/Siempre se vuelve al primer amor

Siempre se vuelve al primer amor

Corría el año 1981, Argentina vivía una etapa difícil, dura, pero Fátima no se hacía problema, su familia estaba bien económicamente, sus padres no tenían problemas y hasta se podría decir que tenían contactos en el gobierno, ella iba al colegio, era su último año de secundaria y estaba feliz, hablaba con sus amigas de su viaje de egresados, de vestidos y del amor.

Fátima siempre se codeaba con gente de bien, su padre jugaba al rugby y ella iba a un colegio religioso de Mendoza, sus amigas la incitaban a tardes de té pero ella amaba los libros, el arte, amaba ser distinta. En una de esas tardes, su mejor amiga, Belén, le propuso algo que le llamó la atención:

– Fati, no sabés, conocí a un chico que tiene unos amigos increíbles, son muy buena onda, quizás te enganches a alguno.

– No se Belén, no quiero nada, vos sabés como es mi familia, como se manejan ellos, siempre quieren lo mejor y aparte soy muy tímida, no tengo experiencia.

– Dale, no seas tonta, te van a caer re bien. – Retrucó ella. – Va a ser genial y te vas a divertir un montón, el sábado vamos a Transkey a tomar algo y de paso hacemos sociales con gente distinta.

– Bueno, dale, pero si me enganchan es por culpa tuya ¿Eh? – Dijo entre risas.

Cuando llegó la noche del sábado, las chicas se estaban preparando para salir rumbo al barcito en El Challao, Fati se había puesto un short tiro alto con una camisa y una campera de jean, mientras que Belén se había puesto un vestido floreado.

Cuando llegaron al bar, ahí estaban sentados todos, las chicas saludaron y se acomodaron, Fati estaba muy incómoda, pero Belén la presento con orgullo:

– Ella es Fati, mi mejor amiga, le encanta charlar sobre política y cultura, re aburrida. – Esbozaba entre risas, mientras su amiga se ponía colorada.

A Fati se le había acercado a hablar un chico pero ella se aburría, sentía que estaba vacía de contenido la charla y necesitaba un salvavidas para sacarse de encima a ese chico que no le generaba nada. Hasta que entre todo ese tumulto, apareció él… Un muchacho de barrio, con ideas algo “locas” para su momento, su familia era distinta, su mundo también. Se llamaba Fernando, él era grande, pero tenía bien claro lo que quería, estaba estudiando abogacía, en su cabeza habían grandes metas e ideales, sus amigos eran los pibes de la universidad con críticas al gobierno y ganas de ser el “Che”.

– Hola, ¿Te molesto si te la robo un ratito?, necesito consultarle algo. – Se animó a decir Fernando.

– No hay drama hermano. – Asintió el muchacho.

A Fati le llegó el respiro que tanto ansiaba.

– Sos amiga de Belén, ¿No? – Preguntó.

– Si, somos amigas del colegio, es nuestro último año. – Respondió ella.

– Mirá que bien, el mejor año, disfrutalo mucho. ¿Tenés planes para la Universidad? – Dijo con cara risueña mientras se acordaba de sus años.

– Sí, quiero ser abogada, estoy haciendo el pre universitario y es mi mayor ambición dedicarme a la parte penal. – Encaró ella, confiada.

– Wow, el ambiente penal para una mujer es duro, yo estoy por recibirme, ya tengo ganas de tener el título. – Dijo mientras la miraba a ella.

Fernando la miraba, miraba sus ojos marrones, el pelo castaño claro que caía sobre sus hombros y sus labios, también se percató de mirar sus delicadas manos y se le escapó una pequeña sonrisa mientras ella le contaba sus proyectos, él había quedado sorprendido por la inteligencia de Fátima, su ambición por los libros, el arte, el cine y la música hicieron que el admirara toda su belleza intelectual.

Luego de esa noche, Belén notó distraída a Fátima, le preguntaba que le pasaba y ella sostenía que nada, pero Belén se lo dijo.

– Es mentira que a vos no te pasa nada, a vos te encantó Fer. – Dijo ella, riéndose.

– Ay, no, solo charlamos, es muy inteligente, pero no somos compatibles, no hay manera de que me pase algo con él. – Sostuvo firmemente.

Los días pasaban y ellos se pensaban, bastó una sola noche para que ellos se dieran cuenta de que eran lo mismo, las miradas, las charlas, ella solo sabía poco de él, como él de ella. Pero todo cambió.

Un día de verano, ella iba a la facultad, caminaba consternada porque llegaba tarde, faltaba poco para los exámenes de ingreso y no quería que le fuese mal, subiendo por la Arístides sintió un grito, una voz familiar la llamó su nombre, pero siguió caminando, hasta que Fer la alcanzó y ella se asustó.

– ¡No vuelvas a hacerme eso nunca más! – Lanzó ella, medio enojada.

– Tranquila, jajaja, no te enojes, te vas a arrugar. – Bromeó.

– Casi me matas de un infarto nene, ahora si me disculpas, tengo que ir a la facultad, tengo que estudiar. – Dijo tajantemente Fati.

– Pará, pará, no te vayas sin responderme algo. – Se animó a decir él. – ¿Te gustaría que fuéramos a tomar algo hoy? Es viernes, te busco cuando salgas y después te llevo.

– Mirá, no sé, mis papás se van a preocupar y ellos no son muy liberales, si querés vamos mañana. – Respondió con vergüenza.

– Bueno, mañana te busco y te llevo a un lugar que te va a encantar. – Dijo confiado él.

– Bueno, buscame por el Dalvian, manzana A casa 5, esa es mi casa. – Respondió mientras se alejaba.

Los dos estaban satisfechos, ansiosos, el se había preparado la mejor ropa, lavó el Fiat 125 y le contó a sus amigos sobre su situación, ellos lo gastaban, mientras que ella le había contado a su mamá y a sus amigas, había elegido su perfume y el vestido ideal. A la noche suena el timbre de la casa de Fati y atendió su papá, era Fernando, se presentó y saludó, el padre de ella lo invitó a pasar y a tomar asiento, le dijo que esperara.

Fati estaba con su mamá, ella le daba consejos y le recomendaba todo, estaba emocionada de que su hija conociera el amor, la hija se vistió con un vestido rojo clásico, unos zapatitos no muy altos y decidió bajar las escaleras, Fernando quedó atónito, no podía creer lo que veía.

Antes de irse, el padre de Fati les deseó suerte a los dos, le dijo a Fer que la cuidara y que no llegaran tarde, él asintió, saludó respetuosamente, se dirigieron al auto y él le abrió la puerta. Cuando iban en el auto él puso un tema de The Police y ella sonreía mirando como todo pasaba, lo bien que se sentía estar ahí, con Fer, sin preocupaciones.

Cuando llegaron al lugar, ella se sintió impresionada, la había llevado a un bar donde se veía toda la ciudad, pidieron un vino y brindaron, y sus charlas, esas charlas hermosas donde ninguno de los dos se aburría, donde habían risas, miradas, había mucho más que una atracción física o una admiración, en cada palabra ellos se desnudaban y se mostraban, con sus defectos y virtudes, con sus sentimientos, ideales, proyectos. Había amor.

Luego de la velada, fueron a caminar, él le tomó la mano y ella se sonrojó.

– Estás camuflada con tu vestido. – Bromeó.

– Soy un tomate andante, jajaja. – Retrucó ella.

– Cada vez que te veo, me gustás más, te encuentro cosas que pensé que no las iba a encontrar nunca. – Dijo, mirándola a los ojos y acariciándole el pelo.

– Simplemente, me dejás sin palabras, es la primera vez que me pasa esto, y creo que ambos encontramos algo que nos gustó del otro.

En ese momento, se fundieron en un beso, en uno de esos besos inexplicables, llenos de pasión y de energía, que revivió todo lo muerto y despertó sensaciones únicas en los dos. Terminada la magia, llevó a Fati a su casa y prometió ir a visitarla la semana entrante.

Esa noche ninguno durmió, los dos pensaban en ese beso que les había dado tanta vitalidad y que había despertado la felicidad y las ganas de verse de nuevo, ella pensaba en Fer, en su pelo morocho y en su mirada fuerte pero tierna, en sus cálidos abrazos, en sus palabras y en sus caricias, mientras que él pensaba en Fati, en sus labios, su cabello, sus manos pequeñas y su sonrisa.

Pasaba el tiempo, habían entablado una relación, conocían a la familia de cada uno y se juntaban en parejas, eran felices, ella dormía en los brazos de él mientras recibía sus caricias, todo era tan ideal, pasaron Navidad y Año Nuevo juntos, brindaron para que todo marchara bien, ella maduró con él, y él se volvió a sentir un niño enamorado.

Pero no todo iba a ser felicidad a partir del año 1982.

– Vení, sentate, tenemos que hablar. – Decía un Fernando serio, triste.

– ¿Qué pasó? ¿Está todo bien? – Respondía dubitativa Fátima.

– Mi amor, me llamaron para combatir en Malvinas, recibí un telegrama diciendo que los de mi clase tenían que ir. – Esbozaba, agachando la cabeza.

– No, por favor decime que es mentira, decime que es un chiste, vos no podes ir, no me podés dejar sola Fer. – Dijo mientras rompía en llanto.

– Espero que sea por poco tiempo, voy a intentar volver pronto así me recibo y nos casamos, te lo prometo, pero no llores te lo suplico. – Respondía mirándola y agarrándole las manos.

– Es imposible no llorar, no sé si vas a volver. Pero prometo no dejarte solo, no ahora que más me necesitas.

Intentaban pasar la mayor cantidad de tiempo juntos, sabían lo que se aproximaba, que todo lo que hacían podía ser lo último, cada beso, cada palabra, cada abrazo, pero ellos tenían fe de que nada iba a separarlos, ni una guerra, ni un gobierno, nada.

Se acercaba el momento, el empezaba los entrenamientos, ella sabía que pronto debía irse, lloraba todas las noches y buscaba una explicación lógica a todo lo que pasaba, necesitaba procesar tanto dolor y mostrarse fuerte, ella debía seguir con su vida, estudiar, progresar, mientras que Fernando la extrañaba, deseaba estar con ella, abrazándola, diciéndole que todo iba a estar bien y que nada los iba a separar.

Llegó abril y ella lo despidió con lágrimas en los ojos, sentía que su alma se iba, que estaban arrebatándole al amor de su vida, y que sus noches iban a quedar frías como el otoño que asomaba, ya no iba a sonreír, no iba a sentir su calor, sus besos, sus caricias, iba a tener que acostumbrarse a la soledad, mientras que él se llevaba una foto de los dos, un bolso y el corazón roto, frío por dejarla a ella sola, no le preocupaba dormir en una trinchera, ni le asustaban las bombas, solo quería que terminara todo para volver a su hogar y pedirle matrimonio como se lo había prometido, se abrazaron y se besaron apasionadamente, eran besos salados, con lágrimas de despedida, de no saber si se iban a volver a ver, si iban a hacer el amor de nuevo…

Continuará…

 

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