De los siete pecados capitales, sólo la envidia no es divertida. – Joseph Epstein
Ah, las fuerzas manipuladoras de nuestra humanidad, los vicios ocultos cercanos a los de un macho cabrío llamado Sade Landrú o una Jezabel ninfómana con aires de Madame Báthory. La inmoralidad y la perdición están presentes en nuestras vivencias como un tatuaje de sentimientos, emociones y necesidades latentes, dañinos y divinos. Las personas tendemos a poner nombres y a clasificar las cosas, para que el discurrir de la existencia sea un poco más ordenado. Entonces a esas sinvergüenzadas se las define como los Siete Pecados Capitales.
Son un catálogo de los vicios. Se mencionan en las primeras enseñanzas del cristianismo para educar sobre su moral. La expresión capital no se refiere a la magnitud del pecado, sino a que da origen a muchos otros pecados. Una cabeza de Medusa de pecados que se multiplican exponencialmente. El pecado A lleva a los pecados B y C, así ad infinitum. Fractales eternos de malos hábitos. Los Siete Pecados Capitales serían:
La lujuria (mi preferido). Son pensamientos y actos sobredimensionados de naturaleza sexual. De coger ni hablemos, menos de la chingola o consabida masturbación. El sexo solo para procrear, a oscuras, bajo las sábanas, sin desearse ni amarse. Entonces a guardar esposas, lencería, consoladores, muñecas inflables; entonces a borrar el historial porno de las computadoras y nunca jamás mirar un bulto o unos pechos, según los gustos.
La gula se identifica con la glotonería, el consumo excesivo de comida y bebida. En el pasado cualquier forma de exceso podía caer bajo esta definición. En consecuencia, hoy, el abuso de drogas o las borracheras pueden ser vistos como gula. O sea que basta de fernet o una rubia, de flores, de repetirse un plato de ñoquis con estofado, de hacer un asado a las 6 de la mañana o comerse un Terrabusi clásico cuando pega el bajón.
La avaricia se aplica a la adquisición y acumulación de riquezas en particular, sin compartir. Me surge la idea de que no te llevás nada a la tumba, juntás, amarrocás y al final todos terminamos mirando las flores desde abajo con los bolsillos vacíos pero es tu plata, así que si querés acovacharla, es tuya.
La pereza es descuidar las obligaciones y deberes hasta llegar a desear que no haya otra vida que la de vivir entregados a rascarse el higo y pensar en nada. Basta de siestas matutinas, de maratones de los Simpson; de siestas después de comer, de maratones de The Walking Dead; de siestas después de la media tarde, antes de que empiece el maratón de Alienígenas Ancestrales.
La ira es un sentimiento no controlado de odio y enfado. Te pegás con un martillo en el dedo mientras clavás un clavo y no vas a decir improperios, vas a recitar a André Bretón. Seguro.
La envidia es anhelar algo que alguien más tiene, al nivel de desearle el mal y sentirse bien con eso. El placer de ver al otro caer, perder. Claro, ves a tu Némesis, a tu peor enemigo, que se saca el Telekino y vas a felicitarlo. Obvio.
La soberbia es identificada com la necesidad de ser más importante o atractivo que los demás personas. Y sí …si vamos a querer ser feos y menos que nadie. Si cosita.
De todo lo anterior se desprende que los Siete Pecados Capitales son contrarios a la naturaleza humana. Ninguno de los antes citados es imposible evitar para personas comunes y corrientes que solo ven en ellos una actitud sabrosamente hedonista, justa y necesaria. Así que preparate para una temporada en el Infierno porque, por más dedicación a la bondad y a las virtudes que tengamos, siempre vamos a pecar. Llevá una moneda para Caronte.
A mi hay otros pecados que me parecen más cercanos a ser evitados, me refiero a los que enunció Gandhi, los sociales. Esos, para mí, son los polentas.
Riqueza sin trabajo,
Placer sin conciencia,
Conocimientos sin carácter,
Negocios sin moral,
Ciencia sin amor a la humanidad,
Religiosidad sin sacrificio
Política sin principios.
Nada más que decir.