa siempre es una sonrisa.

Vuelvo a mi, a esta mesa que reservo para amigos, para amigos de amigos, para todo aquel que detenga su tiempo en el presente a concretar lo que sueña. La noche vuelve a su normalidad, las voces comienzan a escucharse otra vez y, como a todos nos pasa, volvemos a la vida que nos queda cuando dejamos de tener a alguien imposible de remplazar.

Así es la vida.

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